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Ser músico callejero en Barcelona: un día el Ayuntamiento te multa y al siguiente te contrata

Un músico, junto a la Catedral de Barcelona, y un agente de la Guàrdia Urbana

Yeray S. Iborra

J. Félix del Águila es batería. A los 18 años llegó a Barcelona procedente de Perú para estudiar en el Aula de Jazz del Liceu. Han pasado ocho. Desde entonces ha tenido tiempo de sacarse también el grado superior en Jazz del Conservatorio del Liceo. Actualmente es profesor de su instrumento, la batería, en el RAI (Recursos de Animación Intercultural). Y, además, toca en tres bandas: Ensemble de Música afroperuana, Papá Topo y Dani Lança. Con esta última, anuncia, ha sido contratado por el Ayuntamiento de Barcelona para tocar en las Festes de la Mercè el próximo 24 de septiembre en el Fòrum, poco antes de Manu Chao.

Ninguno de estos méritos impidió que el 26 de julio pasado le fueran confiscados a él ya otros tres compañeros –también del grupo Dani Lança– sus instrumentos, dos guitarras y las percusiones. Eran las 14 horas, cuando cuatro agentes se les acercaron y, sin mediar palabra, los multaron. Estaban en el Gòtic.

El episodio de Félix del Águila es el enésimo de una serie que tiene como protagonista la música callejera en Barcelona y que coprotagonizan la Guardia Urbana (encargada de las confiscaciones), el Ayuntamiento y las asociaciones de músicos callejeros.

Félix del Águila toca en la calle “por gusto”. Pero también por obligación: los pagos de sus conciertos se demoran más de lo que puede asumir. “Aquí nadie da facilidades”, lamenta. De este hecho también se queja un sindicato de músicos recién nacido en Barcelona, la Unión Estatal de Músicos, Intérpretes y Compositores, que denuncia las “precarias” condiciones a las que son sometidos los músicos, principalmente en los festivales y en las salas; entre otros, se deben dar de alta en la Seguridad Social ellos mismos. No son contratados. Como solución ante la falta de ingresos, Félix del Águila, como muchos de sus compañeros, sale a la calle a tocar.

“Un día de verano, en la zona del Port, por ejemplo, puedes sacarte entre 50 y 120 euros. En un par de horas. Aunque un día malo, el resto del año, no ganas ni 20”, dice el músico de Lima, que si quiere recuperar el instrumento del que se incautó la Guàrdia Urbana a finales de julio, tendrá que abonar 190 euros.

“Nadie los reclama... Ningún músico lleva su instrumento de verdad en la calle. Es demasiado arriesgado, y por un instrumento malo, no vale la pena pagar esa cantidad”, añade Félix del Águila, que junto con Dani Lança (otro los músicos decomisados) denunció vía redes sociales a finales de julio la “limpieza” de Barcelona por parte de la Guàrdia Urbana.

“Tregua” en la confiscación de instrumentos

Los músicos de la calle, junto con otros colectivos artísticos (pintores o estatuas de las Ramblas) y fuerzas políticas como la CUP, hace meses que reclaman al Ayuntamiento la supresión de la ordenanza de civismo. La norma que, según ellos, es “la fuente de sus problemas”. La ordenanza de civismo, en vigor desde 2006, está a la espera de revisión por parte del Ayuntamiento de Barcelona. Fuentes municipales aseguran que la “modificación” de la norma forma parte de la agenda del consistorio. Pero califican el proceso de “lento” sin las mayorías necesarias en el Ayuntamiento.

Aunque las quejas de los músicos siguen, como pone de manifiesto el documental Sin Permiso, dirigido por Ingrid de la Torre, desde la Asociación de Músicos de Calle de Barcelona (AMUC Bcn) se intuye una situación de “tregua” en la ciudad desde la entrada del actual gobierno.

“Hay un orden de buenas prácticas a la Guàrdia Urbana desde el Ayuntamiento, y nos consta que se han producido menos confiscaciones. Han bajado, pero con eso no basta”, añade Rubén H. Las cifras oficiales de los decomisos de este año no se conocen, aunque los números de la Guàrdia Urbana demuestran una tendencia creciente de confiscaciones en los últimos años: 204 instrumentos en 2013, 616 en 2014 y 1.042 en 2015. La Guàrdia Urbana también informa de que, como en el caso de Félix del Águila, la mayoría de músicos de calle nunca llegan a pagar la multa por su instrumento. La mayoría no lo recupera.

Desde el 2011, gracias a un protocolo firmado entre la Guàrdia Urbana y el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), los instrumentos que no son reclamados por los músicos, después de dos meses, se entregan a entidades culturales de Barcelona, principalmente escuelas. Antes, los instrumentos se destruían.

La salida para los músicos: una nueva regulación

En 2007, tras varias desavenencias entre músicos callejeros y el Ayuntamiento de Barcelona, nació el proyecto “Música en la Calle” en Ciutat Vella, que establecía una regulación en el distrito barcelonés. Hasta el 2014, se realizaban una vez por año nuevas convocatorias para músicos, y las plazas que quedaban libres se repartían haciendo un sorteo entre todos los solicitados. “Ya no salen plazas... Estamos a la espera”, dice Félix del Águila. En la actualidad, cerca de 100 músicos gozan de la acreditación para tocar en Ciutat Vella.

Según fuentes del Ayuntamiento de Barcelona, como ya ocurrió con la normativa que entró en vigor en mayo y que permitirá la música en directo amplificada en los bares, la prioridad del consistorio sigue siendo apostar por la música de base. El Ayuntamiento plantea, en colaboración con el ICUB y la Associació de Músics i Intèrprets de Carrer (AMIC), una normativa –similar a la implementada hace catorce años en el metro de Barcelona– que a partir de septiembre regule licencias, espacios y horarios para la práctica de la música en la calle. Según el consistorio, la idea es que la Asociación de Músicos de Calle se haga cargo del sorteo y las licencias. La normativa colgaría del distrito de Ciutat Vella, y el ICUB la haría extensible al resto de la ciudad.

“En Ciutat Vella es donde está peor la cosa. El conflicto existe principalmente en Las Ramblas y la Catedral. En el metro, gracias a la normativa actual, hace diez años que no hay ningún decomiso. Tres denuncias al año, como mucho”, informa Rubén H., que destaca el buen funcionamiento del proyecto músicos en el Metro, con más de 90 músicos afiliados en el subsuelo.

La normativa persigue precisamente descongestionar los espacios de la ciudad con más saturación de músicos, como es el caso de Ciutat Vella. El distrito concentra muchas de las denuncias por uso intensivo del espacio público. Sobre todo en verano, como destaca la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin. “El uso del espacio también sufre la estacionalidad... Aumentan los turistas, así como los músicos”, dice Pin.

“¿A ti te gustaría que estuvieran tocando, bajo tu casa, siempre la misma canción?”, comenta Gala Pin, en referencia a otro de los objetivos de la normativa: introducir, como variable para obtener licencia, un repertorio evaluado por un jurado. Félix del Águila también está de acuerdo en este punto. Él también quiere que la calidad sea uno de los emblemas de los músicos callejeros. “A mí también me cansaría dos horas la misma canción”.

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