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Así es cómo la derecha catalana plantea (y gana) batallas culturales contra Ada Colau

Instalación artística Llar de Foc en el Fossar de les Moreres

Arturo Puente

Mark Serra es un empresario y militante independentista muy conocido en ciertos ámbitos de Catalunya. No en vano, su página de Facebook cuenta con cerca de 73.000 seguidores y su Twitter con más de 22.000. El pasado sábado entre las 12:30 y las 15 horas, Serra dejó cuatro mensajes en sus redes que se compartieron cerca de 2.000 veces. En ellos clamaba contra una instalación artística en el Fossar de les Moreres e insultaba a Ada Colau como “okupa botiflera”. Miles de usuarios imitaron su actitud. Unas horas después el Ayuntamiento desmontaba la instalación.

El capítulo de este sábado es el último ejemplo de cómo un sector de la derecha nacionalista catalana plantea y gana batallas políticas contra el ayuntamiento que dirige Ada Colau, centradas en torno a símbolos de la identidad catalana, supuestas agresiones nacionales y la disputa de valores políticos.

Antes que la del Fossar fueron la exposición de la estatua decapitada de Franco en el Born, el pregón del escritor Javier Pérez Andujar o la negativa del ayuntamiento a permitir que La Coronela, una sociedad de recreación histórica, utilizase una de las puertas del Ayuntamiento durante la Diada. Todas estas polémicas tienen un trasfondo similar, una supuesta agresión del ayuntamiento de Colau a símbolos nacionales catalanes, y son engordadas con similar modus operandi: incendiarios mensajes en redes sociales de un pequeño grupo de figuras de la derecha independentista que, en pocas horas, saltan a los medios como agrias polémicas. A partir de aquí llega la acción en la calle, mediante concentraciones o actos públicos. Entre medio, consiguen que todos los partidos, sobre todo los independentistas, se posicionen respecto al conflicto que plantean.

Concepción del espacio

El Fossar de las Moreres, en el barrio barcelonés del Born, es uno de los lugares más simbólicos para el catalanismo, asimilable a la Tumba al Soldado Desconocido que albergan las capitales de muchos países. Según la leyenda, es el lugar donde están enterrados los héroes de la resistencia de Barcelona contra los Borbones de 1714, y la carta arqueológica de Barcelona indica que en el lugar se han hallado varias fosas comunes que datarían de aquella batalla.

La plazoleta se convirtió este fin de semana, con motivo de las fiestas de Santa Eulàlia, en uno de los escenarios del festival artístico Llum BCN, que se celebra desde el año 2012. En concreto, el legendario enterramiento albergó la obra Foc de llar, consistente en unos carros de la compra con diferentes materiales en su interior que, con la caída de la noche, prendían fuego. Y una parte del independentismo vio en ello una afrenta intolerable.

Esta visión sobre los símbolos nacionales corresponde al tratamiento más ortodoxo de los nacionalismos, pero también al más extendido por el mundo. Las Tumbas al Soldado Desconocido son habitualmente lugares de honor, custodiados por el ejército y en los que se llevan a cabo ceremonias tales como el encendido de la llama o el cambio de guardia. Así son en Washington, Moscú, París, Atenas o Buenos Aires. También en Madrid hay un lugar de culto nacional con su llama permanente: el monumento a los Caídos por España, en honor a los madrileños fusilados tras el levantamiento del 2 de mayo de 1808.

Pero esta concepción cuasi sacra del espacio nunca se ha institucionalizado en el caso del Fossar de les Moreres, más allá del monumento conmemorativo, que consta de un muro grabado y un pebetero, instalados por el ayuntamiento en 1989 el primer elemento y en 2001 el segundo. De hecho el Fossar siempre ha sido escenario del festival Llum BCN, aunque en ediciones pasadas las instalaciones consistían en velas con composiciones clásicas.

Un grupo de notables mediáticos

“Señora Ada Colau, ¿nos puede explicar qué obsesión enfermiza tiene con los símbolos nacionales? Primero el Born y ahora el Fossar. ¡Deje en paz la memoria!”, interpelaba la tertuliana y columnista de La Vanguardia, Pilar Rahola, desde su Twitter y su Facebook a la alcaldesa de Barcelona pasado el medio día. Las redes se incendiaban, alcanzando una difusión de miles de personas en pocos minutos. Rahola adjuntaba una gráfica con el llamamiento a una concentración convocada esa misma tarde ante el Fossar, una acción promovida por entidades como la asociación Memorial 1714, el colectivo de recreación histórica La Coronela o la cuenta Moltes Mercès, nacida en septiembre pasado para promocionar el pregón alternativo de las fiestas de la Mercè del actor Toni Albà.

Albà, Rahola o Serra son algunas de las caras más conocidas del grupo de notables mediáticos, cercanos al PDECat, que agita las redes sociales con la versión más intransigente del nacionalismo catalán. Sus airados ataques suelen tener como objeto la defensa de los símbolos y dignidad nacionales y, de paso, el ataque frontal al ayuntamiento por no plegarse a su concepción.

Pero el éxito de este grupo, más allá de la capacidad de movilización a los suyos, se basa en traspasar los círculos más conservadores y llegar al común de la ciudadanía de sensibilidad catalanista. Una vez construida la afrenta nacional, consiguen que todos los partidos nacionalistas e independentistas se posicionen, quien más quien menos a su favor. Así sucedió este sábado, cuando los grupos municipales de Convergència, ERC y, de forma más tímida, la CUP, criticaron la instalación. Altos cargos del Govern, intelectuales, escritores, miembros de la ANC y Òmnium también se sumaron a exigir la rectificación del ayuntamiento. Una vez fijado que eso no solo era una de las múltiples posibilidades de tratar el espacio sino todo un insulto contra Catalunya, nadie quería estar en el bando de los insultadores.

Reacción del entorno y cesión del Ayuntamiento

Al paso de estas manifestaciones salieron otros, de entornos no independentistas, de Ciutadans o los comuns, con mensajes en sentido contrario. Algunos de ellos negaban que el Fossar fuera realmente un enterramiento de 1714 y se repitió la mofa de que el lugar es, supuestamente, uno que los turistas utilizan para orinar. A media tarde varias cuentas del unionismo extendían bulos sobre supuestas patrullas ciudadanas que estarían vigilando la zona.

Finalmente sobre las 17:30 horas de la tarde, la organizadora de la instalación, Barcelona Cultura, cedió a la presión ciudadana y anunció la retirada de los carros, que fue ejecutada por operarios municipales. Mark Serra, Pilar Rahola, Moltes Mercès y la Coronela habían vuelto a ganar la partida imponiendo su visión sobre los usos permisibles de ese espacio público.

El pasado domingo Colau no dudó en calificar la polémica de “tema menor”. Desde el Consistorio se evitó hacer declaraciones ni enviar comunicados, más allá del anuncio de la retirada. Sin embargo, la del Fossar es solo la última de varias batallas culturales que la derecha catalana ha planteado contra los comuns, ganando algunas de ellas, como la de este sábado.

Este tipo de guerras por la hegemonía tienen siempre por objeto empujar el sentido común social hacia determinadas posiciones políticas, convirtiendo unas acciones en tolerables y otras en criticables, de acuerdo a la ideología de los impulsores. El nacionalismo conservador ha visto en Colau a su gran enemiga y no duda en plantear este tipo de conflictos sin que, por el momento, parezca que los comunes tengan perfeccionada la forma de hacerles frente.

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