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Barcelona detecta el doble de menores de 25 años durmiendo en la calle que hace tres años

Un joven de 18 años sin techo dormía de día este verano en la Iglesia Santa Anna de Barcelona

Pau Rodríguez

El aumento del sinhogarismo es un fenómeno global, se da en la mayoría de grandes ciudades, pero en Barcelona se ha detectado una particularidad en los últimos años: las personas que duermen a menudo en la calle son cada vez más jóvenes. Hasta el punto que se ha doblado la cifra de menores de 25 años en situación vulnerable y sin techo en pocos años: de 65 en 2016 se pasó a 135 en 2018, la mayoría de ellos varones. En 2019 el dato sigue aumentando.

En torno al 10% de las personas atendidas por el Ayuntamiento de Barcelona por dormir en la calle tienen menos de 25 años, un porcentaje muy superior al 3,8% de 2016. Estos son los números que maneja el Servicio de Inserción Social en Medio Abierto (SISMO) del consistorio. Aunque los datos personales de los sin techo son siempre difíciles de recabar, desde los servicios municipales son conscientes que detrás de este aumento está la llegada reciente de cada vez más jóvenes migrantes que vienen a España sin papeles ni lazos familiares. Muchos de los que llegan ya mayores de edad acaban directamente en la calle. Otros, menores de edad, entran en el sistema de protección de la Generalitat, pero pueden terminar en la misma situación de exclusión cuando cumplen 18 años, porque no hay recursos residenciales para todos.

¿Significa esto que hay a diario cientos de jóvenes durmiendo en la calle en Barcelona? No. Las cifras que recoge el consistorio son las de personas sin hogar que entran en contacto con los servicios municipales a lo largo de un año, pero no tienen por qué dormir a la intemperie los 365 días del año. Si bien en 2018 fueron unas 2.500 las personas detectadas en esta situación, se estima que a diario dormían unas 1.000 personas en la calle.

En el caso de los jóvenes, además, su situación suele ser más inestable y temporal. No cumplen con el perfil de las personas mayores que llevan años durmiendo día tras día entre cartones. “Hay algunas personas que se encuentran puntualmente en la calle antes de acceder a un recurso; otras están de paso por la ciudad, otras acaban de llegar y todavía no han contactado con una red de apoyo...”, explican fuentes consistoriales.

Igual que los datos del SISMO, otros servicios municipales para personas sin hogar dan también cuenta de este aumento de los jóvenes en riesgo. De 2016 a 2018, el número de atenciones a menores de 25 años en centros de primera acogida pasó de 166 a 303; en centros de día –donde se pueden duchar, comer y formarse–, de 279 a 869, y en los comedores sociales, de 113 a 191. Todos recogen una subida parecida. 

Esto ha provocado también que los centros de primera acogida, pensados para personas que llevan sin hogar durante mucho tiempo, o que ya son mayores, se hayan convertido en espacios llenos de jóvenes que no hace tanto eran adolescentes. “Son centros que no estaban pensados para jóvenes y que nos han obligado a cambiar la forma de trabajar”, admite la comisionada de Acción Social del Ayuntamiento de Barcelona. Para ello se han abierto también centros sobre todo para jóvenes extutelados, como el Maria Freixa, con 21 plazas.

Sobre los menores migrantes que al cumplir los 18 dejan de estar bajo tutela de la Generalitat, Fuertes defiende que “hace falta un proceso de transición hacia la vida adulta”. Solo en 2019 aproximadamente 1.000 menores migrantes tutelados han cumplido la mayoría de edad y no hay plazas para todos ellos en los pisos que gestiona la Administración catalana. Además, los que han llegado ya con 17 años, lo tienen también difícil para conseguir los papeles de residencia y trabajo, porque a menudo acaban cumpliendo los 18 antes de que acaben estos trámites.

Entre 20 y 40 menores en la calle

Desde el consistorio constatan también la presencia de entre 20 y 40 menores de edad que viven en la calle, una cifra conocida desde hace años a través de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana. Se trata de adolescentes que han llegado solos a España y que, o bien no han entrado nunca en el sistema de protección, o bien se han escapado de los centros de acogida o de residencia. Fuentes del consistorio reconocen que su situación de “vulnerabilidad social” les acaba llevando a participar en actividades “conflictivas” o “delictivas”, pero a la vez piden que no se criminaliza a un puñado de adolescentes que no llegan ni al 1% del total de 4.200 menores migrantes que han llegado a Catalunya en los últimos años. 

“El sistema de protección que se encuentran no da respuesta a sus expectativas y a su imaginario y les resulta poco flexible”, continúan estas fuentes, que concluyen que a menudo se trata de jóvenes con un estado de salud cada vez más deteriorado y con problemas psicológicos y de adicciones “que pueden venir derivados del duelo migratorio”. 

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