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“El urbanismo de Barcelona ha expulsado al extrarradio a sus clases populares”

El sociólogo Ancor Mesa Méndez, miembro de la FAVB y uno de los impulsores del Fòrum Veïnal d'Urbanisme

Jordi Molina

Barcelona —

¿Cómo cuida la ciudad de Barcelona de sus vecinos? ¿Tenemos un urbanismo que mime lo suficiente su espacio público o es más bien la alfombra roja de especulaciones diversas? Son preguntas que intentará responder el Fòrum Veïnal d’Urbanisme este viernes y sábado. Una iniciativa organizada por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) y colectivos como Raons Públiques o La Col y que tiene todos los números convertirse en el embrión de una nueva plataforma ciudadana. Así lo adelanta a Catalunya Plural el sociólogo Ancor Mesa Méndez (Tenerife, 1985), uno de los impulsores del encuentro, que pide la confluencia de asociaciones vecinales, asambleas de barrio y entidades de urbanistas para construir una Mesa de Urbanismo capaz de hacer frente al poder financiero.

¿El urbanismo es cosa de expertos?

¡No, en ningún caso! Sería un grave error considerar el urbanismo como una cuestión restringida a especialistas. Si nos lo creyéramos, estaríamos olvidando, por ejemplo, la historia del movimiento vecinal. De cómo ha luchado y construido su propio urbanismo, obligando a los poderes públicos y a los expertos a repensar las políticas urbanas.

Una de las convicciones del Fòrum que comienza este viernes es que el urbanismo es la punta de lanza del movimiento vecinal...

Así es. Los vecinos y vecinas de Barcelona han construido las ciudades con sus luchas y conquistas. Y se ha hecho barrio a barrio, como en la Pau, o en el Hospitalet, o en los barrios de la Marina... A menudo hablamos mucho de la época de los años 70-80, de las asociaciones vecinales que combatían la dictadura y que trabajaban para la democracia. Y olvidemos que paulatinamente también ha evolucionado una sectorialización de la lucha territorial. Uno de los sectores que más ha evolucionado ha sido el urbanismo.

¿En qué lo perciben?

Han surgido muchos colectivos que son muy multidisciplinares. Que vienen a completar el legado y la constante lucha de las asociaciones de vecinos y que tenemos que integrar en el relato común de la ciudad. Raons Públiques o La Col, coorganizadores del Fòrum, son dos buenos ejemplos. Pero también otros colectivos y activistas independientes, con diferentes grado de formación. Gracias a todas estas expresiones hemos colectivizado problemas que parecían particulares pero que, en realidad, son compartidos.

Los poderes financieros de la ciudad son muy poderosos. ¿Las entidades que trabajan en un urbanismo basado en los derechos ciudadanos tienen la partida medio perdida?

El activismo de la ciudad tiene claro cuáles son las prioridades, sobre todo en cuanto al respeto a los derechos de la ciudadanía o del espacio público. Pero a diferencia del poder financiero, nos falta una hoja de ruta para ganar esta batalla entre los derechos comunes y la maximización de los beneficios económicos de los grandes lobbies empresariales.

De momento, el vecindario va perdiendo el pulso...

Queda mucho partido, pero es evidente que estos poderes fácticos, económicos y financieros de empresas tienen mucha capacidad económica. Están muy arraigados en la dinámica política de la ciudad. Han impulsado muchos de los grandes proyectos, seguramente el más elocuente sea la zona del Fòrum y sus edificios, pero también lo hemos visto recientemente en reformas que favorecen la especulación del suelo, como o la reforma de la Diagonal o del Paral·lel; y los intentos de reforma de la Rambla del Poblenou.

Dice que falta una hoja de ruta... ¿La iniciativa del Fòrum Veïnal sobre urbanismo es oportuna para tener claro cuál es el guión a seguir?

Nosotros somos conscientes, como FAVB, que la actividad vecinal mucho más allá de las propias asociaciones de vecinos. Por lo tanto queremos reunir toda la energía y capacidad de la ciudadanía, a pie de calle, para luchar conjuntamente contra los conflictos de raíz urbanístico. El principal objetivo de este Fòrum es iniciar una nueva dinámica de confluencia ciudadana desde la neutralidad del espacio. Ponemos un espacio para que la gente venga a decir la suya sobre grandes temas. Queremos que el Fòrum se convierta en punto de partida de una Mesa de Urbanismo capaz de influir en el Ayuntamiento y de plantear alternativas. Hace falta un gran actor en materia urbana, que ya veremos si ha de ser más o menos formal y permanente, que tenga una dinámica de trabajo propia. Necesitamos una comunicación permanente entre todos los colectivos que trabajamos el urbanismo.

¿Un actor más bien beligerante o capaz de mediar conflictos?

Queremos ser un actor que tenga claras las prioridades y, sobre todo, qué paradigma de ciudad queremos. Y, porque no, romper esta lógica entre la beligerancia y la mediación. Tener la capacidad de influir en el rumbo político. Ser capaces de imponer criterios que ya estén muy trabajados con la ciudadanía. Tenemos que trabajar más con la ciudadanía. Uno de los grandes problemas del activismo social es que no llega al grueso de la ciudadanía. Hay modelos de colectivización que no está llegando a la mayoría de la ciudadanía.

¿El cambio de gobierno municipal, con la llegada de Ada Colau y Barcelona en Comú, favorece o limita el papel que quieren desempeñar?

Ha habido un cambio, pero aún arrastramos las inercias del pasado. De todas formas, vamos avanzado. Por poner un ejemplo, el mandato pasado, durante la gestión de CiU, tuvimos casi una guerra civil por la ordenanza de participación ciudadana. Nos querían mutilar los espacios de participación. Ahora esto ha cambiado. Ahora bien, nosotros, los vecinos, sin ningún objetivo de llegar a las instituciones, somos los que tenemos que llevar la iniciativa. No sólo el Ayuntamiento. Si no lo conseguimos, los lobbies y los poderes financieros conseguirán sus objetivos. Debemos seguir siendo beligerantes.

¿El impacto del turismo masivo en Barcelona es una de las amenazas para el urbanismo?

No deberíamos pensar el turismo como una amenaza para los derechos ciudadanos. Pero hemos llegado a un punto que, tal y como se ha gestionado el turismo, sobre todo en los últimos años, sí es una amenaza. Y lo es sobre todo por un tema que preocupa especialmente: La ciudad tenía y tiene un tesoro, como es el caso de su vecindario. Mucha gente venía tradicionalmente en Barcelona para vivirla, para ver la relación de la gente con el espacio público, la riqueza y diversidad de sus barrios. El turismo que se ha promocionado no es éste. Y es una pena.

Barcelona es una ciudad de barrios.

Y cada barrio tiene un fuerte sentimiento de pertenencia. Barcelona es la historia de pequeños municipios separados que fueron reuniendo alrededor de una idea común de ciudad. De un diseño planificado y de un crecimiento autónomo y natural de la población, que sigue conservando estos núcleos urbanos que se arrastran desde el siglo XIX. Pienso que hoy uno de los retos es entender Barcelona desde su punto de vista metropolitano, y esto contribuye a fomentar esta idea de sentimiento de pertenencia de la ciudadanía hacia un territorio concreto.

Hay barrios, pero, donde esta esencia comunitaria se difumina. Estamos a tiempo de corregirlo?

Hay zonas donde cada vez es difícil. Ciudad Vieja o incluso el Poble-sec, que a pesar de pertenecer a Sants-Montjuïc, vive el turismo en clave de centro de la ciudad. Vivimos una época que, desde el movimiento vecinal, no tenemos más remedio que levantar la voz y poner remedio cuestiones que, de entrada, no nos hubiéramos tenido que enfrentar, como la hostelería. En el sentido laboral, quiero decir. Es decir, hasta qué punto estamos contribuyendo a la precarización del vecindario de Barcelona? Precariedad y, también, temporalidad. Nos encontramos en muy jóvenes que se encuentra en una situación debo provisionalidad brutal. No saben dónde vivirán el día de mañana. Esto dinamita la capacidad de arraigo a un territorio y, también, que quiera luchar en favor de aquel territorio.

¿Qué balance haces del urbanismo de Barcelona?

Hay luces y sombras. El impacto del turismo o las políticas de vivienda no se han gestionado bien. El diseño urbanístico y del urbanismo de Barcelona ha expulsado la juventud y las clases populares en el extrarradio, generando grandes procesos de gentrificación. Ahora bien, hay luces. No podemos decir que todo el urbanismo está vendido al capital. Sí es cierto que los principales avances no se deben tanto a las concejalías de la ciudad, sino a las entidades que han trabajado respecto. Me viene a la cabeza, por ejemplo, la accesibilidad de la ciudad para las personas con movilidad reducida.

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