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A la caza del Chagas o cómo combatir esta enfermedad tropical con cribados

La enfermera Isabel Claveria extrae sangre para hacer la prueba del Chagas a una usuaria del consulado

Pau Rodríguez

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“Es la primera vez que me hago el chequeo”, reconoce Martín Bazurco mientras presiona con una gasa el brazo en el que le han extraído sangre. En unos días, le darán el resultado y sabrá si tiene o no el Chagas, una enfermedad tropical que padecen entre 6 y 7 millones de personas en el mundo, sobre todo en Latinoamérica, y que puede acarrear afectaciones cardíacas graves. “Es cierto que muchas veces no se le da a esta enfermedad la importancia que tiene”, admite. 

Bazurco no es un ciudadano cualquiera. Es el cónsul de Bolivia en Barcelona. Y este martes decidió participar en el cribado que un equipo de sanitarios del Hospital Vall d’Hebron ha instalado en las dependencias del Consulado en la capital catalana. Un médico y dos enfermeras se han instalado con sus utensilios en un pequeño despacho mientras una agente comunitaria de salud va repartiendo folletos. A todos aquellos que han acudido a las oficinas para hacer sus trámites, sobre todo renovaciones de pasaporte, les intenta convencer para que se sometan también la prueba de detección del Chagas. 

Esta estrategia de cribados no es casual. Una vez al mes –esta es la segunda–, los miembros de la Unidad de Salud Internacional Drassanes, de Vall d’Hebron, se trasladan al consulado para hacer las pruebas. Tras más de diez años de acciones para detectar y tratar a tiempo el Chagas, han llegado a la conclusión de que los cribados son lo más útil para hacer aflorar una enfermedad que está infradetectada debido a que no da síntomas evidentes e inmediatos. Se estima que solo entre el 5% y el 10% de casos se diagnostican, aunque una encuesta reciente publicada por este equipo en el Journal of Community Health demostraba que en Barcelona el 45% de la población considerada de riesgo se ha sometido ya a pruebas.

La clave: detectar la enfermedad a tiempo

El Chagas es una infección causada por el parásito Trypanosoma cruzi, que transmite un insecto muy presente en áreas rurales de Latinoamérica, el conocido como vinchuca. Este bicho produce una irritación en la piel a través de la cual se cuela el parásito, que de ahí salta a la sangre. “Lo que hace es deshacer la estructura muscular y nerviosa y esto en el corazón puede provocar insuficiencia cardíaca”, resume el médico Jordi Gómez, del equipo de Salud Pública y Comunitaria de la Unidad de Salud Internacional Drassanes. Según la OMS, hasta un 30% de los enfermos crónicos presentan alteraciones cardíacas y un 10% de ellas pueden ser graves. “Muy a menudo cuando se dice que alguien ha muerto de Chagas es que ha tenido un paro cardíaco”, explica Gómez. 

En Bolivia, pero también en otros países latinoamericanos como Ecuador o Paraguay, la prevalencia de esta enfermedad ha sido históricamente muy elevada. En Catalunya, entre el 2014 y 2017 el equipo de Vall d’Hebron detectó una prevalencia en sus cribados en la comunidad boliviana del 16,3%. Así lo detallaron en un artículo publicado en Plos One en 2020, donde daban cuenta de sus acciones de cribado y de sensibilización realizados entre los años 2014 y 2017. 

La clave de la lucha contra el Chagas es la detección temprana. A diferencia de la COVID-19, que ha condicionado nuestra forma de percibir las enfermedades infecciosas, el problema en este caso no es la transmisión descontrolada. Más allá de la picadura del insecto, esta enfermedad solo se pasa de forma congénita –de madres a hijos, aunque solo en algunos casos– o en trasplantes y transfusiones. No hay miedo por lo tanto a que se expanda, más aún Europa donde no hay presencia del vinchuca

La gran preocupación de los sanitarios para en Chagas es detectar la infección a tiempo para poder hacer un tratamiento que reduzca o elimine directamente la posibilidad de padecer afectaciones cardíacas, que suelen aparecer a los 20 o 30 años de la infección. “El tratamiento es corto. Son dos meses de tomarte unas pastillas y quedas tratado para toda la vida”, detalla Gómez. En el caso de las gestantes, si se han tratado antes de quedarse embarazadas la probabilidad de transmitírselo al bebé se reduce casi a cero. 

Reticencias a hacerse la prueba

El problema es que muchas personas son reacias a hacerse la prueba. Estefa Choque, agente de salud comunitaria, es la encargada de convencerles durante los cribados. Ella es también boliviana. “Muchos me escuchan bien, pero otros no quieren hacerse la prueba porque no quieren saber si tienen la enfermedad, les da miedo”, explica. También ocurre que a algunos les preocupa que un diagnóstico les conlleve problemas en el trabajo, sobre todo si están sin contrato. “Alguna vez nos han llamado sus jefes al centro de salud para saber si el Chagas era contagioso”, asegura Choque.

“La enfermedad sigue siendo un poco tabú, como si fuese parte del pasado”, abunda Isabel Claveria, enfermera de la unidad. Ella y el médico Jordi Gómez integran también el grupo técnico GT6-IEC que asesora a la OMS para esta enfermedad. 

En su lucha para detectar la enfermedad, esta unidad del Vall d’Hebron empezó sobre todo con talleres de sensibilización para captar a gente que se quisiese hacer la prueba, pero con el tiempo se dieron cuenta de que era mucho más efectivo realizar las extracciones de sangre in situ. Con lo primero, solo el 40% de quienes mostraban interés en el chequeo acababan acudiendo realmente a hacérselo. Con lo segundo, el porcentaje asciende al 100%. 

“El cribado es lo que mejor funciona y por eso hemos decidido poner toda la carne en el asador”, apunta Gómez. Se refiere a que han intensificado estas acciones en la comunidad. Inicialmente hacían pruebas en fiestas como la de la Patria Boliviana, el 6 de agosto, o incluso en conciertos de conocidos grupos como Los Kjarkas, como hicieron durante su visita a Barcelona en 2017. Ese año alcanzaron récord de personas cribadas, con un total de 346. Pero solo en 2020, en un día, el de las elecciones del 18 de octubre en Bolivia, hicieron pruebas de Chagas –y de COVID-19– a 299 personas. Esa jornada desplegaron una veintena de efectivos, algo inédito hasta entonces. En febrero de 2021 replicaron el operativo pero para los comicios de Ecuador.

A medida que avanza la mañana en el Consulado de Bolivia, las caras que aguardan en la sala de espera se van renovando y, de vez en cuando, alguno accede a hacerse la prueba. Es el caso de Lizzet, que se sometió a la prueba cinco años atrás, cuando se quedó embarazada de su hija, pero que ha querido volver a hacérsela porque desde entonces ha viajado varias veces a su país. “Mi bisabuelo lo tuvo y se le quedó una herida toda la vida que no podía curar”, asegura. “Yo prefiero saberlo y hacerme un tratamiento rápido para evitar problemas en el futuro”, argumenta.

Algo parecido expresan Míriam Franco y Edson Menacho, que llevan quince años viviendo en Barcelona y que nunca habían sentido la necesidad de hacerse la prueba. “Ya que nos hacen el favor de traerlo hasta aquí, aprovechamos”, expresan.

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