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Dándole pena a la tristeza

Joan Estruch

El relato se centra en la evolución de varias generaciones de una rica familia de la oligarquía peruana, los Ontañeta. La primera generación es la del abuelo don Tadeo, el patriarca que amasa una inmensa fortuna. La segunda es la de don Fermín Antonio, que administra el patrimonio y controla la familia. La tercera es la deJosé Ramón, que ya tiene que luchar para frenar el declive económico y humano de la familia. La última es la de Federico, joven derrochador, alocado y calavera.

Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) es uno de los escritores más emblemáticos de la segunda generación del boom de la narrativa latinoamericana.Su primera y más importante novela, Un mundo para Julius (1970), tenía un claro trasfondo autobiográfico, el de sus recuerdos infantiles. La recreación desde dentro del ambiente de una familia de la oligarquía limeña estaba hecha con un estilo original, barroco e irónico. Pero, después, el resto de su obra ha tenido un nivel bastante regular e irregular.

Hace unos años Bryce Echenique fue protagonista de un escándalo que, por más que sea bien conocido, no podemos dejar de mencionar. El escritor fue denunciado por plagio de diversos artículos periodísticos que, aunque firmados por él, eran mera copia de otros anteriormente publicados. Las explicaciones dadas por Bryce no fueron nada convincentes. El Indecopi, organismo peruano encargado de proteger la propiedad intelectual, en enero de 2009 dictaminó que había plagiado no menos de 16 artículos, por lo que lo sancionó con una multa equivalente a unos 42.000 euros (expediente nº 829). El lector interesado puede consultar el completo dossier de la revista mexicana Nexos:

Adelantamos que varios de los artículos plagiados eran colaboraciones publicadas en el diario La Vanguardia. Por ejemplo, “Londres busca detectives” (29.07.2005), del fallecido periodista Carlos Sentís, apareció un año más tarde (23.07.2006) en el diario El Comercio, de Lima, con el mismo título, pero firmado (y suponemos que cobrado) por Bryce Echenique. El grado de coincidencia entre ambos artículos se acerca al 99%.

¿Hasta qué punto este lamentable asunto podría enturbiar nuestra valoración de la novela que hoy analizamos? En principio, los plagios de Bryce, por más que sean un claro indicador de su nivel de autoexigencia ética, no tendrían que guardaruna relación directa y necesaria con la calidad de sus obras literarias. Si aplicáramos este criterio de manera general, habría que efectuar una drástica depuración de la historia de la literatura, llena de escritores excelentes, pero humanamente odiosos y éticamente despreciables. Mejor no comenzar a dar ejemplos, porque la lista sería interminable.

Sin embargo, tampoco pueden desligarse del todo ambos temas. Los plagios periodísticos de Bryce no solo atañen a su vida privada y a sus obligaciones ciudadanas y legales. Podrían indicar, además de escasísimos escrúpulos, sequía creativa, dificultad para llenar páginas en blanco y, en ese caso, tendrían una directa repercusión sobre su obra literaria.

Dejemos, de momento, planteada esta hipótesis y dispongámonos a analizar la novela sine ira et studio, como exigía Tácito. Sus componentes argumentales son conocidos. Algunos están inspirados en la poderosa familia Prado, que controló el poder económico y político del Perú durante décadas. El general Mariano Ignacio fue un discutido y discutible presidente de la República en la segunda mitad del siglo XIX. Su hijo Mariano fundó el Banco Popular y el nieto, “Marianito”, fue un conocido donjuán de vida escandalosa y despilfarradora. Esta familia, sobre la que Felipe Portocarrero publicó en 1995el documentado libroEl imperio Prado (1890-1970), es un buen ejemplo del tópico de las tres generaciones: la primera crea la fortuna, la segunda la administra y la tercera la dilapida.Hay que advertir, sin embargo, que Dándole pena a la tristeza no abarca todo el ciclo de auge ydecadencia de la familia Ontañeta. La novela empieza con don Tadeo ya anciano, por lo que sabemos muy pocos detalles de cómo se enriqueció. Y se cierra con claros indicios de la decadencia familiar, pero no conocemos hasta dónde llegó el declive.

Muchos otros componentes argumentales están tomados de la propia familia del escritor. Su abuelo y su padre dirigieron el Banco Internacional del Perú. Su prima Teresa, una excéntrica beata que actuaba en un circo y que murió en extrañas circunstancias, inspira el personaje de Aurorita Tristán, “borrada” de la familia por unos sicarios a las órdenes del patriarca del clan. Otro primo del novelista, Marcos Porras Echenique, que nada de provecho hizo en la vida, sirve de modelo de varios personajes de la novela.

Este trasfondo autobiográfico apenas está situado en un contexto histórico reconocible. Los avatares familiares quedan encerrados en una cápsulacon escasos vínculos con el mundo exterior. Las convulsiones políticas y sociales de Perú y del mundo a lo largo del siglo XX quedan amortiguadas y reducidas a escasas y vagas referencias genéricas. Las clases populares apenas se vislumbran a través de los criados de la casa. Tampoco hay muchas descripciones delos diversos ámbitos de relación de la oligarquía peruana, más allá del círculo familiar de los Ontañeta.

Esta manera de pensar y de vivir de la familia Ontañeta, encerrada en sí misma, ciega a las injusticias y a las desgracias que la rodeaban por todas partes, es el punto de vista que usa el narrador omnisciente, muy poco crítico con lo que va describiéndonos. La ácida ironía de Un mundo para Julius casi ha desaparecido y ha sido sustituida por una pincelada nada corrosiva, distante, a menudo complaciente y a veces cómplice. Al final de la novela el narrador adopta el punto de vista narrativo e ideológico de los personajes para mostrar su antipatía por el general Velasco Alvarado, “líder de este cuartelazo de carácter populista y nacionalista”, que en 1968 “derrocó al presidente constitucionalmente elegido, Fernando Belaúnde Terry” (p. 260).

El motivo de esta toma de posición del narrador asoma enseguida, cuando narra la nacionalización del Banco Internacional del Perú en 1970, con la que el gobierno de Velasco “sadomasoquistamente se encarnizaba en destruir algo que funcionaba realmente a pedir de boca” (p. 261). Aquí se vuelven a fundir y a confundir los puntos de vista del narrador con los de los personajes y con los del autor, Bryce Echenique, cuya familia tenía cuantiosos intereses en el Banco Internacional. Lo mismo ocurre cuando, unas páginas más adelante, se refiere a las haciendas de la familia Ontañeta, “ocupadas por los burócratas agrarios fabricados sin medida ni clemencia por la revolución”. Bien es verdad que estos conflictos sociales están narrados sin dramatismo, con el mismo tono escéptico que preside toda la novela.

Así pues, 1970 es el año en el que la familia de la novela, los Ontañeta, pierde parte de sus riquezas a manos de la revolución, ficción novelesca que refleja la situación real de la familia de Bryce Echenique, escritor que en ese mismo año publicaba su primera novela, que justamente consistía en unagrio y burlesco retrato de su aristocrática familia.

Ahora estamos en condiciones de comprender las repercusiones literarias de todos esos planteamientos ideológicos. La profusión de epígrafes tomados de diversas obras literarias nos indica que Bryce ha querido emular las novelas de la decadencia familiar, subgénero narrativo en el que encontramos verdaderas obras maestras. Pero Dándole pena a la tristeza queda muy lejos deLos Buddenbrooks, de Thomas Mann; de Bearn, de Llorenç Villalonga; o de El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

La novela de Mann es una extensa reconstrucción histórica de varias generaciones de comerciantes del norte de Alemania, regidos por la ética protestante aplicada a los negocios. La de Villalonga trata la decadencia de la aristocracia mallorquina desde una proustianaperspectiva psicológica y estética. Y la de Lampedusa convierte el microcosmos siciliano en metáfora de los grandes conflictos históricos y sociales del siglo XIX.

La novela de Bryce no ha seguido ninguna de estas grandes tendencias a la hora de narrar la decadencia familiar y social. Al aislar a los Ontañeta de su contexto histórico, pierde toda opción a darles una dimensión épica, un valor representativo de las tendencias sociales de su época. Por eso no le queda otra opción narrativa que la de centrarse en la descripción de los personajes, en especial en los patriarcas del clan. Pero ninguno de ellos tiene una granenvergadura psicológica, ni siquiera como encarnación de alguna pasión o de alguna maldad.

Los conocemos básicamente en su ámbito familiar, privado, donde aparecen como seres mediocres, mezquinos,sin grandes ambiciones. Cuesta imaginarlos ejerciendo de potentados, de hábiles hombres de negocios, de astutos intrigantes en las luchas por el poder y el dinero. Por eso el argumento ha de sustentarse en una sucesión de algunos vicios, de algunos crímenes, de algunas desgracias… Todo de baja intensidad y todo de puertas adentro, con escasas referencias al mundo exterior. De esta manera el relato se mantiene siempre al borde del culebrón, siempre a punto de caer en el tópico de “los ricos también lloran”, peligro que ya acecha en el mismo título de la novela.

Estos retos narrativos se hubieran podido afrontar mediantela distorsión hiperbólica, esperpéntica, desarrollando las tendencias ensayadas en Un mundo para Julius. Pero, a falta de personajes sólidos y complejos, a falta de una tramaargumental que ligue las intrigas familiares con las tensiones sociales, la novela se sostiene básicamente gracias al florido estilo de Bryce. En su día fue vanguardista y novedoso, aunque hoy ya suene a desfasado.Es un estilo de frase larga, retórico, oral, destinado a ser recitado, en el que la narración se mezcla con los diálogos:

“Y esa misma mañana, un ensoberbecido don Fermín Antonio decidió no almorzar en casa, como lo solía siempre, sino invitar, pero no a su club, no, eso jamás, ni tampoco al Club de Regatas de la Punta, no, de esto, tampoco, ni hablar, sino que más bien ya veremos por cuál restorancillo optamos, sí, esto último, más bien, sí, y ahora por favor, señorita, llame usted al señor Fausto Gastañeta y dígale […]” (p. 51)

Ahora podemos responder a la hipótesis que nos hemos planteado al principio: ¿Los plagios de Bryce pueden ser un síntoma de agotamiento creativo? A juzgar por Dándole pena a la tristeza, hemos de decir que no.Pero también hemos de añadir que esta novela no solo es decadente porque trata de la decadencia, sino también porque lo hace de manera decadente.

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