A través de 18 largometrajes y cortos que todavía se pueden ver de forma gratuita en el Verdi Park, nos hacemos a la idea de lo que se está cociendo en las cocinas cinematográficas italianas y, por tanto, de lo que está pasando en Italia y en el mundo a través del punto de vista de directores premiados en varios festivales este año ( Cannes , Locarno , Venecia , Toronto y Londres).
Los largometrajes presentados en la Mostra son los documentales Sacro GRA, de Gianfranco Rosi, y Indebito, de Andrea Segre , los largometrajes Miele, de Valeria Godino (quien ha recibido el premio de la Muestra por su trayectoria); L’arbitro, de Paolo Zucca; Viva la libertà, de Roberto Ando; Anni felici, de Daniele Luchetti; Border, de Alessio Cremonini; Il terzo tempo, de Enrico Maria Artale; L’ultima ruota del carro, de Giovanni Veronesi y Salvo, de Antonio Piazza y Fabio Grassadonia. Hoy y mañana cierran la muestra, donde se han visto también ocho cortometrajes, tres películas representativas del director homenajeado, Francesco Rosi: Tre Fratelli, C'era una volta y Cadaveri eccellenti.
La verdad del 'rebetiko'
La película Indebito abrió la Mostra en La Pedrera. Andrea Segre, el director, reconoce haber descubierto la realidad europea paseando por las calles de Grecia y a través de la música rebetika, una especie de blues griego de origen de Asia Menor, y de la mano del cantautor italiano Vinicio Capossela. Este es quien informó al director de lo que podía explicar mediante este género musical y, también, narrativo.
La película es un recorrido del mismo Capossela por las tabernas de las zonas portuarias de Atenas y Salónica empapando de los ritmos y de las letras de estas canciones tristes que explican la desgracia que se llevaron consigo estos pueblos emigrados. “Refleja la pobreza y el sufrimiento de este pueblo con mucha dignidad y verdad”, explica Segre. Este dolor, sin embargo, va más allá de Grecia: “La gente pensaba que vería una película sobre la crisis griega y lo que se encuentra es una sobre la crisis de todo el mundo”, añade el director.
Es importante la repercusión que está teniendo este film, que habla más de una crisis existencial ques política o económica. “Hace 10 o 15 años, nuestra clase dirigente entendió que explicar la emigración desde aquí, desde nuestra parte, era una buena mercancía electoral”, comenta, crítico, Segre. Lo que hace en la película, como hizo en su anterior reportaje, Mare chiuso, es explicar lo que pasa al otro lado, las razones de los emigrados. “Se trata sólo de preguntar a protagonistas, que expliquen su historia”, dice . En Indebito, esta historia lleva cantándose desde los años 30 en los tugurios del Pireo: “Y los jóvenes, ahora, las escuchan, las cantan y las hacen suyas”.
Es una manera de entender una crisis de identidad que surge en la cuna de nuestra civilización. “Y esto ocurre en Grecia” , dice Vinicio Capossela, “un país que sólo haciéndose pagar los derechos de autor ya habría saldado toda la deuda que pueda llegar a tener...”
La corrupción, como si nada...
Para acabar de reflejar el espíritu de la Mostra, nos puede servir la película de Giovanni Veronesi L’utima ruota del carro (El último mono) . Nos cuenta la vida de Ernesto, un romano crecido en los “años del plomo” ( 60 y 70 ). Una vida normalísima de un joven de clase media-baja. Tan normal que el hombre se encuentra envuelta en situaciones de corrupción, de favores, de abusos de poder... sin terminar de darse cuenta.
Es una visión irónica, tierna y hasta romántica de las tres últimas décadas de la vida italiana, muy bien cuadrada con personajes perfectamente definidos y muy adecuados para explicar algo tan fácil y tan difícil, a la vez, tan utópico y bonito como que, en el fondo, el amor triunfa siempre, por encima del dinero.
Tenemos a la familia de la mujer de Ernesto (guapísima Alessandra Mastronardi) que involucra a la pareja en turbios tráficos de influencias en los años 70. Tenemos a Giacinto, el mejor amigo, el que de pequeño nunca le pasaba la pelota jugando a fútbol, que se ve atrapado (y bien a gusto) en negocios políticos, comenzando con los socialistas de Craxi, pasando por la cárcel, por operaciones financieras en Rusia y China y terminando con un discurso en familia en favor de Berlusconi, “el hombre que sonríe” (“Giací, pero nosotros no éramos de izquierdas?”, le pregunta Ernesto, dándolo ya por un caso imposible). Un discurso terrorífico que captura la crudeza, la hipocresía y el populismo de quien iba a arreglar las cosas en el país. Tenemos al artista bohemio, incorruptible y feliz. Tenemos a la duquesa (perdón: ¡Donna Giulia!), la representante de la nobleza más estrambótica y deprimente del país. Tenemos a las “veline” que acabarán en política (para aquello de arreglar el país...)...
Una película entretenida, divertida y cruda sobre una vida sometida inevitablemente y, a menudo, inconscientemente a tantas tentaciones, a tantos abusos, tantas injusticias que se convierten en hechos asumidos, aceptados por una sociedad como narcotizada. Hasta que (por suerte) estalla, claro.
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