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Retrato de un escritor

El escritor italiano Alessandro Baricco fotografiado en un hotel de Barcelona. /Edu Bayer

Toni Polo

No. No es que Alessandro Baricco (Tutín, 1968) haya dejado de escribir. Todo lo contrario. La novela Mr. Gwyn (Anagrama, La Magrana), que narra la historia de un escritor que decide dejar de publicar, es una declaración de amor por la escritura: “Es una historia sobre este gesto tan bonito que es escribir”, comenta el autor.

El protagonista es Jasper Gwyn, un escritor que descubre que no sólo no quiere escribir libros, “tampoco querría haberlos escrito”. Y pone todo su empeño en buscar una nueva profesión: “Le gustaba pensar que estaba dilapidando sus ahorros tratando de dedicarse a un oficio que ni siquiera sabía si existía. Quería sentirse atrapado, porque era la única manera de poder encontrar dentro de sí mismo lo que buscaba”.

El oficio de retratista

Ese oficio será el de escribir retratos. Mr. Gwyn llega a la conclusión de que cada individuo no es realmente el personaje de una historia sino la historia en sí. “Somos el bosque donde camina, el malo que lo estafa, el alboroto que lo rodea, la gente que pasa, el color de las cosas, los sonidos”, concluye Rebecca, la coprotagonista del libro. La mejor manera para explicar eso no es otra que escribir un retrato. Y, para ello, necesita desaparecer, igual que cada retratado se tiene que comprometer a mantener el retrato en secreto “bajo pena de sanciones pecuniarias astronómicas”. Nadie, jamás, leerá el retrato de otra persona.

Igual que al señor Gwyn, a Baricco lo asaltó la idea de los retratos en una galería de arte. “Intenté escribir uno, buscando a la persona apropiada, el lugar adecuado… Para entenderlo no hay que entrar de lleno en la historia, hay que mantener una cierta distancia”, dice. Y recuerda que en su novela City (1999) hay una historia de boxeo y, para reflejarla, estuvo “mucho tiempo a pie de ring, pero sin llegar a boxear”. Aun así, el autor reconoce que tanto lo entusiasmó ese mundo que después sí llegó a boxear.

Lo mismo le ha ocurrido con los enigmáticos retratos de Gwyn: se quedó con las ganas de escribir uno y acabó haciéndolo. En esta novela hace referencia a otra, titulada Tres veces al amanecer, presuntamente escrita por el protagonista. En esas páginas la joven Rebecca se reconoce retratada y emprende un intrigante rastreo del autor de esas páginas: ¿habrá osado plagiar el admirado Mr. Gwyn a otros escritores? El desenlace, en las últimas páginas de la novela.

Un vestíbulo de hotel…

Lo que sí desvela Baricco es que existe un retrato que el público (ahora) puede leer. “Al acabar de escribir Mr. Gwyn comprendí que había una imagen, una escena que tenía que escribir”, revela el escritor. Se refiere a la confesión que hace el protagonista sobre que “en otra vida le gustaría ser un vestíbulo de hotel”. El padre de la inolvidable obra de teatro Novecento nos habla del hall de un hotel, a las cuatro de la mañana; de un tipo que va a trabajar, tan aseado como triste; y de una mujer que regresa de fiesta, tan desarreglada ya, a esas horas, como contenta. Y se cruzan. Es lo que Joaquín Sabina canta como “ambiguas horas que mezclan al borracho y al madrugador”. Baricco convierte esta escena en el retrato escrito de alguien, el único que podemos leer, el que Rebecca lee antes de que el propio Baricco lo escribiera. “Es la primera parte de mi siguiente novela, Tres veces al amanecer [todavía no publicada en España]”. Un caramelo para el lector más curioso.

Ahora entendemos a Gwyn cuando proclama que somos páginas de un libro que nadie ha escrito jamás. “Es un concepto muy vago e impreciso pero tiene algo de verdad”, explica Baricco. “Es un drama precisamente porque es un libro no escrito”

En Mr. Gwyn Baricco recupera un estilo transparente, sintético y penetrante. “En general, un libro es una cura respecto al libro anterior”, explica, “y Emmaús [su novela anterior] había sido un libro de piedra, severo, cerrado, de una escritura angulosa, rocosa. Cuando lo terminé soñaba con escribir una novela de cristal”. Esta necesidad de desintoxicación permite a Baricco proclamar que tiene tantos estilos como mujeres tiene Don Juan. Lo dice sosteniendo la edición del Tenorio de la colección Save the Story, en la que Anagrama publica versiones de clásicos escritas por grandes escritores contemporáneos para las nuevas generaciones.

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