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“Ahora nos bombardean el Estado de Bienestar”

Barcelona bajo las bombas fascistas...

Toni Polo

Barcelona —

“Nací un año antes de que murirera Franco y no sabía casi nada de los bombardeos sobre Barcelona”. Lo reconoce Pere Riera, autor y director de Barcelona, obra que se puede ver hasta el 22 de junio y que narra la entera jornada del 17 de marzo de 1938 en una casa de la zona alta de la capital catalana bajo las bombas de la aviación fascista italiana. Esa ignorancia es significativa. Riera no es culpable. El culpable es el olvido, el silencio, el pasar página que ha durado más de medio siglo (¿o todavía dura?). Un silencio, un olvido y una ignorancia con algunos puntos en común a lo que se vive en Italia, país que, bajo el gobierno de Mussolini, no dudó en realizar los primeros bombardeos aéreos de la historia sobre población civil. “Tenemos que soportar que en más de un liceo [instituto] de Italia cuelguen placas en honor a los aviadores que actuaron en la guerra de España”, cuenta Marcello Belotti, miembro de la asociación AltraItalia, que interpuso una demanda por crímenes de lesa humanidad y con la que pretenden que el Estado italiano pida oficialmente perdón por aquellos hechos. Después de que la Audiencia Nacional se declarara no competente en el caso, el Juzgado de Barcelona admitió a trámite la querella y está investigando los hechos.

Pere Riera no ha querido lanzar ningún mensaje, pero admite haber escrito el texto desde el cabreo: “Es un humilde homenaje a la Barcelona que pudo haber sido”, dice. Sin embargo, sí que hay un mensaje clarísimo: el que nos lanzan las personas que vivieron esos bombardeos sin ninguna culpa y sin ninguna escapatoria. Un mensaje contra el olvido. “Lo más terrible fue el silencio posterior”, dice Emma Vilarasau, una de las protagonistas. “Nos hemos puesto en la piel de los que, a pesar de todo, cerraban la puerta de su casa y tocaban el piano y trataban de llevar una vida lo más normal que pudiesen”. Ese aspecto, tan humano, que tan poco tiene que ver con las decisiones militares, es el que nos acerca la obra. Por lo tanto, rescata del silencio y del olvido a aquellos barceloneses a los que, durante años, no hemos escuchado: “¡Qué rabia, ahora, no haber querido escuchar a mis abuelos cuando contaban cosas de la guerra!”, se queja Riera. O que no nos han querido contar: “Muchos abuelos prefirieron no hablar de ello, taparlo”, apunta, apenada, Vilarasau.

La visión de los avergonzados

Marcello, que lleva casi 10 años en Barcelona y que ha trabajado como actor teatral en Italia, nos acompañó a ver la obra y se emocionó por esa cercanía que aporta y por el montaje del espectáculo. “La obra nos acerca aquellos momentos terribles de una manera muy humana, vivimos lo que sentían las personas, que no olvidemos que eran el verdadero objetivo de los aviones Saboya”, resume. “Además, los personajes hablan de Barcelona, de nuestra ciudad, de la calle Entença, de la Barceloneta... de lugares reconocibles, que siguen ahí, al lado de nuestras casas. Eso hace que el público se sienta más involucrado, si cabe”.

En el testimonio de Marcello vemos no ya la visión de los vencidos o la de los vencedores de un episodio lamentable. Se trata de plasmar el punto de vista de los avergonzados, de los que, por cuestiones burocráticas, “pertenecen” a un bando pero quieren recordar que de Italia, de aquel país sometido por Mussolini y amigo de Hitler y de Franco, vinieron a España otros italianos, una 'Altra Italia', “la de los que lucharon con las Brigadas Internacionales contra el fascismo”. El pasado sábado, el Jardí de la Mediterrània del cementerio de Montjuïc acogió un homenaje en memoria de los antifascistas Guido Picelli y Antonio Cieri, “que combatieron a los fascistas en las calles de Parma en 1922 y en la Guerra Civil, donde murieron defendiendo los valores de democracia y libertad”.

Ante quienes quieren recuperar la memoria y hacer justicia, aunque sólo sea simbólicamente, se sitúan quienes siguen prefiriendo no tocar las heridas del pasado, hacer borrón y cuenta nueva, normalizar una situación que de normal no tuvo nada. De ahí que “se cuele” un homenaje en forma de diploma a la Hermandad de Combatientes de la División Azul (unidad de voluntarios españoles que luchó al lado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial), con la delegada del Gobierno en Catalunya, Llanos de Luna, a la cabeza. Marcello se siente indignado: “Es escandaloso que en un Estado democrático instituciones públicas homenajeen a fascistas que apoyaron a Hitler y Mussolini sin que nadie dimita inmediatamente o sea destituido por sus superiores. Cabría introducir también en la Constitución española una norma que está presente y es muy importante en la italiana que prohíbe penalmente la reconstitución y la apología del partido fascista, como fundamento de una Constitución democrática. En Italia, de hecho, el 25 de abril, día de la Liberación del fascismo es fiesta nacional y, de alguna manera, es una fiesta también española ya que aquellos italianos que vinieron aquí a luchar por la República y consiguieron volver vivos a Italia, luego, entre el '43 y el '45 estuvieron entre los máximos responsables militares y políticos de la 'Resistenza'.

En casa de los Vila...

Barcelona transcurre en la elegante casa de los Vila. Allí ordena y manda Núria (una impecable Míriam Iscla), viuda de un industrial progresista asesinado presuntamente por anarquistas. Todos los personajes giran alrededor del orden establecido por Núria: el suegro (Jordi Banacolocha), los hijos, Tinet y Victòria (Carlos Cuevas y Anna Moliner), la asistenta Nati (Pepa López) e incluso el pintor, amigo de la familia y ferviente militante antifascista (Pep Planas) y Ramon, el repelente prometido de Victòria (Joan Carreras), que justifica que lo mejor es que acabe la guerra, a sabiendas de quién la va a ganar (“Cuando nos hayan matado a todos no quedarà nada que defender”, se excusa). La llegada de París de Elena (enorme Emma Vilarasau), amiga de juventud rebelde, casi hermana de Núria, en plenos bombardeos, alterará la conciencia de la implacable anfitriona...

La obra no está escrita con intención documental, según explica Pere Riera. Sin embargo, el texto, brillante, creíble en todo momento y con un ritmo que atrapa (a quien más y a quien bastante menos se les pone la piel de gallina en algún momento de exaltación), da mucha información que el autor fue recabando al escribirla. “Los aviones volaban a ras de las calles para ametrallar a las personas”, dice Riera y cuentan sus personajes. Y, a pesar del miedo, del pánico (¡esas odiosas sirenas, esas estruendosas bombas, esos gritos espantosos!), la familia lucha por mantener una imposible normalidad: “Es como ver una peli!”, exclama el hijo...

El simple hecho de no olvidar lo que ocurría fuera, la preocupación constante por las noticias que llegaban de la calle y la inquietud por saber quiénes habían caído hacen que la música, los bailes y las historias que cuenta la fabulosa Elena no sean un cuento de hadas. Ella no es ningún hada: “¡Todavía me meo en la foto del rey cuando oigo La Internacional!”, aclara en un momento dado.

De todo ello queda constancia en la exposición Catalunya bombardejada, en el vestíbulo del teatro, que conmemora los 75 años de los bombardeos y a las 5.000 víctimas mortales en todo el conflicto bajo las bombas fascistas y nazis (1.000 en esos fatídicos días 16, 17 y 18 de marzo del 38). Marcello conoce la muestra de memoria: “Una de las fotos que más me llama la atención es la que muestra una pancarta en una manifestación en la que se lee: Abajo Italia, Alemania y Portugal, asesinos del proletariado español”. Bien podría haberla hecho Simó, el pintor amigo de la familia Vila que se dedica a crear pasquines revolucionarios y antifascistas.

La actualidad de la obra

El autor y los actores coinciden con Marcello en reconocer la importancia que tiene recordar esos bombardeos en la actualidad. “Yo estoy acojonado”, admite Riera. “No estamos tan lejos de aquella situación. ¡No hace ni 20 años pasó en Yugoslavia!” Por eso el autor reconoce que “el impulso para escribir esta obra fue el contexto actual”, dice. “De crisis como la que estamos sufriendo pueden salir conflictos todavía más graves”. Pepa López lo tiene igual de claro: “Ahora caen otro tipo de bombas, pero nos deberían hacer pensar”, advierte. Marcello tiene claro que las bombas no han dejado de caer: “Ahora asistimos al bombardeo continuo sobre el Estado de Bienestar que es un derecho de todo el mundo, y por consecuencia, sobre una idea noble, social e inclusiva de Europa.

Los bombardeos y la resistencia de los baceloneses fueron recordados por Winston Churchill dos años más tarde, ante la puesta en práctica de las lecciones de Barcelona en los bombardeos sobre Londres por la aviación alemana en la Segunda Guerra Mundial: “No quiero menospreciar la severidad del castigo que cae sobre nosotros, pero confío en que nuestros conciudadanos demostrarán ser capaces de resistir como lo hizo el valiente pueblo de Barcelona”. De nuevo, piel de gallina. Una de las conclusiones que sacan Pere Riera y Marcello Belotti es, precisamente, la de la memoria, la de derrotar el olvido. Para que las próximas generaciones se se sigan emocionando al recordar y conmemorar la resistencia de sus antepasados.

Después de tres horas de trepidante teatro, Marcello abandona el TNC satisfecho: “Salgo más convencido de la utilidad de nuestro trabajo sobre la memoria histórica”, dice. “La representación le da a la historia una dimensión humana difícil de ver en los libros. Es una manera de sentir vivo el proyecto, por lo que quiero agradecer a la compañía la realización de esta obra”.

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