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Sol Picó pide un rescate

Toni Polo

Hemos visto que el Lliure da cobijo a las jóvenes compañías, probablemente, las más necesitadas. Pero los artistas con más recorrido, aquellos que lo han dado todo en su especialidad, lo siguen dando y seguirán haciéndolo, tampoco es que estén, que digamos, a reparo de la que está cayendo. Sol Picó, uno de los nombres imprescindibles en la danza contemporánea española, lo tiene claro y lo ha coreografiado en una obra, Memòries d’una puça, que estrena el día 9 de noviembre en el Teatre de Salt, dentro del Temporada Alta, y que en julio estará en el TNC.

Memòries d’una puça es una reflexión sobre la actualidad. Sol, ni más ni menos que cualquier ciudadano, se ve sumergida en la crisis y desde allí desarrolla su obra. “Primero pensé en representar al ser humano a través de una hormiga, pero me di cuenta de que la hormiguita es muy trabajadora y no teine la parte chunga [tan humana...] que sí tiene la pulga”, explicó ayer la autora. Además, si la hormiga no salta lo de bailar (que es de lo que se trata) lo tendrá peor todavía.

La obra es sobre la desesperación, la emigración que nos espera, la supervivencia, las ansias de huir... pero, por encima de todo, hay una ilusión: la de cambiar el mundo. Esa esperanza empuja a nuestra pulga a meterse dentro de una botella y lanzarse al mar para que alguien escuche su mensaje de socorro. “En esta crisis de la que todos hablan, yo sí que pido un rescate”. Más actualidad, imposible.

La pequeña pulga Sol recorrerá el mundo de la mano de dos grandes pulgas, los bailarines Valentí Rocamora y Carles Fernández. Con ellos y con su lenguaje lúdico y explosivo nos planteará una serie de preguntas: En el movimiento continuo, ¿huimos o avanzamos? ¿Cómo nos afecta lo que dejamos atrás? ¿En qué medida somos partícipes de nuestro futuro? ¿Qué relaciones establecemos en nuestro viaje? ¿Cómo escogemos a nuestros compañeros de ruta?

A través de la magia y el absurdo (¿hay mejores armas para afrontar la situación decadente y desolada que nos acecha?), Sol tiene claro desde el minuto cero de la hora que dura la representación que “en cualquier situación, por muy chunga que sea, se puede bailar”. La danza se convierte, entonces, en una salvación. “En todos lados se puede montar una fiesta y, si nos hacen bailar sobre basura, bailaremos sobre basura”. ¿Podría entenderse la frase de la bailarina en sentido metafórico? ¿Alguien puede llegar a pensar que estamos bailando encima de la mierda? En este panorama, Sol Picó, como siempre, recurre a otra arma: la ironía, el humor. “En los momentos complicados es imprescindible reírse”, asegura. Mejor así, aunque parezca paradójico contar con una sonrisa lo que cuesta tirar adelante. Y volvemos al conflicto generacional: “¡Joder! Una lleva mil años dándolo todo y ahora, que podría vivir con tranquilidad y disfrutar, se encuentra con que las subvenciones no llegan, con que hay que hipotecarlo todo, con que toca bajar a la trinchera para seguir viviendo”.

Slavador Sunyer, director del Temporada Alta, sentado junto a Sol Picó durante la presentación, interviene para reclamar ayudas a las instituciones, “pero ayudas útiles, que no permitan que se corte el proceso”. El gerundense defiende el talento que hay en el país. Y no soporta que se tengan que ir fuera paa ser primeros espadas. Pero es que aquí sólo se les dan dos bolos y las gracias.

El escenario viene a ser este inmenso mar de inquietudes. Un mar rebelde. Si no violento, sí de extrema dureza. El baile es igual de duro: “Es energía combustionada y constante”, explica la coreógrafa. “Bailamos con una intensidad brutal, no paramos”. No pueden parar. La responsabilidad que tienen es mucha.

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