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Jordi Sanglas: “En el fondo todos colaboramos con el enemigo, no podemos hacer nada más”

Jordi Sanglas és l'autor de '100.000 candeles', la seva primera novel.la. / CARMEN SECANELLA

Cristina Carbonell / Cristina Carbonell

100.000 candeles es la primera novela de Jordi Sanglas (Vic, 1979). Una obra de una introspección radical pero al mismo tiempo muy digerible construida con un ritmo poético que no deja de tener los pies en el suelo. El protagonista vive un momento de cambios personales en un mundo que no está hecho a su medida y en el que jugar con las piezas que se rompen y no encajan se convierte en una operación de cirugía emocional extremadamente delicada pero absolutamente necesaria.

'100 .000 candeles' no es una novela muy convencional, empezando por el título.

“100.000 candelas de luz solar” es un concepto que fue cogiendo peso en la novela y que se fue metamorfoseado. Candela es una unidad básica de medida de la intensidad de la luz. 100.000 candelas por metro cuadrado equivalen a la luminancia del sol. Los elementos naturales tienen bastante peso en el conjunto de la novela y quería que la luz tuviera un papel importante. Y el sol. Sobre todo el sol. Me parece que fue En la carretera, de Jack Kerouak, que leí por primera vez la frase del Eclesiastés “no hay nada nuevo bajo el sol”, que me impresionó. Tenía 12 o 13 años. De algún modo, este título proviene de allí. “Lo que ha pasado volverá a pasar, lo que se ha hecho volverá a hacerse: no hay nada nuevo bajo el sol”. 100.000 candelas también es una expresión local que los personajes utilizan para describir la luz que les llama la atención, que los deslumbra o que sencillamente está por allí, la luz del sol que brilla siempre sobre sus cabezas, incluso de noche, reflejada en la luna. Una presencia constante. Está claro que para ellos la luz también es algo más que sólo luz. Además, fui 15 días de gira con un músico estadounidense que se llama Daniel Higgs. Un tipo muy interesante, devoto de Ramon Llull. Cuando llegamos a Zaragoza, me advirtió sobre el cartel que anunciaba su concierto. Era un ejército de candelas en formación de triángulo isósceles apuntando hacia abajo, muy parecida a la portada del libro. “Mira, Jordi, 100.000 candelas”, dijo. Cada candela me pareció una persona con la cabeza encendido. Formaban parte de un conjunto y tenían la cabeza encendida. Como Cançó 7a en colors de Pau Riba, pero en vez de hierba fresca, fuego. De ahí salió la imagen que aparece al final del libro. Personas aisladas en diferentes lugares de este mundo que han entrado en un proceso de combustión lenta y que algún día serán un ejército. Esta es la idea de fondo del libro. Pura política emancipatoria.

La estructura de la novela también es muy peculiar, como de dietario, en la que se mezcla pasado y presente. Y haces una regresión a los años noventa, con todos los referentes musicales, culturales, de lugares...

Supongo que en el fondo está intentando explicar cómo veía las cosas y, al mismo tiempo, reflejar mi realidad de ahora. Necesitaba recuperar una serie de cosas que fueron conformando mi manera de representarme el mundo y de entenderlo, y supongo que de una forma natural fui a parar a esta etapa de adolescencia, de ruptura con el pensamiento inculcado. En el momento en que de golpe empiezas a encontrar una nueva manera personal tuya de ver las cosas y que te permite avanzar y llegar donde estás ahora. En ningún momento pensé que tenía que hablar de todo aquello, fui a parar allí. En verdad lo que tenía ganas era de explicar algo actual, de este momento.

La novela cuenta cómo el protagonista se va situando en el mundo, cómo rompe con la desidia provocada por un momento de desorientación y encuentra un lugar propio.

Lo que he intentado explicar, y para mí eso es importante, es por qué yo no me he sentido, no me siento, de una cultura estandarizada. Yo quería explicar cuál era mi cultura, de por qué las cosas las veo como las veo, mi visión de las cosas. Yo no vengo de una familia de cultura, la cultura en mi casa se ha visto como un entretenimiento de la gente que tiene dinero y para ellos lo importante era tener dinero, el trabajo... Cuando leía en mi casa, era visto como un vago. La cultura como yo la entendía antes de hacer mi proceso era como la entendían en mi casa, era algo de una gente de Barcelona, ​​que hacían ellos, era de unos elegidos. Martí Pol, por ejemplo, lo que hacía no era visto que fuera para nosotros sino para la gente de Barcelona, ​​y para mi fueron muy importantes la música y los libros, que me ayudaron muchísimo a encontrar mis referentes en este momento de cambio, de crecimiento, que es la adolescencia. Yo creo que toda la novela habla de eso, de alguien que está totalmente desubicado. De sentirse fuera de este mundo, de sentirse un extraño. Como la frase de Raimon “nosaltres no som d’eixe món”, y eso creo que es esencial en la novela. Siempre nos lo han dado todo hecho, y precisamente por eso no nos lo sentimos nuestro, y tampoco hemos podido hacer nada. Este ha sido el problema, que no hemos tenido mecanismos para poder romper. De hecho, creo que estamos en esta situación tanto en el aspecto político como social, es decir, todos sabemos que las cosas tal y como van son una mierda pero no sabemos cómo podemos cambiarlo. Y aquí estamos. El 15-M, en parte, es un poco eso. De alguna manera es una revuelta adolescente, diciendo que estamos aquí pero que esto no es nuestro, porque el lema es éste, nosotros somos nosotros y vosotros sois vosotros, y esto es un primer paso. Y la novela habla de eso todo el tiempo. Es una novela de ruptura con una realidad fría y constante que no nos permite avanzar, como una pared indestructible.

Hay mucha negación en la novela, la negación de todo...

Es que no puedes hacer mucho más cuando no tienes nada en tus manos. Sólo puedes negarlo. No puedes aportar nada porque no tienes poder. ¿Qué tienes que decir tú ante eso?

Puedes decir “a la mierda”. “Decir «a la mierda» significa Todo. Nuestra negación, pura creatividad, necesidad de autoafirmación. Seguramente nunca hemos hecho nada por nadie, sin embargo romperlo todo es una declaración de amor infinito a la vida. Nuestras emociones no son nada pero son nuestra política.”

Yo a los 17 o 18 años hacía cosas que iban en contra de todo lo que yo odiaba, pero las hacía en contra de aquello mismo que hacía, porque en el fondo mi pensamiento era el de mis padres, el del cole, es decir, lo que me habían inculcado, lo analizaba todo con aquellos parámetros y aquello me hacía sentir mal. Hasta que hubo un momento de ruptura en el que dije que yo no tengo por qué pensar que si esto está mal hecho, que si yo debería estar haciendo lo otro que se supone que debo hacer. Pues no. ¿Por qué? Si yo no lo veo así, si yo pienso que no. Hay una ruptura con todo lo que te han inculcado los padres, tiene que ver con matar al padre, en este sentido. Es lo mismo que se está haciendo ahora en el aspecto político y todo es matar al padre y decir “eh! yo no debo sentirme mal porque tenga estas obligaciones y no las esté cumpliendo”, si esto es una mierda y yo no creo y puedo representarme el mundo de otra manera, porque eso tu también es una representación del mundo y lo mío también lo puede ser, y quizás diferente y mucho más positiva y mucho más acorde con lo que yo creo.

De hecho, el padre sale en la novela...

Y lo mato. Y esto tiene mucho que ver con esta ruptura con la cultura oficial e inservible, que además durante un tiempo te ha condicionado absolutamente porque ha formado parte de ti. Es decir, si a ti te enseñan que la cultura es un entretenimiento para que cuando llegues cansado por la noche puedas mirar un programa que te haga reír un rato, aquello no es sólo el hecho de que llegues a casa y te rías un rato, sino que lo está configurando tu vida, y te están anulando cualquier posibilidad de emancipación cultural, porque tú te estás tragando aquello y te estás negando a ti mismo. Estás aceptando una realidad que te están imponiendo. Y ya no te planteas alternativas. No quiero sonar paranoico, pero los medios de comunicación generalistas han vehiculado mucho la cultura y nos la han hecho entender de una forma no natural. La cultura es simplemente comunicación, intercambio de información y utilización de esta información para construir algo común.

Para construir, antes hay que destruir. Y el libro va por este camino, es una destrucción para acabar construyendo, aunque en la novela sólo se queda en la fase de destrucción.

Sí, porque la cultura es un proceso, la construcción es un proceso, y estás construyendo algo que de momento está verde. Es como en una manifestación, donde se dice: “Es que vosotros lo criticáis todo, pero qué proponéis?” Entonces la gente se tragan eso y comienzan a reunirse para hacer propuestas, venga va hay una economía tal... y no es eso... Tú te lo cargas todo y tienes unas ideas y unos objetivos hacia donde ir y todo lo que podrás hacer es un proceso, no es una respuesta. No puedes dar una respuesta cerrada, tú te puedes cargar algo, pero tú no puedes dar una respuesta cerrada a lo que tú propones, es decir, lo que tú propones es simplemente avanzar hacia otra dirección y abrir otro proceso.

El ritmo del discurso en todo el libro es repetitivo, muy obsesivo, muy de mantras, más bien negativos. Cuando te repites muchas veces algo, hace que acabes creyéndotelo o siendo aquello y quizá después rebelándote...

Yo soy una persona obsesiva, y he intentado escribir de una forma que se acerque a mi manera de ver las cosas. Y mi manera de ver las cosas funciona un poco así, para bien y para mal. Es un intento de acercarme a como soy. Para mí eso es importante, cuando escribo, no sólo contar una historia sino también acercar a alguien a cómo yo percibo las cosas porque quizás también puede servir a otra gente.

“Somos la visión de uno mismo, que tiene tu ojo de la mente”.

Esto está sacado literalmente de un libro que a mí me marcó muchísimo que se llama Cassavettes por Cassavetes, una recopilación de entrevistas en el que el director habla de sus películas pero que suelta toda una filosofía de vida que a mí me parece preciosa, y tenía grabada esta frase y me sirvió para explicar esto, la utilicé. Copio muchas cosas, frases literales, cogidas de libros literalmente.

Hay muchas frases lapidarias, como aforismos...

Sí, supongo... Son frases que me hago mías. El otro día fui a ver To the wonder, de Terrence Malick, sus pelis casi no tienen diálogos y todo son frases que se han dicho el uno al otro y que van sonando como en off. Yo creo que cuando hablamos soltamos cosas que son las que te quedan de una conversación, puedo hablar mil horas con alguien pero en el fondo sólo me quedarán tres frases que son las que me han hecho algo dentro. Entonces si yo quiero profundizar en lo que he escuchado siempre lo haré a partir de aquella frase que me ha hecho dar un paso, o me ha hecho remover el estómago. Es como desnudarlo todo y quedarte con la frase que te sirve, y a partir de esa frase tú puedes ir avanzando, y supongo que esto es como un mantra, frases que sirven para avanzar en el pensamiento.

Como por ejemplo “Olvidad, olvidad, olvidaros de todo”. Esto es como un mantra que se repite varias veces a lo largo del libro y que tiene mucho que ver con el trabajo que hace Adelmar, de borrar recuerdos. No tener recuerdos es no tener subjetividad.

Exacto, es esta realidad que te decía opresora, el hecho de sacarte los referentes, sacarte el recuerdo de las cosas, y hacerte vivir una vida estándar. Esto sería, pues, como un mantra malo, cuando la novela habla de todo lo contrario, de buscar a un mismo aunque sea con la mierda, ya que es el único que hay o que tengo ahora mismo.

Y por qué el protagonista hace este trabajo de borrar recuerdos?

Porque la novela va de luchar contra la realidad y de lo que hace la gente, y de buscar una salida a todo esto. Que trabaje en una agencia que intenta borrar los recuerdos de la gente es trabajar para el enemigo, y para mi tiene mucho que ver con el trabajo que yo tengo, que simplemente es un sueldo, un modo de ganarme la vida. Tiene que ver con esta sociedad que no es la nuestra, tiene que ver con el hecho de colaborar con el enemigo, porque en el fondo todos colaboramos con el enemigo, ya que no podemos hacer nada más, qué tenemos que hacer, si estamos aquí, si esto no es nuestro y no lo hemos elegido nosotros. Ya estaba todo hecho y tú eres una pieza más de este mecanismo terrorífico. Quería que trabajara para el enemigo y que tuviera este conflicto, que se soluciona de una manera muy utópica.

“La gente muere emocionalmente a los 21 años porque pierden el contacto con las cosas que llevan dentro...” ¿Tu moriste emocionalmente a los 21 años?

Esto también es de Cassavetes. Yo no creo que muriera a los 21 años, yo creo que nací a los 21 años, o los 18, los 19 o los 20, pero porque conseguí romper con la conciencia que tenía entonces de las cosas, que era una conciencia que a mí no me iba bien y que a mí me perjudicaba y no me dejaba avanzar, y me construí la mía propia.

¿Y cómo lo hiciste?

No me la inventé yo solo, sino gracias a mi afición a la música, a entrar en este mundo underground de música independiente, de escribir en fanzines, de conocer gente que decía unas cosas maravillosas... Era como empezar a formar parte de algo, en el momento de romper con la cultura oficial y de empezar a ir por esos caminos. Yo creo que tú mueres emocionalmente, y creo que Cassavetes lo decía en este sentido, a los 21 años, si no haces este paso y no empiezas a pensar con “tu visión que tiene tu ojo de la mente”, si no empiezas a pensar en cómo tú ves las cosas y te buscas un entorno de gente, que quizás no te lleva a ninguna parte, pero es igual, tú necesitas aquello para crearte tu propia cultura, tu identidad a través de pertenecer a algo. No de manera individual, pues, porque de manera individual es una locura, buscarte una cultura y una manera de ver las cosas diferente de la que para ti es inservible y aniquiladora. Y eso es la cultura oficial. Y por eso la gente muere emocionalmente a esta edad más o menos, porque entras en una dinámica que si entras ya no sales.

El libro termina: “Todos ellos esperaban la oportunidad de escaparse. Todos ellos vivían con la culpa de la gente que habían dejado atrás”. ¿Por qué este sentimiento de culpa?

Porque no hemos sido capaces de hacer esto, o sea tú puedes haber estado con 18 años disfrutando como una bestia, y siguiendo el mismo camino, hasta que seguís caminos diferentes y al cabo de 10 años te lo encuentras y ya no consigues conectar con él porque ya ha abandonado estas cosas y en el fondo a ti te han servido y todo, y ahora está en otra cosa... Y lo que evidencia esta frase es el fracaso colectivo de nuestra generación si quieres decirlo así, o sea, no hemos sido capaces de decir nosotros tenemos otras ideas, y otros objetivos y avanzaremos hacia donde queremos y ya lo iremos haciendo. Yo creo que no hemos sido capaces de hacerlo y eso ha dejado mucha gente por el camino, gente que querías mucho y todo, y esa culpa la tengo yo dentro.

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