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'Calle de los ladrones’: crónica del viaje hacia la madurez de un joven marroquí

Cristina Carbonell

Calle de los ladrones (Mondadori, 2013 / Carrer Robadors, Columna, 2013), finalista del premio Goncourt 2012, narra el recorrido vital de un joven marroquí hasta el barrio del Raval de Barcelona. Es una novela escrita en tiempo real sobre hechos reales. Mathias Enard la empezó en 2010, año en que estalla la Primavera Árabe, y la terminó en 2012, cuando el movimiento de los indignados parece enfriarse y el PP vuelve al gobierno de una España en plena crisis.

Igual que el viajero y cronista Ibn Battuta, Lajdar, el protagonista y narrador de la novel.la, empieza su viaje desde Tánger y al igual que las crónicas del viajero musulmán del siglo XIV, Calle de los ladrones constituye una contribución documental del mundo contemporáneo muy precisa. Ahora bien, a diferencia de la época de Ibn Battuta, ya no quedan territorios por explorar, y el viaje se convierte en un descubrimiento de los propios paisajes vitales.

Calle de los ladrones va más allá de los hechos circunstanciales que acompañan el viaje de Lajdar, expulsado de su cotidianidad por unos hechos incestuosos con su prima, Meryem. El descubrimiento de la sexualidad lo impulsa, o la expulsa, a un viaje iniciático hacia la madurez. Despojado de referentes familiares, el protagonista y narrador de la novel.la no cumple el estereotipo que nos han calzado los medios de comunicación del inmigrante sin papeles. Lajdar es un joven que ama los libros y es guiado por las pulsiones vitales más humanamente universales. Así, el amor se erige como la única luz que lo hace emerger de todas sus experiencias con la muerte, presencia constante en todas las aventuras que configuran su trayecto.

En este sentido, la muerte también se convierte en la pulsión del movimiento vital del protagonista. Todas las casillas que constituyen el recorrido de la partida se tambalean por la presencia de la parca: la muerte de Meryem, el trabajo alienante de transcripción y clasificación de los nombres de los muertos franceses durante la Primera Guerra Mundial, y de ayudante de Cruz, un personaje de alma oscura que regenta una funeraria de Algeciras y se enriquece con la deportación de los cuerpos vomitados por el mar que buscaban una vida mejor en la otra orilla. Y justamente porque no son situaciones elegidas, todas las experiencias vividas lo expulsan a otras casillas que él tampoco escoge. Incluso cuando llega a Barcelona, ​​cuando es lanzado en medio de “la gran miseria” de la calle Robadors, en el corazón de la ciudad mediterránea de moda y en la misma ciudad de Judit, el motivo básico por el que llega hasta aquí, sigue siendo y sintiéndose una persona absolutamente desubicada.

Todos los lugares donde se deja caer se convierten en pequeñas prisiones de sí mismo. Y en la calle Robadors, la calle de los ladrones, le es robada la vida. La desilusión le ahoga, ya ha dejado de ser la criatura inocente llena de sueños que contemplaba el estrecho de Gibraltar bajo la luz humeada de un atardecer en Tánger. “El distanciamiento, tanto en la amistad como en el amor. Basam se distanciaba; yo también me distanciaba, sin duda. Ya no era la criatura estúpida de Tánger, llena de sueños mediocres, sino que avanzaba hacia mi prisión, ya encerrado en la torre de marfil de los libros, que es el único lugar sobre la faz de la Tierra donde se puede vivir bien.” Y no es hasta que coge las propias riendas, hasta que toma la decisión, simbólica pero necesaria, de demoler esa estructura vital que no le deja avanzar, no es hasta entonces que deja de contemplar el mundo como un simple espectador. Y es que “quizá lo que da valor a nuestra vida es un instante, un momento lúcido, un solo segundo de coraje”.

Enard, cronista del siglo XXI

Mathias Enard, que escribe de lo que conoce y se erige como fiel cronista del siglo XXI, nos regala una novel.la iniciática y de aventuras -a la altura de su admirado Joseph Conrad- que también juega con el género negro. Hace un retrato fiel y preciso de los lugares que dibuja y, sobre todo, de la Barcelona actual, la de los turistas y la de los inmigrantes, la de la gente de toda la vida, la de clase media y la de los bajos fondos. Toda una variedad cromática perfilada con un lenguaje que se lleva al lector allí donde justamente quiere: a seguir el viaje por los rincones de lo que significa vivir y sobrevivir en la historia contemporánea de todos nosotros.

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