Ninguna de las siete escuelas que la Generalitat anunció que cerraría a partir del próximo curso bajaron los brazos cuando recibieron la noticia. Algunas salieron a la calle a protestar, otras rebatieron los argumentos del departamento de Enseñanza en los despachos, y finalmente tres de los centros afectados consiguieron una moratoria. Esta victoria parcial dio ánimos al resto de escuelas en cuestión, pero las esperanzas se desvanecen a medida que se acerca la fecha en que se abre el plazo de preinscripciones para el próximo curso (2013-2014), el lunes que viene. Las escuelas que la próxima semana no aparezcan dentro de la oferta de plazas de preinscripción para los primeros cursos de infantil lo tendrán prácticamente imposible para evitar su desmantelamiento.
En la escuela Can Montllor de Terrassa (Barcelona) no esconden su preocupación por la cercanía de esta “fecha límite”. De todos los centros afectados por el cierre de líneas, éste es el único que tendrá que cerrar sus puertas definitivamente en septiembre (el resto lo podrán hacer progresivamente), y por eso sus reivindicaciones han sido más intensas. “Nos hemos reunido con formaciones políticas, hemos ocupado los Servicios Territoriales, hemos protestado ante el Ayuntamiento de Terrassa, también ante la Generalitat, e incluso hemos hecho una huelga de alumnos durante tres días [de lunes a miércoles, con un seguimiento del 90%, según el AMPA], pero de momento no hay respuesta”, se lamenta Laura Soley, miembro del AMPA de Can Montllor.
En su caso, las protestas las han hecho de la mano la escuela Roser Capdevila, que será la que deberá acoger a los alumnos de Can Montllor a partir de septiembre. Ambos centros denuncian, desde que supieron la noticia, que su fusión no es posible por cuestiones de espacio. Por ello, aseguran que a pesar de no constar en la lista de preinscripciones -un hecho que no niegan que puede ser fatídico- seguirán con la intención de evitar el cierre, “siempre con esperanza”, según Soley.
Los ánimos están ahora mismo más decaídos en la escuela Vilamagore, de Sant Pere de Vilamajor (Barcelona), ya que han recibido este mismo viernes la negativa definitiva a una moratoria en su cierre. “Hemos rogado, hemos suplicado que nos dieran un año más para preparar el cierre, ya que el nuestro es un proyecto singular y necesitamos reubicarnos, pero se niegan”, se quejaba Laura Assequell, presidenta de la plataforma Vilamagore Endavant, visiblemente afectada al salir de la reunión con el departamento de Enseñanza de la Generalitat. Así pues, la escuela cerrará su línea de P-3 el próximo curso y, poco a poco, se irá desmantelando.
“Llevábamos un mes pidiendo hablar con la Generalitat, y nos reciben justamente a falta de tres días de la apertura de preinscripciones. Claro, pensábamos que nos dirían que sí...” se lamentaba Assequell, que denunciaba además que, en su caso, no han recurrido a protestas ni han salido a la calle, sino que han buscado siempre las vías institucionales. “Esto nos demuestra que quizás es mejor protestar”, expone, en alusión a otros centros que han tenido más suerte mediante las reivindicaciones, como la escuela Xarau, de Cerdanyola del Vallès. En este sentido, anuncia que probablemente se movilizarán, ahora sí, al menos porque a partir del próximo lunes “ya no tendremos nada que perder”.
En el caso del Vilamagore, además, las familias acusan a la Generalitat de querer cerrar el centro porque cuenta con un proyecto “alternativo a la escuela tradicional”. De hecho, algunos de los centros afectados por la medida aplicaban metodologías innovadoras, tal como aseguraron sus respectivas directoras en declaraciones en el Diari de l'Educació.
Correrán la misma suerte que Vilamagore y Can Montllor, si nada cambia, los centros Sant Baldiri, de Lliçà d'Amunt (Barcelona), y el Gil Cristiano y Arbós, de la Selva del Camp (Tarragona). Por el contrario, los que lograron moratorias, es decir, que el año que viene podrán seguir ofertando P-3 (aunque el cierre se producirá el curso siguiente), son Xarau, de Cerdanyola del Vallès; Poblenou, de Pineda de mar, y El Castillo, de Tona.
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