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Quejas ante la presencia del Ejército en el Festival de la Infancia de Barcelona

La Tercera Subinspección Oficial del Ejército organiza una de las actividades del Festival de la Infància. / Carmen Secanella

Pau Rodríguez

Barcelona —

“No hace falta decir que en ningún caso hacemos alusión a nuestras misiones reales o a cualquier tipo de violencia”, aclara Enrique Poveda, máximo responsable de la actividad Vive una aventura y apadrina un pingüino, una pista de obstáculos para niños que organiza la Tercera Subinspección General del Ejército en el marco del Festival de la Infància de Barcelona. Desde el año 2002, el Ejército de Tierra participa de forma voluntaria en este evento lúdico e infantil que tiene lugar en la capital catalana en Navidad, y lo cierto es que, de las 150 actividades que ofertan distintas instituciones y empresas, la de los militares siempre está entre las mejor valoradas por los 100.000 niños que cada año pasan por el festival.

Sin embargo, más de 60 entidades sociales catalanas se han mostrado críticas con la presencia del Ejército en un espacio educativo como este, y se han agrupado en torno a la campaña Desmilitaricemos la educación para pedir a la presidenta del festival, Helena Rakosnik –esposa del president Artur Mas–, que retire la invitación a las fuerzas armadas. “Estas actividades solo contribuyen a edulcorar la idea del militarismo”, expresa Marina Perejuan, secretaria técnica de la Federación Catalana de ONG por la Paz y una de las impulsoras de la campaña. Según Perejuan, cuanto mejor se lo pasen los niños, más distorsionada será la imagen que tendrán del Ejército.

Poveda defiende que la actividad, que consiste en sortear obstáculos –túneles, pasarelas, vallas, redes...–, fomenta la “vida sana” y el “deporte”, además de promocionar la “solidaridad” y el “mantenimiento de la paz”, algo que se les presupone a las fuerzas armadas españolas. En una posición diametralmente opuesta, Perejuan considera que el espacio para transmitir estos valores lo deberían ocupar “las entidades sociales que educan para la paz”, y no el ejército, una institución que, en su opinión, encarna valores perjudiciales para la infancia como “la obediencia ciega, la organización patriarcal o la cultura de la defensa mediante las armas”. “La paz es un concepto que se basa en la no utilización de violencia”, apunta Jordi Calvo, investigador técnico del Centre d’Estudis per la Pau J.M. Delàs, “y el Ejército siempre la genera, ya sea hacia dentro, contra sus propios miembros, o hacia afuera, con las operaciones armadas”.

De momento, pese a las quejas, la dirección del festival ha expresado que no se plantea retirar la invitación al Ejército. “Si entendemos el Ejército como la institución pública garante de la libertad y de los derechos humanos, su actividad va acorde con los valores que queremos transmitir”, afirma Marta Serra, directora del Festival de la Infància. Dichos valores son, en la presente edición, “la importancia de una buena nutrición, la solidaridad, el civismo, la creatividad o el respeto al medio ambiente”. Además, Serra añade que el espacio del ejército “es muy neutro, casi no se ve quien lo organiza”, aunque la decena de voluntarios que participan en él visten la indumentaria militar y una gran pancarta con la inscripción “Ejército de Tierra” adorna la entrada.

“Es más peligrosa la presencia de multinacionales”

“No me preocupa demasiado la presencia del Ejército mientras su actividad sea voluntaria”, reflexiona Emma, una de las madres que hace cola junto con su hijo para que este participe en Vive una aventura y apadrina un pingüino. Para Emma, puede ser mucho más peligrosa la presencia en el festival de “multinacionales que emiten propaganda muy efectiva” que no la de los militares. De hecho, gran parte de las actividades del Festival de la Infancia estan organizadas por empresas, sobre todo vinculadas a la alimentación, la temática de este año. Desde Danone, Panrico o Cacaolat hasta el FC Barcelona, todas lucen enormes carteles a la entrada de sus actividades.

“Si todos los estantes los llevaran entidades con responsabilidad social, entonces me preocuparía la presencia del Ejército, pero ahora no es así”, se lamenta Emma. El festival, por contra, sostiene en su web que todas las “instituciones”, “empresas” y “entidades” que lo hacen posible “transmiten de forma innovadora sus valores e iniciativas de responsabilidad social corporativa”.

En la misma línea que Emma argumenta Poveda: “Preferiría que mis hijos vinieran a nuestro circuito de obstáculos antes de que fueran a jugar a cualquier videojuego que, a diferencia de nuestra actividad, sí promueve la violencia”.

Desmilitarizar la educación

La petición de retirada del Ejército del Festival de la Infància de Barcelona es solo una de las batallas que vienen librando las decenas de entidades que integran la campaña Desmilitaricemos la educación. Entre lo que consideran invasiones por parte de las fuerzas armadas del espacio educativo o infantil, está el la presencia del Ejército en el Saló de l’Ensenyament, una feria que cada año se organiza en Catalunya –así como en la mayoría de comunidades autónomas del Estado– para visibilizar las distintas ofertas formativas que pueden escojer los alumnos que acaban la ESO o el bachillerato. También desde la campaña denuncian las jornadas de puertas abiertas para alumnos en algunas casernas militares, las visitas que el ejército tiene la posibilidad de hacer a los centros educativos si estos lo piden o la participacion de las fuerzas armadas en la Fiesta del Cielo, el espectáculo aeronáutico más antiguo del Estado, que organiza el Ayuntamiento de Barcelona durante las fiestas de la capital catalana.

Según Calvo, el ejército no conseguiría justificar su “enorme gasto” sin estas actividades, además de otras que califica de “publicidad y promoción”, como las “desfiladas militares”, las “subvenciones para hacer estudios para promocionar la tarea del ejército”, los “materiales pedagógicos para inculcar valores de la cultura de la defensa” o incluso los “juguetes bélicos”. “El Estado tiene que pagar una deuda por nuevo armamento de 32.000 millones”, detalla Calvo, para luego añadir que, en el actual contexto de crisis, la única salida que tiene el Ejército para justificarlo es “mostrarse como una ONG que se dedica a la ayuda humanitaria”.

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