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Sudando la camiseta (amarilla) por la escuela pública

La #MarxaEducativa, una marcha por la educación pública en Cataluña, en el tramo entre Granollers i Mollet. (Pau Rodríguez)

Pau Rodríguez

De Granollers a Mollet del Vallès —

Frente a la Fonda Europa de Granollers, al empezar el día, los primeros puestos del mercado se levantan sobre los restos de lo que fue una noche de fiesta mayor en la ciudad. Poco a poco aparecen algunas camisetas amarillas que, al reconocerse entre ellas, forman corro. El grueso de los caminantes, sin embargo, los que han dormido en una escuela de Granollers, llegan sospechosamente tarde. Entre unos -que se suman hoy a la marcha- y los otros -que ya llevan cinco días andando- conforman la comitiva de la Marxa Educativa, la marcha por la educación pública que atraviesa media Cataluña transmitiendo el mensaje hartazgo -y de voluntad transformadora- de una comunidad golpeada por los recortes. Desde catalunyaplural.cat acompañamos a esta marcha amarilla -el color de la reivindicación del sector en Cataluña- en la mañana de su sexta etapa, desde Granollers hasta Mollet del Vallès, para conocer los motivos que impulsan a profesores de universidad, maestros jubilados, jóvenes educadoras, estudiantes con sus padres, activistas y monitores, a compartir pan y ruta durante una semana.

La Marxa Educativa, que arrancó el pasado sábado desde la localidad prepirenaica de Ribes de Freser -donde la consellera Irene Rigau tiene su segunda residencia-, nació como iniciativa desde la Asamblea Amarilla. Bajo su paraguas se juntan los integrantes de todas las etapas educativas -desde guarderías hasta universidades-, un abanico tan amplio como sus demandas para la enseñanza, recogidas en la pancarta que encabeza la marcha: “Educación pública, sin recortes, en catalán, inclusiva, democrática, laica y para el pueblo”.

“Vamos a casa y nos reenganchamos por la tarde, ¿no?”, comenta un grupo de maestros. Son docentes interinos preocupados porque este jueves es día de nombramientos. El departamento de Enseñanza reparte hoy entre estos docentes las plazas vacantes para el próximo curso. Antes de despedirse, los interinos admiten sus nervios: “De ello depende mi vida durante un año, y la de quienes me rodean”, dice uno de ellos. “Pero el año que viene nos ahorraremos esta angustia, aunque a estas alturas estaremos haciendo la pelota a todos los directores”, añade el mismo, en referencia al nuevo decreto de provisión de plantillas que prevé aprobar la consellera, que dará más libertad a los directores de centro para escoger a su plantilla -sobre todo a interinos y sustitutos-.

Así pues, sin demasiados interinos esta jornada, la Marxa Educativa enfila hacia Barcelona -destino final de la marcha, al que llegan este sábado- con una cincuentena de personas enfundadas en sus camisetas amarillas y fletadas por la Guardia Urbana. Como es costumbre allá por donde pasan, reparten folletos entre los vecinos y gritan consignas, a la vez que los transeúntes y conductores les animan con aplausos y bocinazos. Cuando llegan a los pueblos donde van a pasar la noche, hacen más difusión y, además, celebran asambleas y participan en actividades que los colectivos que les reciben les han preparado: 15-M, iaioflautas, AMPAs locales, la PAH... se cuentan entre sus anfitriones allá por donde pasan.

“El principal activo de esta movilización es que sacamos las protestas de Barcelona y articulamos una red de apoyo por todo el territorio”, opina Nuria Ribas, maestra en una guardería municipal de Barcelona. Con su compañera Eva cierran la comitiva que anda en paralelo al río Congost. “Por ejemplo, cuando llegamos a Tona (Vic), estuvimos con la gente de la escuela El Castell, que llevan un año protestando casi en solitario”, explica Núria. El Castell es una de las siete escuelas que la Generalitat va a cerrar progresivamente a partir de este curso. “Fue duro darnos cuenta de lo que es cerrar un colegio, y para ellos fue alentadora nuestra presencia”, valora Núria. Y lo mismo se espera que suceda cuando esta noche duerman en la escuela Xarau de Cerdanyola, otro de los centros condenados al desmantelamiento.

Memorial de agravios desde las guarderías hasta la universidad

La conjunción de todas las etapas educativas en una sola marcha convierte a la comitiva en un representativo mosaico de los recortes y medidas que se han aplicado a la educación pública: Eva y Núria caminan contra el modelo externalizado de guarderías que impulsa el alcalde Xavier Trias en Barcelona; Ruth lleva andados todos los tramos de la marcha, entre otras cosas, porque no cree justo tener que pagar casi 2.000 euros de matrícula de una carrera que hace dos años le costaba solo 900 euros; Montse Cucurull, por su parte, se ha sumado hoy a la protesta porque no ve normal que en su aula de la escuela Salvador Espriu convivan hasta 27 niños y niñas de cinco años; otros como Puri Martínez y Víctor González, de una PAH de la zona, se unen a la marcha como muestra de solidaridad y -“¡qué caray!”- para calentar las piernas de cara al camino de Santiago que empiezan la semana que viene.

Ahora andando por el cauce seco del Congost -afluente del Besòs-, bordeando polígonos industriales y sin poder cortar las carreteras, demasiado peligrosas, la Marxa Educativa pasa de largo el pueblo de Montmeló. Con algo de punk sonando de fondo, los estudiantes, responsables de la banda sonora del viaje, discuten sobre su situación. “La gente piensa que nos quejamos solo por el aumento de las tasas, pero no”, dice Ruth: “el aumento de requisitos para acceder a las becas, la precariedad de algunos de nuestros maestros, la gobernanza universitaria cada vez menos democrática...”, enumera. Estos son los motivos que movilizan a Ruth y a sus amigos, estudiantes de la Universitat de Barcelona.

Las ratios: uno de los principales dolores de cabeza

“¡Rigau, divina, trabaja de interina! ¡Rigau, astuta, trabaja de sustituta!”. Este es, sin duda, el eslogan más repetido durante la mañana, consecuencia de una distribución anárquica del micrófono que -¡sorpresa!- siempre cae en manos de los estudiantes. Más rezagados, algunos maestros responden a la pregunta de catalunyaplural.cat de cómo han cambiado sus condiciones de trabajo en los últimos tres años. Las situaciones son diversas, pero existe una angustia que les une y que nada tiene que ver con los sueldos: las ratios. “Tengo 27 críos de cinco años, y además uno de ellos con serios problemas, pero hace poco nos quitaron a la veladora”, dice Montse Cucurull, en referencia a la figura asistente para alumnos con necesidades educativas especiales. “¿Como se puede atender a la diversidad en estas condiciones? ¡Un niño se mea y se acabó la clase!”, suelta Montse, no sin cierto sarcasmo.

Los mismo les pasa a Eva y Núria, desde que Trias subió las ratios en una persona (7-8) en el caso de los lactantes y dos en el caso de los niños que van de 1 a 2 y de 2 a 3 años (12 y 20 alumnos respectivamente). “Tenemos buenas infraestructuras pero no los medios suficientes; el Ayuntamiento confunde calidad con cantidad”, dice Eva. En su caso, ademá, también les han recortado parte de los apoyos que recibían el mediodía.

Y en secundaria y bachillerato, los mismo. Así lo ve Joan Francesc Belmonte, profesor del instituto Escola del Treball de Granollers. Joan Francesc camina junto a su hijo, Carlos, a quién a convencido para apoyar -aunque solo sea por hoy- a la marcha por la educación. Carlos empieza la carrera de Ingeniería de Sistemas Biológicos este curso, en la UPC, y aunque en su familia no sufren problemas económicos, sí conoce algunos amigos que están pendientes de becas de las que dependen sus estudios. También Joan Francesc, en sus clases de bachillerato, ha visto lo necesarias que son estas ayudas: “Una chica se esforzó mucho el año pasado para sacarse el título, con la intención de estudiar ingeniería, y lo logró. Pero al poco tiempo sus padres le dijeron que no tenían dinero para pagarle la carrera. Pues bien, no la volvimos a ver”, se lamenta este profesor de secundaria.

La única esperanza, la solidaridad

Otra de las ideas imperantes entre quienes conviven en la Marxa Educativa es que en la solidaridad entre las reivindicaciones sectoriales, desde la defensa de la sanidad hasta las movilizaciones de la PAH, radica la verdadera esperanza de revertir los recortes y políticas de austeridad. En este caso, sobre los apoyos a la marcha, las percepciones son diversas. Cuando caminan son entre 50 y 100 -hoy es uno de los días más flojos-, y al acercarse a núcleos urbanos pueden llegar a 400 -como ayer en Granollers, cuando salió a recibirlos la PAH-, pero hay quienes creen que deberían ser más. “Yo pensé que seríamos tres o cuatro veces más de los que somos”, dice Joan Francesc, en su primer día.

“¿Dónde están todos los maestros que están de vacaciones? ¿Y los que están en paro? ¿Yy los partidos de izquierdas y sus organizaciones juveniles? ¿Y la PAH?”, se queja Silvia, la única persona, junto a Puri y Víctor, participa hoy en la marcha pese a no estar vinculada al mundo de la educación. Los tres son de la PAH Baix Montseny. “Sé que soy un poco injusta con lo que he dicho, no todos podemos hacerlo y también hay que poder hacer vacaciones, pero es que sinceramente creo que deberíamos ser más”, opina.

Sílvia, como Puri y Víctor -una pareja de jubilados-, se sienten interpelada como ciudadana para acudir a la Marxa. “Los recortes en educación nos afectan a todos porque pagamos impuestos para que todo el mundo pueda estudiar, para que nuestros hijos no tengan que pagar tanto por un crédito universitario, y para que nuestros futuros nietos tengan sus oportunidades”, reivindica Víctor.

La cuestión de la solidaridad genera debate entre los caminantes, pero pronto se avista cerca de Mollet del Vallès a un grupo de activistas locales que espera la llegada de la comitiva con unos cuantos litros de gazpacho para todos. Lo sirven bien frío y, entre miradas cómplices, el debate queda pospuesto hasta retomar la marcha.

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