Una utopía: “Que todo el alumnado disfrute de igualdad para adquirir las herramientas y capacidades para vivir en sociedad. Conseguir que todos tengan los recursos necesarios para aprender”. En un escenario de severa crisis económica, con cientos de familias en situación de asfixia en Cataluña, la escuela pública se erige como una isla de equidad en muchos barrios empobrecidos progresivamente. Pero están lejos de esta utopía acuñada por Joan Maria Girona, maestro y psicopedagogo, ayer en el Palau Macaya de Barcelona, sabedor de que el sistema educativo catalán no es capaz de borrar las desigualdades entre los niños.
Por ello la Fundación Jaume Bofill y la Asociación Rosa Sensat, dos de las principales entidades renovadoras del mundo de la educación, optaron ayer por convocar una mesa redonda en la que se debatiera, en positivo, cuáles son las estrategias de que dispone la escuela actualmente -y pese a todo- para combatir las desigualdades sociales. “Sobre todo, no debemos caer en la fatalidad de que no podremos cambiar nada”, espoleaba el director de la Fundación Jaume Bofill, Ismael Palacín, antes de comenzar el debate. Y Irene Balaguer, presidenta de Rosa Sensat, recordaba: “Ni la educación ni la sociedad por sí solas pueden cambiar nada; se ayudar la una a la otra”.
La primera intervención del acto fue la del el Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo) de Cataluña, Rafael Ribó, que en los últimos meses ha marcado la agenda educativa y de infancia en más de una ocasión a raíz de informes como el que alertaba de la creciente pobreza infantil o, el más reciente, que detallaba que en Cataluña hay cerca de 50.000 niños y niñas que padecen malnutrición. Ribó, sin embargo, ha preferido destacar otro elemento que hay que combatir con prioridad: la segregación. “Un país que ha sabido crear un sistema de inmersión lingüística exitoso como el nuestro no puede seguir segregando niños migrantes, por ejemplo, o con necesidades educativas especiales”, expresaba, en referencia a los centros de entornos socioeconómicos más desfavorecidos.
Para el Síndic, aunque la escuela “no debe ser el instrumento ni debe cargar un peso excesivo” para resolver inequidades, sí que se debería procurar reducir la diferencia entre algunos centros. Una brecha que el propio Joan Mateo, secretario de políticas educativas de la Generalitat, confirmaba y ejemplificaba con el caso del inglés: “Hay una diferencia abismal entre los resultados en inglés de las escuelas de nivel económico alto, que ya alcanzan incluso las competencias que marca la Unión Europea, y las de nivel bajo”. La causa, según Mateo, es que los alumnos de entornos favorecidos tienen acceso a clases extraescolares desde pequeños, un elemento que evidencia las desigualdades existentes entre zonas.
Por su parte, Joan Maria Girona, desde la perspectiva del maestro, introducía algunas propuestas que los profesionales pueden tener en cuenta en su día a día en el aula, más allá de cuestionar medidas y políticas. “Es importante conectar emocionalmente con los alumnos conocer su autoestima, sus esperanzas, frustraciones, alegrías... para poder guiarles”, expresaba Girona, que añadía dos frentes más a tener en cuenta para combatir desigualdades desde el trabajo diario: “promover las relaciones de los niños con sus iguales y colaborar con las familias”. No en vano, Girona recordaba que si el sistema educativo finlandés es un referente es en parte porque “las familias allí tienen un nivel formativo brutal”.
Los ratios y la sexta hora
A pesar del carácter constructivo del debate, para la mayoría de ponentes ha sido inevitable eludir el capítulo de recortes que ha vivido el sistema educativo catalán en los últimos años, y que ha contribuido a incrementar las desigualdades. Para Joan Maria Girona, por ejemplo, un gran avance para combatir un sistema desigual sería recuperar y mejorar las ratios, hasta conseguir clases de 15 alumnos en primaria y 20 en secundaria. “Es una utopía -volvía a repetir-, pero con esas ratios se podría atender a la diversidad perfectamente”.
“Igual como se negarán a aplicar la LOMCE, en el caso del castellano en las aulas, también se podrían negar a hacer los recortes, que no son inevitables”, se descolgaba Girona, pidiendo a la Administración que no redujera el presupuesto para servicios públicos sólo para pagar una deuda que considera ilegítima.
A otro de los recortes -uno de las primeros, de hecho- se refería por su parte Xavier Besalú, no como ponente sino entre el público, al pedir al secretario de políticas educativas con qué criterio se suprimió la sexta hora en las escuelas públicas, que servía para igualar los horarios con las concertadas. “Cumplía una intensa función social, y sobre todo en una país donde la oferta de ocio educativo es pobre y desigual”, lamentaba Besalú, a lo que Mateo sólo ha podido responder alegando motivos estrictamente presupuestarios.
La mesa redonda, además de brainstorming para combatir las desigualdades, ha servido también para presentar un número monográfico de la revista 'Perspectiva escolar', que llevaba precisamente por nombre 'Contra las desigualdades sociales'.
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