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“Las políticas de migración han provocado decenas de miles de muertes y han alimentado las mafias”

Noelia Román

Barcelona —

En el día internacional del migrante, los millones de emigrantes que se desplazan por el mundo, especialmente los que se dirigen hacia los países de la Unión Europea, no están para muchas celebraciones. En plena recesión, el viejo continente les cierra las puertas y recorta sus derechos. Eso sostiene Peio Aierbe, miembro fundador de la Red Europea de Libertades Civiles, responsable del Centro de Estudios y Documentación sobre Racismo y Xenofobia y miembro de SOS Racismo. Presente en Barcelona este pasado fin de semana para debatir sobre los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y Derechos Humanos, Aierbe denuncia el fracaso de las políticas de migración y los centenares de miles de muertes que han provocado; alerta sobre el alza de la extrema derecha y del racismo y propone la apertura de fronteras como base para edificar las políticas de migración europeas.

Los países del Mediterráneo son la puerta hacia una nueva vida para miles y miles de personas. ¿Qué condiciones de acceso encuentran ahora?

En el último año, la primavera árabe ha traído unos espacios de libertad que se han intentado aplicar también a la libertad de circulación. El caso más llamativo es el de Túnez: cuando cae el régimen, muchos tunecinos intentan acceder a Italia, con los medios que pueden, sobre todo el barco. Esto ha generado un flujo un poco mayor de personas al que la Unión Europea (UE) ha respondido también con un cierre mayor implicando a la marina en el rechazo de esta gente.

El acceso a Europa, por tanto, es más complicado.

Sí. Pero en febrero, hubo una condena de la Corte de Derechos Humanos Europea a Italia por la devolución de un barco que entendió masiva, sin tener en cuenta las características individuales de cada una de las personas que viajaban. Algunas podrían haber sido acreedoras de asilo político. Esto muestra que se ha practicado una política más dura de cierre de fronteras.

¿Podríamos decir que los derechos de los migrantes han retrocedido en los últimos años?

Si hablamos de la frontera, que va ligada a los centros de internamiento, sí, sin ningún genero de dudas; han retrocedido y muchísimo.

¿Por qué?

Porque, por un lado, la política de externalización de fronteras de la UE ha hecho que los países limítrofes con ella se hayan visto obligados, a cambio de ciertos acuerdos económicos, a hacer de gendarmes frente a las gentes que quieren acceder. La UE no quiere que lleguen a nuestras fronteras ni encargarse de expulsarlos, ni de encarcelarlos, etc, porque nos cuesta mucho dinero y aparecemos como responsables de un drama terrible. Entonces, subcontrata esto a otros países, donde los estándares de respeto a los derechos humanos son infinitamente menores a los de la UE, con lo cual los abusos y violaciones que soportan estos migrantes son mucho mayores.

¿Qué papel juega el Frontex [Agencia Europea de Fronteras]?

Con el Frontex, se está consiguiendo lo que ellos llaman impermeabilizar más la frontera. Esto está suponiendo un coste en vidas y sufrimiento para la gente que transita por los países a los que el Frontex presta ayuda. El caso más sangrante es el de los subsaharianos en Marruecos, un país con un sistema represivo muy importante, fomentado por la UE, y que, además, genera un gran racismo hacia este colectivo. Esto explica que intenten pasar en cayucos y evidencia cómo han empeorado las posibilidades de acceso a la UE. El fenómeno seguirá aumentando, así que lo que hagamos para intentar impedir que lleguen provocará un aumento del sufrimiento.

Por lo que dice, también se está provocando, de manera indirecta, un aumento del racismo en estos países.

Sin duda. En Grecia, la extrema derecha está aprovechando esta situación, porque, cuando se intenta cerrar las fronteras de una manera más eficaz, las migraciones se desplazan hacia otros lugares. Asistimos a un desplazamiento continuo. La geografía europea es lo suficientemente amplia como para pretender convencer a alguien de que vamos a poder impermeabilizarlas; eso no es posible. El haber cerrado una parte del acceso desde Senegal hacia Canarias, con la colaboración de Marruecos, provoca un desplazamiento hacia Grecia que no ha sido acompañado con una posibilidad de acogida mayor en aquel país o elevando los estándares de respeto de los derechos de las personas que llegan sino que se ha acompañado con un discurso de criminalización: los inmigrantes son fuente de inseguridad, generan problemas de delincuencia, compiten con nosotros y nos quitan recursos… Ese discurso, no directamente racista pero indirectamente criminalizador y que responsabiliza a los inmigrantes de los problemas, ha sido aprovechado por la extrema derecha como bandera y para fomentar el racismo.

¿Hay riesgo de que se extienda el fenómeno a otros países?

La extrema derecha está implantada en toda Europa y casi donde menos, en el estado español, aunque en Catalunya haya algunas manifestaciones como Plataforma per Catalunya. Pero en la UE las organizaciones con discurso abiertamente xenófobo, con variedad de enfoques, son un problema serio. Da que pensar y en ciertas instancias europeas sí hay preocupación; otra cosa son los medios que luego se pongan. El respaldo electoral que tiene la extrema derecha en Francia, Italia, Holanda, Austria, es algo que demuestra que, o trabajamos por unas políticas que faciliten una mirada no xenófoba hacia el migrante, o corremos el riesgo de alimentar una bicha racista que la mayoría de la población no quiere a priori.

¿Cree que los gobernantes son lo suficientemente conscientes de la gravedad del problema o la situación económica opaca la cuestión?

Conscientes sí lo son, lo que pasa es que tiene una cierta funcionalidad porque hay fuerzas que, no siendo necesariamente xenófobas, piensan que ahí tienen un caladero de votos. En Francia, en los últimos 10-12 años, ha habido ese tipo de movimientos en la derecha o centro derecha, que ha pensado que los votos de Le Pen le vendrían bien. Sólo hay que recordar a Sarkozy y la criminalización de la población gitana rumana. Esta política es nefasta porque va dejando poso en la población.

¿Convendría en que, en España, pese a la crisis, no ha habido una especial criminalización de los inmigrantes?

La forma en la que la sociedad española ha integrado a la gente que iba llegando ha sido bastante exitosa, si puedo utilizar esa palabra. Salvo excepciones, no se han generado grandes conflictos. Ha habido posibilidad de edificar una sociedad en la que se asume la diversidad. En ninguna sociedad europea ha habido una llegada semejantes de emigrantes, unos 10 millones, en un periodo tan corto de tiempo.

¿Cómo se explica?

Responde a muchos factores, pero también al económico: los necesitábamos para cubrir ciertos puestos de trabajo. Y no competían con nosotros sino más bien reforzaban. También ha habido otras miradas, pero siempre dentro de unos niveles en los que se puede trabajar, no levantando muros que son muy difíciles de derribar.

Pero la situación económica ha dado un giro copernicano.

Sí, pero contamos con un factor que nos facilita trabajar en esa dirección: la emigración. Los españoles, especialmente los más jóvenes, se tienen que buscar la vida en el resto de Europa. De una manera relativamente rápida, hemos visto que viene mucha gente a ganarse la vida, pero también que una buena parte de nuestros hijos y vecinos que se tiene que ir. Eso ayuda a ver que la gente se tiene que buscar la vida allá donde pueda y que, si tú tienes derecho a hacerlo, los otros también. También, que ese fenómeno no es sólo de los países subdesarrollados sino que también nosotros, que teníamos de todo, tenemos que emigrar. Ahora resulta que emigrar no es sólo de pobres y menesterosos sino que es algo innato a la economía, a la mundialización. Eso, más que mil discursos, ayuda y sirve para anular ese discurso tan fácil de que nos quitan el trabajo, pues lo mismo podrían decir los alemanes de los españoles. Y el trabajo no tiene un pasaporte nacional.

¿Por qué es tan difícil gestionar la inmigración?

Por un cúmulo de factores. Uno es el económico: no hay duda de que la UE necesita la mano de obra, que es como se ve al inmigrante. Según los momentos y los países, de manera distinta: en los últimos años, ha sido España quien, de ser un país de emigración, ha pasado a acoger a 10 millones de inmigrantes. De forma estructural, la UE necesita a millones de migrantes. Pero se pretende una falacia: que vengan sólo los que tú quieres, para lo que tú quieres y que, además, luego se vuelvan si tú no los quieres seguir utilizando. Eso no es posible.

Pero algunos mensajes políticos van por esos derroteros.

Sí, y se ha creado una arquitectura administrativa, judicial y policial que es muy útil para otras cosas: una sociedad autoritaria, jerarquizada, que permite justificar determinadas cosas basadas en el enemigo extranjero. Si fuera en el enemigo interior, igual tendría más resistencias. Luego, tiene una funcionalidad económica muy evidente: si tienes aquí cientos de miles de personas en una situación irregular, que trabajan en la economía sumergida, no van a exigir sus derechos y puedes pagarles menos por su trabajo. Y luego, todo poder piensa que si levanta la bandera de la seguridad, va a tener el apoyo de sus ciudadanos.

¿Han funcionado las políticas de migración?

Si juzgamos los resultados, aquí hace tiempo que tendrían que haber suspendido y expulsado a los autores de esta política porque ya llevamos varios decenios en los que se ha demostrado que el pretendido control del flujo migratorio no se ha conseguido. Sí han logrado, a cambio, decenas de miles de muertes, una tragedia, por no hablar de la mafias.

¿Se han alimentado?

Se han generado unos mecanismos que han reforzado infinitamente las mafias. Hasta que en el estado español se impuso la ley de extranjería, los trabajadores marroquíes que hacían de temporeros en el campo venían y se volvían a ir. Ahora, la gente que viene ya no se vuelve porque sabe que tendrá dificultades para regresar. Y se han fortalecido las mafias que cobran un pastón. Si fuera por los efectos, esto ha fracasado.

¿Qué proponen ustedes?

Replantearnos las políticas que haya que implementar a partir de la apertura de fronteras, no del cierre. Ése tiene que ser el punto de partida. No tenemos la solución, pero el punto de partida no puede ser el cierre de fronteras porque eso genera unos males infinitos.

¿Cuál es la situación de los centros de detención?

En Europa, hay de todo. Nos quejamos de que aquí los CIE tienen cierto aire carcelario, pero es que en Alemania los encierran en prisiones. Aquí, el límite de 60 días que ahora han subido, parece una barbaridad, pero en otros sitios son seis meses.

¿Son más una solución o un problema?

Se ha edificado una red increíble en todos estos países con problemas de derechos, y ha aumentado el número tanto dentro de la UE como, sobre todo, fuera.

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