Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El peso de llevar la pobreza en la mochila

La familia Yeste, en el local de la PAH de Barcelona / ENRIC CATALÀ

Pau Rodríguez

El Diari de l'Educació —

Cuando las cosas están complicadas en casa, la mochila pesa el doble. Estefanía y Bárbara, dos gemelas de 15 años, a veces viven con estrés la situación de penuria económica que tienen en casa, y eso les afecta en clase. Lo explican en una conversación con El Diari de l'Educació en la sede de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Barcelona, en la que participa su madre, Yolanda, desde hace unos meses. Perdieron su casa hace cuatro años y ahora viven con los abuelos, todos en un piso de dos habitaciones. Los deberes los hacen en la cocina.

“Ellas son maduras y se salen a pesar de todo”, valora Yolanda, que aún así admite que “algunos detalles les van afectando poco a poco”. Se refiere a los gritos que a veces hay en casa –“los abuelos son mayores y me culpan por haber perdido el piso”– o no poder hacer frente a los 20 euros que costaba la última salida al teatro. En su caso, explica Yolanda, la escuela les ha ayudado mucho: “Las tutoras se han volcado siempre en ellas y la psicóloga ya las conoce perfectamente”, pero no esconde que la fortaleza de sus hijas a veces no es suficiente para dejar atrás el lastre que supone su situación de pobreza.

De acuerdo con un estudio publicado esta semana por la Fundación Jaume Bofill, la situación socioeconómica de los alumnos condiciona más sus resultados que hace una década. Una situación manifiesta de desigualdades que, según la propia fundación, supone un freno en la mejora del sistema educativo. A día de hoy, ser de un entorno desfavorecido o hijo de una familia más acomodada sigue siendo un hecho diferencial. El mismo estudio, elaborado a partir de los informes PISA de 2003 y 2012, señala que sólo un 6,6% del alumnado de clase alta obtiene malos resultados, mientras que en el caso de los de clases bajas los malos resultados llegan hasta el 35,3%, siempre con respecto a la asignatura de matemáticas.

La de la familia Yeste es una situación límite, pero nunca ha sido fácil. Yolanda es madre soltera –su marido la maltrataba– y siempre se ha visto forzada a trabajar el doble para garantizar el bienestar de sus hijas. Horas extras día sí y día también como vigilante de seguridad le permitieron contraer una hipoteca, pero el trabajo decayó y, a pesar de seguir trabajando, le fue imposible mantener los pagos al día. El banco –Unión de Créditos Inmobiliarios (UCI), filial del Santander– le obligó a vender el piso, una operación que a pesar de todo le dejó una deuda de 200.000 euros y, poco después, la demanda por parte del banco también del piso los abuelos –donde viven ahora todos cinco– por haber sido avalistas.

Bárbara y la Estefanía están convencidas de que este proceso les ha perjudicado a menudo en clase, aunque tampoco son de sacar malas notas. “A una le cuesta más que a la otra; una es más rebelde, y a veces parece que no le importe nada en el mundo, y la otra es muy introvertida y le cuesta relacionarse”, explica Yolanda. Pero reflexionando con calma, llega a la conclusión de que tal vez la pérdida del piso y la entrada sobrevenida en la pobreza no ha sido lo que más les ha afectado. “Quizás ha sido más perjudicial para ellas, a largo plazo, los años anteriores. Cuando trabajaba todo el día nunca les ayudé a hacer los deberes. Hablábamos menos. Durante muchos años yo no estuve anímicamente bien y cuando se me acercaban les gritaba y las echaba”, recuerda Yolanda.

“A veces no es sólo que se pueda pasar hambre o que no se tengan dinero para material escolar, que es gravísimo, es que hay consecuencias como la pobreza afectiva: los adolescentes que en casa no les pueden dar suficiente cariño porque los padres están desbordados de problemas llegan a la escuela con la autoestima por los suelos, un desánimo que los hace rendir menos”, afirma el psicopedagogo Joan Maria Girona.

Por su parte, el profesor Xavier Melgarejo, experto en el sistema educativo de Finlandia, asegura que “hace falta una política que garantice las necesidades básicas de las familias”, sin la cual, a su juicio, no se puede construir un sistema educativo igualitario. “Tú haces Segundo de ESO, llegas a clase sin haber desayunado, por la noche hubo follón en casa... ¿Crees que has hecho los deberes? El tiempo pasará y te irás degradando respecto del resto de compañeros. Esto ocurre hoy en nuestro país, y ojo, que ha pasado siempre”, sostiene Melgarejo.

En esta línea, el estudio de la Fundación Jaume Bofill, dirigido por Xavier Bonal, señala algunas propuestas para mitigar el impacto de las desigualdades en las aulas. Evitar la concentración de alumnado con dificultades en algunos centros o financiar los centros en función de las características socioeconómicas de su alumnado eran algunas. “La mayoría de países que han mejorado sus resultados han reducido las desigualdades”, concluye.

En este contexto hay que recordar que el bienestar de las familias con hijos en España ha retrocedido una década. Y que pocos países en Europa tienen una tasa de riesgo de pobreza infantil comparable la española, que se eleva en torno al 30%, según los últimos informes.

Las extraescolares, tan necesarias como inaccesibles

Yolanda perdió su trabajo hace un año, pero con todo siempre ha priorizado la educación de sus hijas y nunca ha dejado de pagar todo lo relacionado con su escolarización. Esto sí, los 20 euros de las excursiones al teatro, las colonias, o las actividades extraescolares están totalmente fuera de su alcance. “No nos lo podemos permitir, y ellas lo entienden”, explica. De todos modos, a Estefanía y Bárbara, explican, les encantaría poder hacer cursos de inglés y de canto. “A las dos nos gusta cantar, a mí sobre todo”, explica Bárbara. De hecho, sus inquietudes artísticas –por la música, la escritura o la pintura– hacen que ambas quieran cursar el bachillerato artístico una vez acabada la ESO.

“La gente no llega para pagar los extraescolares, y son actividades importantísimas para que tengan un refuerzo, para que se ejerciten haciendo deporte, para que socialicen”, explica Miguel Santos, presidente de la AMPA de la escuela Mestre Morera, del barrio de Ciutat Meridiana, uno de los que tiene la renta media más baja de toda Barcelona. Ni siquiera habiendo establecido un precio de cinco euros al mes las familias se lo pueden permitir, aunque a menudo las familias se apoyan las unas en las otras cuando no pueden hacer frente a un pago. “Hay demasiada pobreza y estamos limitando las posibilidades de los jóvenes”, razona.

En la AMPA de Mestre Morera insiste a menudo a las familias a que vayan a realizar actividades con sus hijos en la escuela. “Siempre les digo que vengan a pasar una hora haciendo un taller con los hijos. Que en casa no paran de pensar en cómo pagar el agua o la luz, y que aquí seguro que se airean y no estarán tan tensos con los niños. Porque los problemas, tarde o temprano, los acabamos transmitiendo a nuestros hijos y los hacemos partícipes”, constata Santos.

El objetivo ahora de la familia Yeste es, con la colaboración de la PAH, conseguir que el banco le condone la deuda para salvar el piso de los abuelos y, a la larga, conseguir un alquiler social. “Como me llamo Yolanda que mis padres no pierden el piso”, asegura, convencida de los argumentos que ha encontrado en la plataforma para hacer frente al acoso del banco. “Y una vez solucionado el problema, aquí seguiré, con la PAH, hasta que hayamos terminado con los desahucios”, sentencia.

Etiquetas
stats