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Un año decisivo del proceso soberanista catalán en seis imágenes

Imatge de la Via Catalana de 2014

Arturo Puente

Si por algo pasará el año 2014 a los libros de historia catalana es por haber sido el de más fervor independentista que se recuerda. En los últimos 365 días, la política catalana ha estado inmersa en la recta final de un proceso soberanista que arranca en septiembre de 2012, con la mayor manifestación independentista hasta la fecha, y alcanza su momento cumbre el 9 de noviembre de 2014, con el proceso participativo promovido por las instituciones catalanas mediante el que 2,3 millones de personas votaron sobre sus preferencias sobre la relación entre Catalunya y el Estado español.

La última etapa de este proceso arranca solo 19 días antes de inaugurar el año que ahora termina, el 12 de diciembre de 2013.

Con el empuje del rotundo éxito de participación de la cadena humana independentista de la Diada de 2013, el president de la Generalitat, Artur Mas, había prometido un pacto por la consulta antes del comienzo de 2014. Tras varios meses en suspenso, dos semanas antes de la navidad, los partidos favorables al derecho a decidir se reunieron en el Palau para concretar la fecha y la pregunta para la consulta soberanista. Dos encuentros fueron suficientes para llegar a un consenso. La cita extraordinaria con las urnas tendría lugar el 9 de noviembre del siguiente año, y no habría una pregunta sino dos: “¿Quiere usted que Catalunya sea un Estado?” y si la respuesta era afirmativa: “¿Quiere que sea un Estado independiente?”.

Una vez acordada la fecha y la fórmula de la pregunta, el fleco más importante para la realización de la consulta estaba pendiente, cómo hacerla de forma legal. Con ese objetivo, el 16 de enero el Parlament pidió formalmente al Congreso de los Diputados que le fuera transferida la competencia para convocar referendos, una petición que sería debatida en un pleno extraordinario de la Cámara española en abril.

Al Congreso fueron enviados tres representantes para exponer la postura del Parlament de Catalunya. Jordi Turull, portavoz de CiU, Marta Rovira, por ERC, y Joan Herrera, líder del grupo ICV-EUiA. El president Artur Mas optó por no acudir, un gesto interpretado por algunos como falta de valentía y por otros como símbolo de despersonalización de la demanda.

El Congreso, como era de esperar, dice que no. El Parlament no podrá convocar la consulta mediante el artículo 150.2 de la Constitución por la negativa de la mayoría parlamentaria española. El proceso soberanista entra en un nuevo ciclo de hibernación, solo sostenido por la promesa del bloque del derecho a decidir, CiU, ERC, ICV-EUiA y la CUP, de que seguirán adelante con sus planes de realizar la votación sobre la independencia.

Los meses de verano pasaron sin novedad y la Diada llegó, con su ya tradicional manifestación masiva, a marcar el inicio del nuevo curso parlamentario.

Aunque las expectativas estaban altas por el éxito de los años anteriores, la movilización independentista no falló en 2014. La V multitudinaria en la Diada de 2014 volvió a reclamar el espacio de la calle en un proceso que encaraba su recta final. “Ponga las urnas, president”, demandó la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, una vez que el recorrido marcado estuvo lleno de ciudadanos ilusionados con la consulta del 9-N. El éxito de la V ponía en apuros a Mas al pedirle exactamente lo que él había prometido.

Para entonces los partidos soberanistas ya confiaban en una sola fórmula para hacer legal la consulta del 9-N. La idea de aprobar una ley de consultas en el Parlament siempre estuvo ahí pero, tras el no rotundo del Congreso, fue la apuesta mayoritaria. La norma se aprobó con el 78,5% de los apoyos el 19 de octubre, pero no fue publicada hasta el sábado siguiente, momento en el que Artur Mas firmó también el decreto de convocatoria de la consulta del 9-N. El meditado encaje de tiempos le permitió al president emitir el decreto de forma legal, antes de que el Gobierno central pudiera impugnar la ley en la que se basaba.

Pese a que Mas se las ingenió para emitir el decreto de convocatoria de acuerdo con una norma en vigor, el Ejecutivo de Rajoy estaba preparado para impugnarla a toda velocidad. Una semana fue suficiente para que el Tribunal Constitucional admitiera a trámite el recurso del Gobierno y suspendiera tanto la ley de consultas como el decreto. Con los preparativos para la consulta en marcha, la pelota volvía a estar en el tejado del Govern catalán, que al día siguiente de la suspensión paralizó la campaña publicitaria del 9-N y los trámites logísticos del 9-N.

La suspensión de los preparativos puso en alerta al resto de grupos soberanistas, que comenzaron a sospechar sobre las intenciones de Mas. La unidad que había caracterizado hasta entonces al bloque proconsulta entró en crisis. Para tratar de rehacerla, Mas conminó a los líderes de los partidos que le apoyaban a varias reuniones. En las dos primeras, los partidos dieron imagen de cohesión. Pero en la última de ellas, el 13 de octubre, las negociaciones entre las cuatro formaciones fallaron y tanto ERC como ICV-EUiA no aceptaron el nuevo plan de Mas para esquivar la prohibición del Constitucional.

El president, sin embargo, está convencido de que su propuesta puede realizarse y tener gran acogida. La presenta de forma unilateral al día siguiente. A los pocos días la ANC y Òmnium Cultural, que aglutinan al grueso del movimiento social independentista, dan su apoyo al nuevo diseño del 9-N propuesto por Mas, pero lo condicionan a un adelanto electoral antes de primavera de 2015.

El 9-N llega con el peso demuna nueva prohibición a sus espaldas. La votación, que en el transcurso de las semanas ha descendido de la categoría de “consulta” a la de “proceso participativo” para sortear en la medida de lo posible las implicaciones legales, se celebra. La jornada se desarrolló sin incidentes de importancia, con una participación similar a la del referéndum del Estatut de 2006.

Al final del día, 2,2 millones de catalanes habían acudido a votar, de los cuales cerca del 80% se había decantado por el doble sí. La vicepresidenta Joana Ortega fue la encargada de transmitir los resultados. Las largas colas frente a las urnas fueron la foto de la jornada.

El 9-N resultó una victoria moral para el soberanismo, pero no dibujó una nueva hoja de ruta clara para los siguientes pasos del procés. El independentismo, que rozó los 2 millones, se alzó por primera vez en la historia catalana como una fuerza capaz de obtener una mayoría parlamentaria, pero no dejó tan claro que fuera suficiente para alcanzar una mayoría absoluta o una victoria en un referéndum oficial.

Desde el proceso participativo de noviembre, el proceso soberanista catalán ha entrado en barrena. La unidad del bloque soberanista está extinguida y los grupos presionan a Artur Mas para que convoque elecciones cuanto antes. Por su parte, Mas se ha mostrado partidario de ir a estas anticipadas, siempre y cuando ERC acepte sumarse a una lista independentista junto con Convergència. El presidente de ERC, Oriol Junqueras, viene rechazando esta fórmula y apuesta por concurrir con su marca pero como una candidatura bajo paraguas independentista. En medio de las negociaciones, la irrupción de Podemos, también en Catalunya, con un programa de regeneración en clave estatal, disputa ahora la agenda al independentismo.

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