De los incidentes aislados y la fe ciega
Este es un artículo publicado en el blog 'Adiós a las armas'
Desde que se hizo público un vídeo grabado en 2004 en el que parece que se ven militares españoles desplegados en Irak torturando a unos detenidos en la Base España en Diwaniya , muchas voces se han apresurado a recordar “ la ejemplaridad ” con que han actuado las Fuerzas Armadas españolas en todas sus misiones humanitarias . Según fuentes oficiales , este es un “ incidente aislado”, pero lo cierto es que se han dado otros casos sospechosos de malas praxis en la historia reciente.
Aprovechando el revuelo que ha generado el vídeo de Diwaniya, Gervasio Sánchez ha rescatado del olvido el caso de un traductor iraquí contratado por el CNI y por la Brigada Plus Ultra que fue detenido, torturado y entregado en la prisión de Abu Ghraib por las tropas españolas sin que las autoridades competentes realizaran ninguna investigación, a pesar de las numerosas denuncias del fotoperiodista.
De hecho, durante los pocos meses que duró la misión española en Irak se realizaron 111 detenciones, según informó el Ministerio de Defensa dos años después del repliegue de las tropas, pero nunca se dio información detallada de estos casos que, muy probablemente, pudieran terminar en cárceles del ejército de EEUU. Si bien es cierto que no hay pruebas de que ningún otro de estos detenidos fuera sometido a malos tratos por parte de los españoles, tampoco tenemos ninguna garantía de que no lo fueran. En todo caso, si alguno de ellos pudo ser torturado por el ejército de EEUU, ¿no sería cómplice el ejército español por haberlos entregado a unas tropas que manifiestamente y de forma sistemática han violado los acuerdos de Ginebra?
Irak, sin embargo, no ha sido el único escenario del delito. En el año 2000 dos miembros de la Guardia Civil destinados en Bosnia fueron expulsados del país y devueltos a España por su supuesta implicación en una red de extorsión que prostituía a mujeres de las repúblicas ex soviéticas. Ninguno de ellos fue sancionado, ni siquiera se abrió una investigación para esclarecer los hechos. También se conoció ese mismo año el caso de un jefe del ejército español que abusó sexualmente de una soldado francesa en Mostar. Él sí fue sancionado, pero la multa la pagamos entre todas las españolas, ya que la cabeza en cuestión se declaró insolvente.
En 2007 una unidad de la Guardia Civil destinada en Kosovo fue devuelta a España por problemas de alcoholismo y agresiones. Lo que no trascendió tanto a los medios de comunicación fue el hecho de que estos policías estaban implicados en una investigación de tráfico de tabaco y alimentos por parte de miembros del ejército español con quien compartían destino.
Es cierto que, en comparación con el resto de ejércitos de la UE, las FAS españolas mantienen (o mantenían hasta hace poco) una muy buena imagen pública. Lo que hay que preguntarse, sin embargo, es si esta imagen de ejército “ejemplar” que cura a los heridos de guerra y reparte alimentos entre la población civil emana directamente de las buenas prácticas de nuestros militares o si puede tener algo que ver con una supuesta falta de transparencia casi estructural en la democracia española.
Tal y como desde el Centro Delàs denunciamos de forma incansable, la propia instrucción militar y la cultura de la defensa generan, inevitablemente, una violencia estructural que se deja sentir no sólo hacia dentro (son muchos los casos de abuso de autoridad, acoso sexual, etc. que se producen dentro de las propias FAS) , sino también hacia fuera en las “operaciones de paz”. ¿A quién podría sorprender, pues, que una persona que se entrena durante años para abatir al enemigo por la violencia, pueda ser violento con este enemigo cuando lo tiene delante y esposado de manos y pies? Diga lo que diga el Ministerio de Defensa, nunca podremos tener la certeza de que estos hechos no sean más habituales de lo que parece.