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El mayor colegio electoral de Catalunya “resistió” hasta el final

Una mujer enseña la papeleta con la que votará en el referéndum, en Escola Industrial.

Sergi Pitarch

Eran las cinco de la mañana del domingo 1 de octubre y en la Escola Industrial de Barcelona ya se concentraban más de medio centenar de personas que se preparaban para “proteger” el referéndum en el que, con 17 mesas electorales, fue el mayor colegio de todos los designados por la Generalitat para la consulta. Pero no solo por el número –más de 5.000 personas pudieron votar, según cifras de las 20 horas– sino porque entre estas paredes se alumbraron los mejores cerebros de la industrialización catalana del siglo XIX. Un verdadero símbolo del movimiento obrero.

El cierre o la clausura de este edificio hubiera sido un golpe muy duro a la credibilidad -y al volumen- de las votaciones en la ciudad de Barcelona. Así que voluntarios y ciudadanos vigilaron durante toda la jornada que en el colegio no faltara una cantidad ingente de personas para evitar que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado requisaran las urnas. Mientras otros centros de votación reclamaban personal para su “defensa”, en Escola Industrial el volumen de voluntarios acabó a las 20 horas con más de 2.000 personas que llegaron a cortar la calle Roselló.

Ni Mossos d'Esquadra ni la policía nacional consiguieron cerrar unas instalaciones en las que estuvo, prácticamente, toda la prensa internacional desplazada a Barcelona. Como una periodista del la televisión kurda, región entre Turquía e Iraq que la pasada semana organizaba su propio referéndum de independencia.

Pero no fue por falta de ganas de cumplir la orden del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya que ordenó parar el referéndum. Los primeros en llegar fueron una pareja de Mossos a las seis de la mañana –hora límite fijada por la juez para cerrar el colegio-, pero ante la gran cantidad de gente que ya se amontonaba en el jardín de la Escola Industrial no pasaron ni del linde de la verja. Los agentes se limitaron a tomar nota y a retirarse a una esquina de la calle del Compte d'Urgell, mientras informaban a sus superiores. Una vez pasado este trámite era cuestión de tiempo que la policía nacional llegara para cerrar el colegio.

Pero antes, los organizadores tenían que poner las urnas sobre las mesas para que se pudiera votar. A las siete de la mañana una cadena humana enlazaba la verja de entrada al recinto, unos 100 metros, con la puerta de acceso al Instituto Escuela del Trabajo, edificio del complejo donde se realizaron las votaciones. Así, decenas de voluntarios se entrelazaron los brazos para formar un pasillo de “seguridad” que evitara cualquier intención de secuestro de los recipientes electorales. Y en una operación de logística de las que hacen época, las 17 urnas necesarias para abrir el colegio llegaron con la alegría y el júbilo de los asistentes. Otra prueba superada para la apertura del colegio.

El siguiente escollo de los defensores de la consulta fue la elección de los miembros de la mesa electoral que, ante la no asistencia de muchos de los nombrados por la Generalitat, se configuró de los voluntarios que hacían horas para “resistir”. Y así, el colegio consiguió abrir a las 10:15 minutos, más de una hora después de la oficial por las constantes caídas del sistema informático por el trabajo de la Guardia Civil, que tumbó en varias ocasiones la web del censo universal.

Así y ante unas colas que en ocasiones superaban los tres cientos metros empezó la votación. Maria, Dolors o Andreu, personas que acudían a votar en silla de ruedas o acompañadas por su avanzada edad, se convirtieron en héroes de las personas allí concentradas que les ovacionaron durante toda la jornada electoral. Fueron, junto a los bomberos, los más vitoreados.

Pero como pasó en la mayoría de colegios, un equipo de la policía nacional formado por cinco furgones se presentó en la puerta de la Escola Industrial. Eran las 12 de la mañana y más de 1.000 personas se agolpaban en el jardín del edificio escolar para poder votar. Fue el momento de mayor tensión de la jornada. Los allí concentrados cerraron la verja de la entrada principal para evitar el paso de losa agentes y decenas de personas se trasladaron a la parte trasera del edificio para tapar una posible entrada. Para ello construyeron una barricada con sacos de arena, vallas de obra y otros materiales de construcción que se encontraron en el edificio.

Y surtió efecto. El convoy policial no paró frente a la Escola Industrial ante la gran presencia de personas que “defendían” el colegio y continuaron su camino calle arriba en busca de otro colegio para cerrar. Las más de 1.000 personas ya concentradas celebraron como si de una victoria se tratara que en el centro electoral se pudiera continuar votando a gritos de “no pasarán” o “fuera las fuerzas de ocupación”.

Pese a las miles de personas que acudieron a votar a este colegio electoral, no se vieron símbolos independentistas -más allá de casos aislados- ni propaganda en favor del “sí” o del “no”. Fue un comportamiento ejemplar en este sentido que ya se quisiera para muchas domingos electorales en comicios municipales y autonómicos.

En Escola Industrial y sin la intervención policial fue una jornada tranquila, festiva y comprometida de más de 5.000 personas que ejercieron su ilusión de votar en un referéndum que el Tribunal Constitucional ha suspendido. Pero qué más les dio, por las caras, por las palabras y por los sentimientos, estas miles de personas que consideraron ganadoras. “Hem votat”, fue el grito de guerra cuando se cerró el colegio electoral.

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