Cuando miro el mapa del tiempo fijo siempre los ojos en la comarca de la Conca de Barberà. Vivo en Barcelona pero soy de Montblanc. Seguro que esta costumbre ha sido la responsable de más de un resfriado o bien la causa de volver a casa con los pies mojados. Sin embargo, no lo puedo remediar. De hecho, uno es del lugar de donde se siente, no de donde está. En resumen: somos del lugar donde fijamos los ojos cuando miramos el mapa del tiempo. El mismo ejercicio identitario lo podríamos hacer con la fecha de la Fiestas, el equipo deportivo o las marcas de todo tipo. En este sentido, hablamos de las naciones “Harley Davidson” o “Ferrari”.
En el debate político y electoral es fácil recorrer las huellas de las diversas identidades hablando, por ejemplo, de fiscalidad. La mayoría se llenan la boca con el déficit fiscal -algunos incluso hablan de expolio- y muy pocos ponen el dedo en la llaga del fraude fiscal, cuando, además, en Cataluña el volumen del déficit fiscal y del fraude fiscal son, más o menos, equivalentes. Los nacionalistas ponen el grito en el cielo por el déficit fiscal, mientras los partidos de izquierdas critican el fraude fiscal. En el mismo programa electoral donde CiU tira del cuento de la lechera para dibujar una Cataluña paradisíaca con la desaparición del déficit fiscal, no se explicita ninguna medida para combatir el fraude fiscal. Y el PP, no hace falta decirlo, respalda la amnistía fiscal y el blanqueo de dinero en nuestro país.
Joan Herrera acierta cuando se niega a elegir entre “país” y “izquierda” y concluye que quiere un país de izquierda, es decir, una reducción del déficit y del fraude fiscal. Por un lado, el mantenimiento de la ordinalidad (la posición inicial de Cataluña tras el reparto entre el conjunto de las comunidades autónomas); y por el otro, una voluntad política firme para hacer cumplir las obligaciones fiscales, así como una modificación de la propia fiscalidad para hacerla más redistributiva entre las rentas del trabajo y del capital. Bien mirado, en resumidas cuentas, aquí los que “roban”, de verdad, son los ricos a los pobres, en Cataluña y en España.
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