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Investir políticas para ganar el cambio

Joan Mena

Desde la investidura programadamente fallida de Pedro Sánchez los pasados días dos y cuatro de marzo, la política española continúa en un estado de bucle entre la teatralización y los actos partidistas de campaña. En estos últimos días, hemos sabido que Pedro Sánchez y Albert Rivera están dispuestos a contar con el PP de Mariano Rajoy para sumarlo a su acuerdo “reformista y de progreso” (¡tiene narices unir en la misma frase PP, Ciudadanos, reforma y progreso!).

También nos ha contado Ciudadanos que si el candidato a ser investido no es Mariano Rajoy, pero es otra persona del Partido Popular, están dispuestos a negociar. Y claro, como Pedro Sánchez ya nos dijo que detrás suyo hay 130 diputados y diputadas (los que suman PSOE y C’s), entendemos que él también está dispuesto a negociar si el nombre para ser investido no es Mariano Rajoy.

El problema es que PP, PSOE y Ciudadanos han caído premeditadamente en la estrategia de hablar de nombres propios (la investidura de Pedro, la de Rajoy, la de alguna otra persona del PP e incluso Rivera no renuncia a ello) para no hablar de políticas. Necesitan hablar de personas para no tener que hablar de políticas, que es lo importante. El cambio que requiere España, la regeneración democrática que ganó representada por diferentes opciones en las últimas elecciones del 20D, se fundamenta en aplicar nuevas políticas, no en un cambio sustantivo de nombres y apellidos.

Eso es lo que interesa al bipartidismo hoy encarnado por PP, PSOE y también C’s; pero no es lo que interesa al conjunto de los y las españolas. La gente ha votado para cambiar de políticas, para recuperar derechos, para blindar servicios públicos y no para sustituir un presidente por otro y que siga haciendo las mismas políticas al servicio de los poderosos y de espaldas a la ciudadanía. No se trata pues de investir personas, se trata de investir políticas, porque sólo mejoraremos la vida de la gente, especialmente de la más vulnerable, si investimos unas políticas diferentes a las que han gobernado en los últimos años.

En la investidura sólo hay dos opciones sólidas: o las políticas continuistas dispuestas en algún formato de gran coalición o las políticas de izquierdas con una suma coaligada de fuerzas del cambio. Es decir, o un gobierno donde intervengan por activa o por pasiva PP, PSOE y C’s, o un gobierno de progreso donde participen PSOE, Podemos, IU y las confluencias. Por muchas vueltas que el PSOE de Pedro Sánchez le quiera dar a la situación, él sabe que sólo hay estas dos salidas. Y del PSOE depende. Sin lugar a dudas, los intereses de la Unión Europea y de los grandes poderes fácticos, económicos y financieros que trabajan políticamente dentro del estado español ya están intentando afianzar una opción continuista en forma de Gran Coalición.

Si el presidente es Sánchez, si es Rajoy o si es otra persona del PP, es lo de menos. Lo que interesa al gran capital es que las políticas que ha desarrollado el PP de Mariano Rajoy sigan hacia adelante, y no pierdan el trazo gordo que se ha impuesto en toda Europa a raíz de aprovechar la crisis económica como excusa para recortar derechos y servicios públicos, y ofrecerlos, en forma de privatizaciones y recortes, en bandeja de plata a los amigos del poder.

Y frente a esa alternativa, que tiene pinta de ser la que se acabe imponiendo antes de unas hipotéticas nuevas elecciones en junio de 2016 que no interesan a nadie, y mucho menos a los más poderosos del país, sólo hay una opción real de cambio: un gobierno de coalición entre PSOE, Podemos, IU y las confluencias. Este gran acuerdo de progreso debería reconstruir la democracia perdida con los últimos gobiernos de Zapatero y Rajoy (modificación del artículo 135, LOMCE, Ley Mordaza, Ley de Estabilidad Presupuestaria, últimas reformas laborales, etc), reconstruir las políticas sociales en nuestro país (incrementar el valor adquisitivo de los pensionistas, subir el Salario Mínimo hasta los mil euros, revertir los recortes en educación, sanidad y políticas sociales, mejorar la ocupación y un plan para que los españoles retornen del exilio forzado al que los gobiernos neoliberales los han sometido) y, por supuesto, un nuevo pacto territorial basado en la democracia. La democracia consiste en que los ciudadanos y las ciudadanas, después de un proceso de información, un proceso de deliberación, y donde todas las opciones posibles estén igualmente representadas, puedan votar el futuro político de su país.

El papel que tenemos, en estos tiempos difíciles, las izquierdas (Podemos, IU y las Confluencias) es el de liberar al PSOE del yunque que lo ata a las políticas de derechas del Partido Popular, recuperar a una parte importante de sus votantes, porque son gente de izquierdas, y trabajar por una democracia plena, por el blindaje de los derechos sociales y los servicios públicos y por el derecho a la autodeterminación que deben tener todos los pueblos como elemento cohesionador de un nuevo Pacto Territorial. Sólo así conseguiremos un auténtico gobierno del cambio. El resto de posibilidades son capas de barniz para un sistema que hace años que está dando síntomas de descomposición.

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