Sigue persistiendo en Cataluña, entre los independentistas de izquierdas, los que piden la “independència sense retallades” [independencia sin recortes], la idea de que la independencia nos llevará automáticamente a una tan necesaria democracia. Este pensamiento está lleno de buenas intenciones y ¡qué bien estaría si fuera tan fácil! Pero el concepto de la autodeterminación es suficientemente importante como para requerir seriedad, conocimientos, lectura, experiencia y diálogo.
En una necesaria reflexión sobre la autodeterminación no tiene sentido el pensamiento binario, ni la necesidad de tener enemigos, ni verbalizar insultos como “españolistas” a la gente de la izquierda y a otros rebeldes anticapitalistas que reflexionan sobre la complejidad de la situación actual.
Es interesante observar el planteamiento de los eficaces activistas antineoliberales del movimiento estudiantil de Quebec, La CLASSE, que están a favor de la autodeterminación al mismo tiempo que rechazan el camino hacia la independencia del Parti Quebeçois (partido que se parece más a ICV que a ERC, y nada a CiU). El movimiento estudiantil quebequense ha conseguido cambiar las leyes que recortaban la educación pública, ha conseguido cambiar el gobierno de derechas que había hasta hace poco, y cree que la democracia es un componente importante, una condición previa a un debate sobre la autodeterminación, y no al revés, como piensan algunos en Cataluña.
Muchos catalanes comparan Cataluña con Quebec sin conocerlo bien. Yo viví varias décadas en Quebec y en las comunidades indígenas de Quebec, y fui ahí desde el Canadá inglés por mi interés en el tema de la autodeterminación. Esa experiencia me ha dado mucho respeto, humildad y un poco de vértigo ante esta importante cuestión.
Pero el nivel de madurez, conocimientos y respeto en el diálogo sobre la autodeterminación que existe en Quebec no tiene nada que ver con lo que vemos en Cataluña, por razones históricas y culturales. A la derecha catalana solo le interesa manipular la identidad cultural e histórica para hacer avanzar el neoliberalismo y las desigualdades sociales. Y a la izquierda independentista, a pesar de sus buenas intenciones, le falta cierto rodaje político para este tema importante por lo que acaba siguiendo el ritmo de la derecha.
Un ejemplo ha sido la participación del Procés Constituent el 11 de septiembre en el marco de la Via Catalana (siendo parte del mismo acontecimiento, sin querer cuestionarlo ni dividirlo, según explicó Arcadi Oliveres en su discurso el 11S), pero con un cierto guiño un poco rebelde, ambiguo, un poco como obedecer a los papás pero jugando con la Playstation debajo de las sábanas para desobedecerles, al rodear las torres de La Caixa (por cierto, imitando al Occupy Mordor del 15M que duró 38 días y que tenía un plan y un análisis político mucho más elaborado que el del Procès Constituent). Los organizadores de esta cadena nacionalista alrededor de La Caixa pretendían que tuviera más contenido social que la de Artur Mas, pero siguiendo el ritmo y los símbolos de la Via Catalana organizada por la Assemblea Nacional Catalana en la que participaron los consellers que están recortando y privatizando todo lo nuestro. Y el Procés Constituent, como CiU y ERC, dan por hecho qué tipo de autodeterminación quieren las y los catalanes.
Sí, se necesita un proceso constituyente pero ¿cuál, cómo y con quién? En estos momentos el que se plantea en Cataluña se asemeja a una lista de la compra desordenada, una versión pasada por agua de las propuestas del 15-M del 2011 (Ver el manifiesto del Procés Constituent y comparar con las propuestas de mayo del 2011). El Procès Constituent menciona la necesidad de una “democracia participativa” pero sin concretarla ni trabajarla (en contraste de lo que están haciendo grupos como el Partido X), y dando por hecho que la autodeterminación es un fait accompli que no requiere un proceso democrático elaborado desde abajo antes de cualquier plebiscito. Esta propuesta del Procés Constituent está muy ligera de contenido y se está haciendo con unas prisas que son peligrosas (las prisas siempre favorecen a la derecha).
Solo una democracia participativa y real puede abrir el camino a un diálogo sobre la autodeterminación. Con la democracia de baja intensidad que tenemos (algunos hasta la llaman “posdemocracia”) no se puede avanzar hacia un proceso de decisión sobre nuestro futuro. Estas prisas flojas de contenido refuerzan nuestra dependencia de la Troika, del neoliberalismo en general y de la derecha catalana en particular. La llamada “democracia” que tenemos ahora, o mejor dicho, la falta de democracia, solo nos puede llevar a estar más encadenados a Mas, a Junqueras y a otros artistas de la austeridad.
No tenemos todavía el nivel de democracia necesario porque somos una sociedad posdictadura, una sociedad herida, en la cual la cultura de la transición (CT) sigue reinando. No tenemos experiencia en procesos democráticos ni en procesos de consenso, porque la historia nos lo ha impedido, esa historia que nos ha dejado la polarización, el absolutismo, el “y tú más” y la necesidad de un enemigo común. Y si no hay una democracia mínima, cualquier referéndum será una trampa, como son ahora las elecciones, las Iniciativas Legislativas Populares y otros plebiscitos.
Pero no es tarde. Nunca es tarde para la democracia y la justicia económica y social. Esto es lo que decimos desde el 15-M desde hace dos años: el futuro será realmente democrático o no será. Ya hay iniciativas prácticas y teóricas para ir aprendiendo y probando caminos democráticos. Pero se necesita aprender, probar y tomar el control de nuestros procesos más que seguir corriendo al ritmo de la derecha o replicando a la derecha con cadenas pseudoalternativas.
Porque somos rojas, estamos desencandenadas y dispuestas al diálogo.
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