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No disparen al pianista… de la CUP (y 3)

Lluís-Anton Baulenas

Comenzamos con las cartas sobre la mesa: 1. No me arrepiento nada de haber votado por la CUP. 2. No volveré a votar a la CUP. Al menos, en las elecciones de marzo. “Nosotros somos el acelerador del proceso. La garantía. Si somos decisivos, la república se proclamará”. He aquí un tuit del amigo Antonio Baños de cara a las elecciones del 27-S. Muchos votamos la CUP exactamente por esta razón. ¿El resultado? Antonio Baños ha dimitido y muchos votantes no hemos acertado. Tanto Baños como muchos otros asumimos un riesgo. Porque sabíamos qué era la CUP. O sea, antes de votar una opción, nos informábamos, preguntábamos, seguíamos de cerca la forma de ser y de hacer de la CUP. Les dimos el voto sabiendo que era un voto prestado. ¿Esto qué quiere decir? Que era un voto interesado, no “amado”.

No sé si en la CUP son conscientes de la cantidad de voto “interesado” que les dejaron. Se verá claro, imagino, en las elecciones de marzo. Pero lo que quiero destacar es que todos estos votos coyunturales no dan derecho a pedirles que cambien su forma de ser ni de organizarse. Comprendo la frustración, pero no comparto el sacrificio ritual de los cupaires y, aún menos, su linchamiento. Desgraciadamente, todavía es mayoría que ve la política según el esquema de los partidos antiguos, con liderazgos, con intereses concretos, a menudo egoístas.

La forma de funcionar de la CUP es pesada e insoportable para mucha gente. Es una manera de hacer lenta e incluso pretenciosa, antigua. Pero al mismo tiempo es sólida y ya tiene años de rodaje y de consolidación. La gente descubre ahora la CUP porque le interesa. Y la descubre desde la óptica de la política clásica y vieja.

Por ejemplo, la gente de la CUP, acostumbrada a la discusión, tiene relativamente poco miedo de expresar públicamente la discrepancia interna. Ahora mismo, Baños ha actuado con la normalidad más democrática del mundo: Ha dimitido. La política vieja, el periodismo viejo ve síntomas evidentes de grieta interna, de rotura, de desorganización, cuando es exactamente lo contrario. La CUP ha sabido vender poco y mal porque no es su manera de funcionar. Por ejemplo: ¡No han sabido vender su disposición firme a investir a otras personalidades políticas convergentes!

La CUP habría aceptado a Neus Munté sin problema. Hubieran tenido que dedicarse a repetirlo, a airearlo, a repicar como si tuvieran un mazo, cada día, cada minuto, cada segundo, miles de veces, que tenían otros candidatos, incluso convergentes, para continuar el procés. No lo han hecho por inexperiencia.

Otro ejemplo, ERC calla y espera en la puerta de casa a ver pasar el cadáver político del presidente Mas. Pues bien, la CUP, durante las negociaciones ha mantenido un respeto absoluto y seguramente excesivo con este silencio extraño y total de los republicanos respecto al desarrollo de esta cuestión. La vieja política lo habría hecho diferente. Habría habido mil filtraciones y declaraciones interesadas de personalidades, de la prensa amiga, etc. Pero es que la vieja política contaba automáticamente con ellos. Y ellos, no se han dejado hacer el abrazo del oso.

El mismo Antonio Baños, cuando expresaba las frases con las que hemos encabezado este escrito, era consciente del riesgo que conllevaban. Ha perdido, ha dimitido. Quienes votamos a la CUP, conociendo la CUP, éramos conscientes del riesgo que conllevaba. Ahora, en el mes de marzo, todo volverá a su camino natural.

No volveré a votar la CUP porque no me quiero volver a arriesgar. No pasa nada. Y como yo, tantos otros votantes. Una parte volveremos donde siempre, a regañadientes. Otras votos “prestados” a la CUP se irán a las opciones “podemitas”. Y ya está. En el mes de marzo, último gran esfuerzo, último acto de la función.

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