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Lo que se esconde tras el hecho que Albert Rivera no haya leído ningún libro de Kant

Jordi Mir Garcia

Albert Rivera recomendaba leer a Immanuel Kant y reconocía no haber leído ningún libro del filósofo y jurista. Ocurría en un debate en la universidad Carlos III de Madrid al que habían sido invitados también Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Solo el presidenciable por Podemos asistía junto a él y fue precisamente éste quien a una pregunta de las personas asistentes, en este caso un estudiante que le pedía la recomendación de un libro, hizo referencia a Kant y la “Ética de la razón pura”. Y después sería Rivera quien se sumaría a la recomendación. Cuando el moderador preguntó si quería concretar un título llego la intervención de Rivera que generó sorpresas y se convirtió en viral: “Yo, la verdad, es que no he leído a Kant un título concreto, pero me da igual.”

Las risas explotaron rápidamente. ¿Cómo puede ser que alguien diga que para él o ella un autor o autora es una referencia, que lo es en su ámbito académico o profesional, y a la vez asuma con naturalidad que no ha leído ninguno de sus libros? Poca atención mereció el título inexacto citado por Iglesias. Eso no hizo tanta gracia, ¿quién se sabe los títulos de Kant? Pero vamos a lo importante. Este episodio sirve para reír un poco, ¿para algo más? Pues aunque no lo parezca, porque nos perdimos en las risas, debería servir para mucho más. Sirve para manifestar una realidad poco presente: ¿Se leen libros en las universidades?

Rivera no leyó ningún libro de Kant pese a ser un referente en algunos ámbitos del derecho porque no hace falta leer ningún libro para aprobar, incluso para sacar matrícula, en esas asignaturas. Porque no se acostumbra a pedir que se lean libros. Incluso, porque no se trabaja con libros. Rivera se sorprendió de las risas, ¿qué mal había hecho? ¿Cómo pueden reírse por algo que nunca pudo pensar que no fuera lo correcto? ¿Por qué debíamos leer libros? Leer se lee, los jóvenes leen mucho y de diferente manera. Leen apuntes, artículos, manuales, capítulos aislados, fragmentos, blogs, Wikipedia…

Una estudiante de Humanidades y Ciencias políticas escribió esos días en periodo de exámenes:

No es una excepción, no es un caso particular de sus facultades. Todos los indicios que tenemos nos hacen pensar que está muy extendido. Pero se habla poco de ello, estudiantes con más interés y capacidad en algún momento levantan su voz. En algunos ámbitos de conocimiento los libros hacen tiempo que desaparecieron si no eran manuales. En otros han ido dejando paso a los dossiers de lecturas fotocopiadas, a los capítulos escaneados… No se trata aquí de hacer un elogio nostálgico del libro, del papel, se trata de pensar qué efectos tiene la lectura fragmentaria o de artículos enteros en el mejor de los casos. ¿Necesita Albert Rivera leer a Kant para llegar a presidente del gobierno? No. ¿Pero necesitamos leerlo si queremos saber algo más que una selección de sus ideas? Sí. ¿Es importante leer a Kant? Si decimos que es un referente para nosotros o nuestra disciplina, seguramente, convendrá.

Necesitamos leer libros, obras completas, para poder entrar en profundidad en las ideas, propuestas, análisis, que alguien ha generado. En algunos ámbitos las obras completas pueden ser artículos académicos largos, tampoco sacralizamos el libro. Es necesario asumir que la exhaustividad no está a nuestro alcance, que no podremos leer a todo Kant en una asignatura. Pero también hay que asumir que no podemos pensar que conocemos a Kant porque en una asignatura alguien nos habló de él y nos explicó un resumen de su vida y obra. Conviene asumir las dificultades a las que nos enfrentaremos si queremos ser exhaustivos y a la vez tomar plena consciencia de las limitaciones que tenemos por el tipo de formación que estamos siguiendo.

Debemos deshacer la ilusión de que en diez o doce semanas de un trimestre o semestre universitario vas a estudiar la historia contemporánea, o la economía internacional… Nuestras carreras universitarias han ido perdiendo años, asignaturas, créditos… Por cierto, ¿alguien ha oído hablar de educación, universidad o lectura en esta campaña electoral? Ahora, además, se quiere pasar de grados de cuatro años a los de tres. ¿Nos hemos preocupado de preguntarnos cómo afecta o afectará a la formación de los estudiantes? No se trata de ir preguntando cuantos libros ha leído alguien en los años de carrera para decidir si la cosa va bien o no. Como en tantas otras cosas el cómo puede ser más importante que el qué. Pero esta desaparición de los libros sí parece ser una señal alarmante que nos debería hacer reaccionar. Como decía Violeta, la estudiante de Humanidades y Ciencias Sociales:

Tal vez va siendo hora de abordar decididamente los efectos de la comida rápida, la política rápida, la docencia rápida, la lectura rápida… Hay lecturas que nos cambian la vida, difícilmente lo harán unos apuntes o Wikipedia. Necesitamos los apuntes y Wikipedia, y los resúmenes de lecturas… Pero necesitamos, también, leer con calma, con profundidad, releer, pensar, parar, volver a leer, hablar de lo que hemos leído y pensado, dialogar, aprender y cambiar.

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