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De las frustraciones de los comienzos a la movilización 'Tancarem el CIE'

Andrés García Berrio

Coger el autobús 109 en Plaza Espanya sin saber muy bien dónde uno se tiene que parar. Preguntar al conductor por el CIE y que conteste que no sabe muy bien dónde está. Bajarte en medio de un polígono industrial inhóspito y caminar hasta la reja del CIE sin perderte si tienes suerte. Tocar el timbre, esperar a que te abran. Se mueve la reja, entras y un policía te indica que te has de sentar en un cubículo junto con otras personas para poder visitar. Pides turno y esperas. Y sientes la misma sensación de injusticia que uno tiene al ir a visitar a una prisión. Se generan miradas cómplices. Y, mientras esperas tu turno, comienzas a conversar con familiares y amigos de las personas que están dentro, con ganas de saber cómo se vive dentro del CIE. Te presentas como miembro de una organización de defensa de los derechos humanos y, tras las primeras reticencias, comienzan a explicarte en los momentos en que no hay agentes en la sala. Trayectorias cargadas de racismo e injusticia que desembocaron en el CIE. Y palabras que evocan la desesperación que supone la amenaza de una deportación forzosa. También gestos y discursos que muestran la enorme resistencia puesta en marcha.

Llega tu turno, te acercas a la puerta, y te piden el número de interno. No hace falta ni siquiera nombrarle. Con su número es suficiente. Pasas un detector de metales, giras a la izquierda y entras en la sala de espera de los locutorios. Se podría decir del locutorio, en singular. Porque no hay separación entre los puestos habilitados para hablar (y dentro de muy poco, gracias a que estamos a punto de tirar las mamparas, también para tocarte). Llegan cuatro o cinco personas a la vez y todas se sientan. No conoces a la persona que vas a visitar. Comienzas a hablar intentando abstraerte del bullicio que tienes a tu alrededor, ya que todo el mundo habla a la vez en un único espacio. Te presentas, se presenta. Comienza la conversación. Muchos no entienden su situación, ya que vieron tan solo un rato a su abogado (muchos de los cuales presentan recursos sin ni siquiera molestarse en buscar documentación que acredite el arraigo). Algunos se sienten bien defendidos, los menos. Y sientes en muchos casos el miedo a la deportación forzosa y el miedo a explicar cómo está todo dentro del CIE. Sobre todo después de momentos en los que se produjeron agresiones o algún tipo de vulneración de derechos. A los 10 minutos, o con suerte un poco más, llega un policía y te hace acabar la conversación. Vas dejando atrás las puertas del CIE y emprendes la vuelta a casa.

Cada visita al CIE marca. No conozco a nadie a quien no le marcó. Desde ese momento, pasas de analizar el CIE como una injusticia a sentirlo de verdad.

Así comenzó el actual ciclo de movilizaciones por el cierre de los CIE en Barcelona hace ya 5 años. Algunas personas retomamos el gran trabajo hecho por otros colectivos años atrás y comenzamos a visitar a personas que estaban en el CIE. Tras una huelga de hambre en la que nos plantamos delante de algunos (pocos) medios de comunicación sentimos la necesidad de acercarnos de verdad al CIE, de analizar lo que estaba pasando y hacer un informe que lograra visibilizar lo que pasaba. Sumar historias, situaciones, y sistematizarlas. Cargarnos no solo de argumentos, sino también de evidencias.

Entonces llegó lo que algunos denominamos como el descenso a las cloacas del Estado. Registrábamos en las visitas el alto grado de impunidad que existía en un espacio de privación de libertad que casi nadie conocía. Salíamos de allí en muchas ocasiones quebradas emocionalmente, y las asambleas servían para poner en común, intentar resolver las situaciones, ver cómo podíamos denunciar lo que pasaba. La mayor frustración era sentir que eso estaba pasando y que nadie se enteraba. Fueron tiempos bien difíciles.

Fue pasando el tiempo, y comenzaron los primeros encuentros de colectivos por el cierre de los Cies estatales. Fue un punto de inflexión. De repente no éramos cuatro locos, sino que éramos unas cuantas en muchos lugares con muchas ideas. Sentir la fuerza colectiva ha sido imprescindible.

Y con el tiempo pasamos de ser unas pocas a lanzar, tras la impotencia vivida tras la muerte de IdrissaDiallo el 6 de Enero de 2012, la campaña ciudadana TanquemelsCies. Al principio como una coordinación de colectivos y más tarde como una red bien fuerte, con tres comisiones funcionando autónomamente: Visitas, legal y comunicación. Trabajando en red con otros colectivos como Sos Racismo o Migraestudium, y ya en camino del cuarto Encuentro Estatal por el Cierre de los Cies que se celebrará en Diciembre en Asturias.

Conocer qué pasaba en los Cies. Denunciar las redadas racistas que conducían a los CIES. Visibilizarlo a través de acciones sociales, comunicativas, jurídicas y de incidencia política. Sumar a nuestro análisis la deportación en sí, los vuelos de la vergüenza, y acabar haciendo un informe de Derechos Humanos en Melilla. Se fue rompiendo el silencio, atacando la impunidad, y llevando gritos y palabras de cierre cada vez más consistentes a las puertas del CIE, a espacios sociales, a universidades, a congresos, a plazas, y a los bares.

Y de repente el discurso de “Cerremos los Cies” se giró hacia un “Cerraremos los Cies”. No es casual. Las personas y colectivos sociales que estamos organizando la campaña Tancarem el Cie estamos convencidas de que lograremos cerrar el CIE de Barcelona. Y el de Madrid. Y el de Valencia. Y el de Toulouse. Será cuestión de tiempo, estrategia y determinación. Pero cada vez el hay más personas y entidades que se suman a exigir su cierre. En el proceso destituyente y constituyente en marcha es imprescindible que el cierre del Cie esté en el centro. Y que quede claro que cerrar el CIE no es sólo clausurar el centro de la Zona Franca. Es acabar con las redadas racistas, garantizar el acceso a los derechos a las personas migrantes, configurar y proteger el derecho a migrar, etc. Cada grito contra el CIE es un grito contra el racismo. Nunca más, en ningún sitio, contra nadie. TancaremelsCies.

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