Llegir versió en català
Ya ha pasado una semana de la victoria total (según la Marcaspaña) del consti-borbonismo-buen-rollista y la retirada del tema catalán de las portadas de la prensa cavernícola ha sido total. Como sustituto, ha aparecido en el Principado otro mantra para dar que hablar. La repentina preocupación de nuestros prohombres por eso que ahora llaman “el día a día”. “Se necesita un gobierno fuerte para el día a día”. “Junqueras debe ser responsable y garantizar el día a día”. “Hay que restablecer puentes con el PP para poder gestionar el día a día”, y así hasta la náusea. Es muy sorprendente ver como a las fuerzas burguesas les preocupa tanto la cotidianidad, cuando llevan toda la crisis astillando, destruyendo, cualquier posibilidad de vida cotidiana digna. Poder llevar al crío a la escuela o al abuelo al hospital, poder vivir bajo techo o no perder un ojo para ejercer tus derechos, son los auténticos problemas del día a día que, hasta ahora, han sido obscenamente menospreciados por los estadistas que la esquiva fortuna ha tenido a bien enviarnos para gobernar este país.
Pero hay algo asombroso que no encaja dentro de esta pasión cotidianista. Y es que hoy la gestión diaria de la Generalitat es más fácil e intrascendente que nunca. Intervenida de facto por el gobierno de Madrid y de lejos por los mercados, incapacitada para acceder al crédito y ligada por una deuda descomunal, la Generalitat es el paraíso para cualquier contable de papel carbón y calculadora Casio. El sueño del Barletby catalán.
Nos gobierna una Mancomunitat, pero a pilas. Porque aquel fantástico instrumento de Prat de la Riba sí chutaba como una moto al lado de este tipo de gestoría de subasteros con torre en Salou en que se ha convertido la Generalitat. Se queja Mas de que nadie quiere entrar en el gobierno por miedo del día a día. Se equivoca. Creo que ERC no entra por pereza. O precisamente porque cada día sea igual de impotente. Yo mismo, si fuera de este tipo de personas, me ofrecería para gestionar la Generalitat solito. Voy para allá a media mañana, llamo a la troika o a quien toque, pongo el manos libres y acerco el móvil a un sistema de megafonía que escuchen todos los funcionarios. “Cortad por aquí, vended aquello, dad tal servicio a tal empresa”, os irán diciendo los sabios euroinquisidores. Y una vez recibidas las instrucciones, nos pasarán un talón con los fondos justos y a cobrar. Pan comido.
De hecho, el momento es fantástico. Precisamente, porque sobre el día a día de la administración no tenemos ningún control, ni siquiera podemos reformar las leyes porque nos las tumban en el Consti. Y como tampoco podemos defender la lengua catalana sin secuestrar a niños castellanohablantes, ha llegado el momento de dedicarse a la política. Política a lo grande. Política soberana, por decir algo. Ya sé que Junqueras dice que queda margen para esto que la izquierda burguesa llama “hacer políticas” contra la crisis. Nada. Dos duros por aquí, la euroviñeta por allí... Buenas intenciones, unos millones y, luego, otro parche en el harapo.
Todo esto me ha hecho pensar mucho en Tom Wolfe y su libro Elegidos para la gloria. Habla de los pioneros de la carrera espacial americana, y explica cómo aquellos primeros astronautas, Chuck Yeager, Sheppard, Grissom y toda la panda se sentían incómodos en las cápsulas del proyecto Mercury. “Somos pilotos. Queremos pilotar y no hacer como de chimpancés, sentados sin poder cambiar de rumbo ”. Mas y Junqueras están, más o menos, en la misma situación (no tiene nada que ver con los monos). Se encuentran con que han sido, por azar o por el destino, escogidos para la gloria. Impelidos por la fuerza imparable del cohete popular y soberano catalán (momento de cursilería indígena), pero sin ninguna capacidad de orientación... Metidos dentro de la cápsula de la carrera orbital catalana, con el día a día hasta la consulta final. Y quien presupuesto pacta, año pasa. Y tal día hará un año. Hombre, pensad que esa gente llegó a la Luna, aunque aquí...