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La plurinacionalidad, una propuesta para Catalunya

Josep Carles Rius

El PSOE abre la puerta al ‘reconocimiento del carácter plurinacional del Estado’. Es una frase que puede resultar trascendente a la hora de encontrar una salida al conflicto entre Catalunya y España. Porque el reconocimiento nacional aparece como la única llave capaz de empezar a resolver la fractura. La victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas podría significar, de esta forma, una nueva oportunidad, quizás la última, de tejer complicidades entre la política española y la Catalunya mayoritaria, la que aspira a decidir su futuro.

La decisión del congreso socialista se suma a la apuesta de Podemos por la defensa de la identidad nacional de Catalunya. Ambos pronunciamientos políticos vuelven a situar a la izquierda española como aliada de las aspiraciones catalanas frente a la beligerancia de la derecha. Una de las razones de ser de la derecha española está, precisamente, en la defensa de un Estado al servicio de una única nación, la española. El Partido Popular sabe que nada cohesiona más a sus bases que practicar el nacionalismo español frente a Catalunya, la catalanofobia, sin importarle el daño irreversible que deja por el camino. Un Partido Popular sostenido ahora por Ciudadanos, que nació, precisamente, como oposición al nacionalismo catalán.

A diferencia del PP, el PSOE no ha utilizado a Catalunya para ganar votos en el resto de España. Resulta injusto cuando se formula esta acusación por parte del nacionalismo catalán. Pero los socialistas no han logrado hacer compatibles las aspiraciones de Catalunya con la opinión pública de sus grandes feudos electorales. Ni, tampoco, con una ‘vieja guardia’ que aprovecha todas las tribunas posibles para ejercer un rancio españolismo. Ahora el PSOE de Pedro Sánchez tiene la oportunidad de revertir el bloqueo y ofrecer una alternativa para Catalunya que, a la vez, rescate al Partit dels Socialistes Catalans (PSC) como actor político después de años de ostracismo. El PSC puede así recuperar la credibilidad de su ‘tercera vía’, su “reforma constitucional federal”, en la que muy pocos creían.

El reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado quizás llega tarde cuando una parte significativa de los catalanes ya ha ‘desconectado’ de España y no está dispuesta a aceptar que “la soberanía reside en el conjunto del pueblo español”. Pero lo cierto es que constituye el único punto de partida posible para intentar un nuevo pacto. El primero fue la Constitución y el segundo el Estatut del 2006. Hoy los dos son historia. Tras el franquismo, Catalunya creyó que se podía recuperar un proyecto de convivencia sobre las bases de la Constitución de 1978 y del Estatut de 1979. Pero la interpretación de estos textos fue restrictiva y en sentido contrario al espíritu inicial de la Transición. La incomprensión fue creciendo y culminó con la segunda legislatura de José María Aznar, cuando el nacionalismo español se expresó “sin complejos”. Como reacción, el catalanismo quiso reescribir su relación con España y se embarcó en la redacción de un nuevo Estatut. Era el último intento de encontrar un verdadero encaje de Catalunya en España.

El portazo del Tribunal Constitucional al Estatut en el año 2010 significó un verdadero cataclismo en Catalunya. El Estatut representaba para la mayoría de los catalanes el mínimo denominador común de sus aspiraciones nacionales. A partir de aquí, el catalanismo se quedó sin argumentos y transitó hacia el independentismo. Para escribir este nuevo relato, los argumentos eran contundentes. Uno económico, el déficit fiscal. Catalunya se sentía ahogada, sin fuelle, con los índices de pobreza y desigualdad disparados, y obligada a pedir ayuda —un rescate— de las arcas del Estado. Pero aún más importante fue el sentimiento de humillación en su identidad nacional. Porque un Tribunal anulaba el Estatut que había superado un escrupuloso proceso democrático (aprobación en el Parlament, el Congreso, el Senado y en referéndum).

La izquierda española puede, ahora, propiciar el reencuentro entre las sociedades catalana y española. La mayoría de los catalanes tiene un profundo sentimiento de pertenencia a una nación, la catalana. Muchos hacen compatible estos sentimientos con raíces y vínculos emocionales que parten de la historia y la cultura compartidas con España. El ‘reconocimiento del carácter plurinacional del Estado’ que ha escrito el PSOE en su programa político, y que Podemos defiende desde su nacimiento, abre una oportunidad en Catalunya. Y en España.

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