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La segunda ‘operación Moisés’ de Artur Mas

El mesiánico cartel de Artur Mas para la campaña de 2012

Josep Carles Rius

Artur Mas juega fuerte. Sólo convocará elecciones si ERC acepta la lista única, en realidad, la ‘lista de país’, la ‘lista del President’. “A veces –dijo- es necesario difuminar la ideología propia a cambio de hacer brillar el ideal común”. El movimiento por encima de los partidos. La democracia plebiscitaria. Oriol Junqueras, que no aplaudió el discurso de Mas, tiene un dilema. Esta vez la víctima de la astucia del President no ha sido el Estado español, ha sido, precisamente, su principal compañero de viaje hacia la independencia.

Artur Mas se presentó hace dos años a las elecciones como un Moisés que pretendía conducir a su pueblo hasta la tierra prometida, que era entonces el ‘derecho a decidir’. ¿Recuerdan aquel poster electoral con los brazos abiertos sobre un fondo de senyeres y estelades que debía garantizar una ‘mayoría excepcional’ y que, al final, se saldó con la pérdida de doce diputados por parte de CiU? Tras el retroceso electoral, Artur Mas tenía dos opciones. O dimitir o demostrar con los hechos que él era realmente el elegido para liderar el proceso soberanista. Esta ha sido su misión desde entonces.

Y ahora intenta repetir la historia. Otra vez el President situado por encima de los partidos para llevar a Catalunya a la independencia, ya sin eufemismos. Otra ‘operación Moisés’ para encabezar una ‘lista de país’ que difumine a una CiU sumergida en los casos de corrupción. Una operación para arrebatar el liderazgo independentista a Oriol Junqueras. Y con la supuesta complicidad de la ‘sociedad civil’, que en los próximos días deberá decidir si entra en el juego del President.

Artur Mas necesita diluir, camuflar, a su partido. Para ello crea un movimiento. Pero los otros partidos que le han acompañado en su viaje a la independencia no precisan enmascarar sus siglas. Y pueden defender la soberanía de Catalunya a partir del ejercicio de su propia soberanía. Ya lo han explicitado, aunque saben que se enfrentarán a fuertes presiones por parte de la poderosa maquinaria de CiU, que a partir de ahora amplificará las palabras del President: es la hora de la generosidad, de superar la dinámica partidista, de, como en el 9-N, jugársela al todo o nada. Del coraje, de la valentía. Si Junqueras dice ‘no’ querrá decir que no será merecedor de todas estas virtudes. Y Artur Mas gana de las dos formas. Si ERC acepta, él será el gran vencedor (pese a que dijo estar dispuesto a ser el último de la lista) y, si se niega, su gobierno culminará la legislatura sin épica por culpa de Junqueras. Una jugada maestra.

Artur Mas tiene prisa porque pretende rentabilizar el 9-N, aquel día en que lo apostó todo y ganó. ERC y la CUP también tienen prisa porque saben que difícilmente tendrán una mejor coyuntura para forzar la independencia. Pero a partir de aquí, surge un dilema que tiene una larga tradición en Catalunya. Históricamente, la sociedad y la política catalana se han implicado en los movimientos de regeneración del conjunto de España. Es más, en muchos casos Catalunya ha sido precursora o ha liderado los cambios. Y ahora que una parte significativa de la ciudadanía española se ha implicado en un proceso de ruptura, ¿qué hará Catalunya?

Las encuestas indican que en Catalunya convivirán los dos caminos. El que sólo lleva a la independencia. El que todo lo condiciona a la consecución de este fin. Y el que pone el acento en la agenda social y en la transformación del sistema, con la misma intensidad que millones de ciudadanos del resto de España. Es decir, de nuevo la prioridad ‘nacional’ frente a la urgencia ‘social’. Entre la alternativa únicamente catalana o la reivindicación compartida con todos los sectores regeneracionistas del Estado. Artur Mas y Convergència lo tienen claro. Pero la izquierda lleva mal esta dicotomía entre las agenda nacional y social. Que la CUP no participe en Guanyem Barcelona o los equilibrios de ICV-EUiA son una buena muestra de ello.

Artur Mas juega fuerte. Pide que se aparquen las ideologías. Lo importante es la independencia. Ya decidiremos después qué país queremos construir. Y mientras el poder sigue en las mismas manos. En las de casi siempre. Una jugada maestra de CiU para sobrevivir. Especialmente si ERC se la cree; si la izquierda está dispuesta, una vez más, a “difuminar” sus ideas para que “brille” el “ideal común”. Sin preguntarse que en una sociedad tan plural como la catalana los ideales también son múltiples y que en las democracias los partidos y las ideologías son imprescindibles siempre, incluso para lograr la independencia.

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