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Anna Gabriel, la 'comandanta' del partido sin líderes

La diputada de la CUP Anna Gabriel interviene desde el atril del Parlament con una camiseta zapatista

Neus Tomàs

Si hay dos principios que definen a Anna Gabriel (Sallent, 1975) son el feminismo y el activismo. Licenciada en Derecho y Educación Social, Gabriel se crió en una familia nada dada a la resignación. “Mi padre venía de la provincia de Huelva, del flujo de las migraciones que llega de las minas de Riotinto a la de Sallent; y mi madre, pese a ser nacida en Sallent, procede de una familia de la primera hornada minera, procedente de Murcia. Gente pobre. Gente concienciada”, rememoraba hace un tiempo en una publicación de la CUP.

A Gabriel le gusta definirse como “un producto de la clase trabajadora” y uno de sus referentes es su abuelo, un minero militante de la CNT que creía tanto en el comunismo libertario que llegó a quemar su dinero en la plaza del pueblo. Es ese abuelo quien le enseñó a reivindicar con “la cabeza alta” sus orígenes obreros. “Mi infancia, por suerte, me ha determinado. Tienes la capacidad de detectar muy rápido donde están las necesidades y, por lo tanto, donde debe estar la justicia”, le confesaba hace un año a Pablo Iglesias en el programa 'Otra Vuelta de Tuerka'. La patria como infancia, según la definición de Rilke.

Ella y su hermano fueron los primeros independentistas de la familia. Ahora, su madre, que procedía del PSUC, también lo es. Gabriel se inició en la militancia política cuando tenía 16 años y con 21 impulsó la Coordinadora d'Associacions per la Llengua. Se alistó en una candidatura municipal de la CUP para acabar con la hegemonía de CiU en su pueblo. Sallent es una población de 6.500 habitantes en la que, según la descripción de la dirigente cupaire, “manda más la mina que el pueblo”, en referencia al poder de la empresa Iberpotash. Allí conserva a sus amigos de toda la vida, y una de las citas que nunca se perdía era el Carnaval. Le gusta disfrazarse con la gente del 'ateneu'. O le gustaba, porque este año la rúa le pilló ya fuera del país.

Esta exdiputada reinvindica con orgullo que no es hija de ninguna élite ni pertenece a una clase dominante. En una Catalunya en la que las llamadas 300 familias de la burguesía aún influyen, y mucho, el protagonismo de políticas como Gabriel denota que algunas cosas sí han cambiado.

En su paso por el Parlament, primero como coordinadora del grupo y en la última legislatura ya como diputada, nunca se acostumbró a las alfombras rojas y era poco dada a hacer amigos con representantes de otros partidos. “No era de las que iban a tomar café al bar del Parlament”, resume uno de sus compañeros en esa etapa.

Con el transcurso de la legislatura ganó visibilidad y, con ella, el sobrenombre de “comandanta”, utilizado entre los partidarios de la izquierda independentista en referencia a la Comandanta Ramona, histórica líder zapatista. La CUP, de hecho, tiene en el movimiento indígena de Chiapas uno de sus referentes políticos. El “mandar obedeciendo”, en el anticapitalismo catalán, ha tomado forma de un partido sin líderes, que, sin embargo, ha encumbrado una 'Comandanta Gabriel'.

Sonrisa y puño en alto

Sus rivales políticos, dentro y fuera de la CUP, pueden dar cuenta que detrás de una aparente fragilidad se esconde una negociadora más que dura. Artur Mas lo sabe mejor que nadie. Ironías de la vida, el día en que el expresident declaraba en el Supremo, los titulares se los ha llevado Gabriel confirmando que se queda en Suiza. Sonrisa y puño en alto, esa es la imagen que mejor retrata a la dirigente de la CUP.

En su época como diputada intentó “blindarse de las perversidades mediáticas”. La polémica creada por su defensa de la crianza de los hijos en comunidad la hizo aún más refractaria a relacionarse con los periodistas.

Gabriel es de las que defiende que el flamenco es cultura catalana. Como lo son las jotas o el garrotín, añade. En su coche escucha a los Estopa de la primera etapa. “Me rebela que haya una tradición catalana que crea que solo la sardana, el flabiol y la barretina son cultura popular catalana”, confiesa.

No tiene hijos pero si los tuviese les cantaría canciones de Ovidi Montllor. Es probable que estos días les tararease 'Perquè vull' y les susurrase aquello de que todo empieza en uno mismo.

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