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De Ferrer i Guàrdia a Francesc Macià, otros catalanes que se refugiaron en Bruselas

Francesc Macià en el centro, en Solsona

Sergi Franch

Carles Puigdemont y cinco exconsellers del Govern de la Generalitat se han ido a Bruselas después de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Han realizado el viaje sin explicar públicamente los motivos y sin que la Fiscalía haya pedido prisión provisional contra ellos por los delitos de sedición, rebelión y malversación. Los dirigentes de la Generalitat del siglo XXI imitan así a otros políticos catalanes, independentistas y anarquistas, que se marcharon a Bruselas durante el siglo XX por los tiempos convulsos de la política española.

A diferencia de Puigdemont, la mayoría de ellos o bien sí habían pasado por prisión o bien arrastraban una condena en firme, además del peligro que suponía la dictadura franquista para cualquier republicano una vez terminada la Guerra Civil.

El primero a emprender el camino belga fue el pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia en 1906. Tras estar varios meses en prisión acusado de cómplice intelectual por un intento de atentado contra Alfonso XIII, se marchó primero a Francia y después viajó a Bélgica. Allí siguió pregonando las teorías de la Escuela Moderna. De vuelta a España, sería juzgado y fusilado como cabeza de turco de las revueltas de la Semana Trágica de 1909.

Veinte años más tarde, los políticos independentistas Francesc Macià y Ventura Gassol se dirigieron a Bruselas tras ser condenados en Francia por la insurrección de Prats de Molló de 1926. Macià protagonizó junto a sus hombres un intento de invasión militar desde el norte de Catalunya con dos columnas armadas y el objetivo de derrocar la dictadura de Primo de Rivera y proclamar la república.

La operación pretendía asaltar las casernas de la Guardia Civil y carabineros en su camino hacia Barcelona, e ir sumando voluntarios a su paso por los municipios. La idea fue un absoluto fracaso, pero la repercusión del juicio celebrado en París agrandó la figura de Macià.

Precisamente, a Macià y Ventura Gassol se les atribuye la fundación del Casal Català de Bruselas, una entidad que hoy día cuenta con una variada actividad cultural: cursos de catalán, presentaciones de libros, charlas y excursiones forman parte importante de su programa de actividades, tras 87 años de historia. El Casal es una más de las asociaciones repartidas por todo el mundo, en su mayoría, nacidas de la inquietud de los refugiados.

El intento de sublevación armada de Macià fue considerada por la Corte de París como un mero delito de tenencia ilícita de armas. Se castigó a Macià con 200 francos de multa, dos meses de cárcel (que no cumplió) y la expulsión de Francia de todo el grupo. Este lunes la Fiscalía no ha pedido prisión provisional para Puigdemont ni ninguno de los consellers. Las querellas por rebelión contra Puigdemont, Forcadell, y una veintena de políticos soberanistas incluyen la petición al juez de una fianza de 6,2 millones.

Bélgica, referencia en derechos civiles

Bélgica cuenta con una importante tradición en la protección de los derechos civiles. Una de las razones es su variada y abierta composición política que a principios del siglo pasado contaba con ministros liberales y socialistas, muy críticos con la represión por motivos ideológicos. Su parlamento, por ejemplo, criticó al gobierno español en 1911 por el fusilamiento de Francesc Ferrer y Guàrdia. El pedagogo tiene dedicado en la capital belga un busto y 70 calles en su memoria.

Otras de las figuras que se exilió al país de Tintín fue el militar Frederic Escofet, quien comandó la defensa de la Generalitat con los Mossos d'Esquadra tras la proclamación de Companys del estado catalán dentro de la república federal española. Una vez terminada la Guerra Civil, Escofet se trasladó a Bruselas, siendo ministro de la república en el exilio. En los años 60 regentó una tienda en el centro de la ciudad.

También se exilió en Bruselas después de la guerra el diplomático de la Generalitat y poeta emblema del noucentismo Josep Carner. Tras aprobar unas oposiciones al cuerpo consular vivió en varias ciudades y se casó con una eminente escritora y profesora universitaria belga. La Guerra Civil sorprendió a Carner en un exilio voluntario, que se volvió forzoso tras ser uno de los pocos diplomáticos fieles a la república. En 1945 abandonó México y se trasladó a Bruselas dónde vivió hasta su muerte.

Del paso de estas personalidades catalanas en Bruselas queda el propio Casal català, la pedagogía ácrata de Ferrer i Guàrdia con una prestigiosa Universidad Libre y el poema Bélgica de Carner. El poema del libro 'Llunyania' (lejanía) retrata una sociedad cívica e ideal que ansiaba para él: “dónde los militares no lo son muy en serio, donde todos se enternecieran con música y pinturas”.

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