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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Miquel Buch, el cortafuegos entre Torra y los Mossos d'Esquadra

Buch, en una de las comparecencias de esta semana

Oriol Solé Altimira

Un viejo dicho de la política catalana reza que al conseller de Interior le piden la dimisión cuando todavía no ha tomado posesión del cargo. La cartera más complicada de todo gobierno, la que se encarga de la policía y de mantener el orden público, es la que ocupa desde mayo de 2018 Miquel Buch (Premià de Mar, Barcelona, 1975). Además de ser el máximo responsable de los Mossos d'Esquadra tras su etapa más convulsa –de la que el cuerpo todavía se está recuperando–, Buch tiene que lidiar con Quim Torra, un president a ratos activista que ha señalado a la Policía catalana en varias ocasiones durante su mandato.

Antes de ser nombrado conseller, Buch había desarrollado toda su carrera política en el ámbito municipal. Militante de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) desde 1996, se estrenó en 2000 como concejal de la oposición en Premià de Mar, una localidad de 28.000 habitantes de la comarca del Maresme a media hora en tren de Barcelona. En 2003 entró en el gobierno como teniente de alcalde de servicios a las personas, deportes y gente mayor. Y desde 2007 a 2017 fue el primer edil del municipio. Casado y con tres hijos, Buch reveló en 2013 que sufría una esclerosis múltiple desde hacía 17 años.

“Buch es un convergente de los de toda la vida, que le gusta la vida en el pueblo, charlar con la gente y comprar un 'tortell' [roscón] para la familia los domingos”, describe una fuente que trató con frecuencia a Buch en su etapa como alcalde. “Podía ser encantador y amable, pero otras veces tenía un pronto...”, relata un antiguo concejal de la oposición de Premià, que no ve a Buch “especialmente de derechas”, sino más bien “sin una gran carga ideológica, pero con ganas de mandar”.

Ya como alcalde, Buch fue aupado a la presidencia de la Associació Catalana de Municipis (ACM), tradicionalmente vinculada al nacionalismo catalán. Y junto a la Associació de Municipis per la Independència, la ACM fue la encargada de promover el procés entre los alcaldes, primero en la votación del 9-N y, en especial, en el referéndum del 1-O. Pocas horas después de aprobarse en el Parlament las polémicas leyes de desconexión, Buch y su homóloga de la AMI, Neus Lloveras, enviaron cartas a los 948 ayuntamientos catalanes para que los primeros ediles cedieran los locales municipales para la votación.

La promoción del referéndum le valió a Buch un puesto en el gabinete de Quim Torra, así como una investigación de la Fiscalía primero y una querella por desobediencia después. La causa terminó archivada después de que, ya como conseller de Interior, Buch rebajara las cartas que envió a los alcaldes a una “escenificación” y una “propuesta política” a los ediles de apoyo al referéndum. Ante el juez negó que diera orden alguna para impulsar la votación a los más de 700 ayuntamientos asociados a las entidades municipalistas independentistas. No era lo mismo que dijo en público en el otoño soberanista de 2017.

Las fechas previas al 1-O ya fueron intensas para Buch, pero lo vivido desde que está al frente de Interior puede considerarse un terremoto con réplicas constantes. La de mayor intensidad la han generado los altercados y los ataques nunca vistos, según los propios mandos, a los Mossos d'Esquadra y a la Policía Nacional por parte de grupos radicales, que se han saldado con unos 250 agentes heridos, misma cifra en el lado de los manifestantes.

Si de noche y de madrugada los Mossos hacían frente a los encapuchados, por la mañana era el turno de Torra y su núcleo de confianza, muy pendientes siempre de las redes sociales, donde proliferaron los vídeos de actuaciones policiales contudentes. Buch ha tenido que hacer equilibrios toda la semana para frenar la vertiente más activista del president contra los Mossos, que ya se había mostrado en el pasado cuando Quim Torra impuso el cambio en el jefe de orden público de la policía catalana tras las cargas en Girona y Terrassa del día de la Constitución de 2018. La última crisis había sido hace menos de un mes, con la salida de la jefa de prensa de Interior y del director general de los Mossos, Andreu Martínez, que dio un paso al lado tras intentar sin éxito una tregua entre Torra y los mandos.

En esta semana de crisis tras la sentencia, conseller de Interior y president han emitido mensajes distintos –para algunos, contradictorios. Buch ha defendido a los Mossos, no se ha cansado de pedir “confianza” en la policía e incluso ha advertido de que en los vídeos de cargas contundentes que circulan por las redes “muchas veces se ve solo el final de una intervención policial y da una sensación 'X', pero no se ve la parte inicial”.

Solo diez minutos después de este aviso, en la rueda de prensa del Govern de los martes, Torra anunciaba la creación de una comisión en el Parlament para investigar “excesos” policiales e instaba en público al conseller a depurar “responsabilidades” en los Mossos por la actuación policial. Hasta entonces Buch se había limitado a dar la respuesta clásica en estos casos, esto es, que los Mossos revisan todas y cada una de sus actuaciones y que cuando termine el análisis de las imágenes se tomarán las medidas oportunas. Lo ha seguido haciendo tras las palabras de Torra.

La distancia entre el president y la policía se evidenció una vez más en la reunión de la cúpula de los Mossos este jueves, donde los mandos expresaron su malestar con el poco respaldo institucional que creen que han tenido en esta crisis. Hay también incredulidad por hechos como que Quim Torra abandone una reunión del comité de crisis sobre los disturbios para irse a una de las marchas por la libertad organizadas por la ANC y Òmnium, como ocurrió el pasado miércoles 16 de octubre.

Los mandos no entienden que las primeras autoridades catalanas, tanto del Govern como del Parlament, no les hayan dado apoyo públicamente y hayan cuestionado su labor sin conocer todos los detalles del operativo. De las pocas excepciones, coincidieron los mandos, fue Buch, a quien agradecieron el apoyo público del conseller a los Mossos mientras parte del independentismo exigía su dimisión. El cortafuegos Buch sigue en el cargo tras su semana más crítica.

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