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CiU suelta lastre en la recta final hacia la consulta del 9N

Duran confirma que deja la secretaría general de CiU tras consensuarlo con Mas

Arturo Puente

Barcelona —

Ni escenificación de ruptura, ni de divorcio. La imagen que han querido transmitir este lunes los dos hombre más fuertes de CiU, Artur Mas y Josep Antoni Duran i Lleida, es la del relevo tranquilo en la cúpula de CiU. Duran se va de la secretaria general, pero no dejará su escaño en el Congreso ni su liderazgo en Unió. Un paso atrás de la primera línea “pactado y dialogado durante casi un año”, según ha asegurado el propio Duran, y que deja camino libre a la Convergència más soberanista en la recta final hacia la consulta.

Como telón de fondo, las desavenencias más que sonadas entre el democristiano y la cúpula de CDC a cuenta de la consulta. El proceso soberanista ha ido alejando las posturas entre Duran y el resto de la dirección de CiU desde que se pactara la consulta con ERC, ICV-EUiA y la CUP en septiembre pasado. Desde entonces, Convergència ha hecho una apuesta clara por el sí-sí, mientras que Unió nunca se ha posicionado. Mas ha avanzado hacia la consulta respaldado por la mayoría parlamentaria al tiempo que Duran ha intentado conservar los puentes con el Estado, evitando un choque de trenes que diera al traste con las posibildiades de la negociación por la tercera vía que siempre ha defendido Duran.

Una salida dialogada al conflicto político entre Catalunya y el Estado ha sido siempre la receta del líder de Unió, que sin embargo no ha encontrado respuesta favorable ni por parte del Gobierno español ni por la de sus socios en CDC. Para Artur Mas, el tiempo de la tercera vía –un encaje pactado de Catalunya en la legalidad institucional española–, ha pasado. El úncio que había recogido el guante pactista de Duran fue el último líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya salida deja a Duran sin su principal interlocutor.

Es el papel protagonista que ha adquirido Esquerra uno de los asuntos que más ha oradado la relación de Duran con CDC. La formación independentista, como socio prioritario de CiU, lleva marcando la agenda política del Govern más un año, una situación que Duran considera nefasta para su partido en términos electorales. La negativa de Oriol Junqueras a tomar responsabilidades de gobierno, al tiempo que copilota el proceso desde fuera, ha soliviantado al democristiano hasta el punto de dejar ver su malestar en plena campaña electoral europea.

El último capitulo en este serial de desencuentros ocurrió en el marco de la sucesión real el pasado mes de junio. El líder del grupo parlamentario de CiU consideraba que había que votar positivamente pues la llegada al trono de Felipe VI podía abrir un nuevo escenario de entendimientos entre ambos gobiernos que impulsara la tercera vía. CDC, en cambio, apostó por la abstención. El diputado en el Congreso aceptó la decisión de su partido, pero volvió a amagar con la salida. Al contrario que en anteriores ocasiones, cuando CDC había pedido a su socio que se replanteara la decisión, Convergència esta vez circunscribió el envite de Duran al ámbito interno de Unió y Josep Rull, secretario de organización de CDC, tensó más la situación al deslizar que, de renunciar, el líder también debía dejar la potavocía del grupo nacionalista en el Congreso.

Duran tira la toalla en uno de los momentos decisivos para el proceso. A la vuelta del periodo vacacional, el Parlament aprobará la Ley de Consultas en virtud de la cual el Govern debería convocar a las urnas para cumplir con los compromisos adquiridos. Si el Constitucional invalida la consulta, Mas es partidario de convocar elecciones autonómicas en clave plebiscitaria, una decisión de la que Duran tampoco es partidario. Con la entrada de Ramón Espadaler, conseller de Interior y presidente del Consell Nacional de Unió, el Govern toma el control de todos los puestos de poder en la federación nacionalista.

La continuidad de la federación entre Convergència y Unió, en cambio, parece asegurada. Unió no está cohesionada en torno a posturas alejadas de CDC, pese a que sí coexisten dos tendencias internas, una más favorable a las tesis de la tercera vía de Duran, y otra de clara preferencia soberanista.

CiU suelta lastre para encarar la recta final hacia el 9N, una fecha que, lejos de ser el punto final del proceso, abrirá un segundo periodo mucho más complicado en la política catalana. Duran se hace a un lado justo antes de que CiU deba dar el volantazo definitivo en la apuesta por la consulta soberanista. Pase lo que pase, CiU deberá marcarse el órdago definitivo, bien desobedeciendo a las altas instituciones del Estado o convocando unas elecciones plebiscitarias bajo un programa de clara componente independentista, o bien recular y dar el proceso por fracasado. En cualquiera de las opciones, las posibilidades de que el partido de gobierno catalán se abrase en esta maniobra son altas. Pero, sin el freno interno de Duran, CiU se garantiza una dirección sin fisuras mientras que el líder de Unió se evita tener que quedar en una posición incoherente por lealtad a su partido.

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