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Francisco Jurado: “El trabajo hecho por los movimientos nos ha conducido al asalto de las instituciones”

Francisco Jurado, autor del libro "Nueva gramática política"

Arturo Puente / Enric Català (fotos)

El abogado Francisco Jurado Gilabert ha vivido desde dentro la génesis de varios grupos activistas antes, durante y después del 15M. Tras formar parte de DRY y Redes DRY, OpEuribor o 15MpaRato, ahora estudia los movimientos políticos desde el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde realiza una tesis sobre representación y desrepresentación. Paralelamente, acaba de publicar buena parte del fruto de su investigación en el libro 'Nueva gramática política: de la revolución en las comuicaciones al cambio de paradigma', en la editorial Icaria, donde presenta los fundamentos de la nueva era de la tecnopolítica.

Sostienes en el libro que una de las cosas que el 15M inauguró es un cambio en la gramática política, y que a día de hoy esas prácticas ensayadas en el 15M se están haciendo presentes. ¿Dónde se manifiestan?

Al hablar de gramática hablamos de las reglas de la nueva política que ahora mismo se siguen asentando, están en desarrollo. Pero lo cierto es que esa gramática se está haciendo cada vez más vigente. El 15M fue el primer momento en que se empiezan a manifestar y a materializar conductas, prácticas, modelos organizativos, identidades y muchas cosas más que son las que construyen esa gramática. Antes era en un ámbito de más movimiento, ahora empiezan a saltar a las instituciones, que es el siguiente paso lógico.

Una de las manifestaciones de este cambio se da en el ámbito de la desrepresentación. ¿Cómo se traduce hoy el grito de “No nos representan”?

La representación tal como está montada tiene el problema de que es forzosa. No hay herramientas para representarte a ti mismo. Tú desde que naces estás representado. Las decisiones que se toman en el Parlamento te van a influir hayas votado o no hayas votado, haya ganado tu partido o no haya ganado tu partido. Viéndolo así, ningún partido puede representarte completamente. A pesar de que el grito de “No nos representan” se lanza a los partidos que ya estaban, a los mayoritarios, puede ser extensible a todos con este mismos sistema de representación. Quizás el cambio es que los nuevos partidos que están surgiendo, que están más cercanos al ámbito 15M, son conscientes de ello. En sus programas y acción se percibe el interés por cambiar ese modelo representativo y hacerlo más participativo. Si un partido no pretende representarte, sino que a última hora te deja a ti la decisión de votar o no votar, de hacer o no hacer, entonces ya empieza a representarte. Es un poco paradójico pero solo sin el afán de representarte, puede empezar a representarte bien, quitándole el elemento forzoso a la representación. Es decir, no queremos representarte por narices, vamos a hacer un trabajo y si no estás de acuerdo tú puedes actuar por tu cuenta. Creo que ese era precisamente el mensaje tras el grito de “No nos representan”.

¿Cómo se ha pasado del “No nos representan” al interés por las candidaturas electorales?

Creo que por un lado es cansancio de 3 años fuera de las instituciones, rechazándolas y viendo que a pesar de que se hacen manifestaciones y un montón de cosas siguen sin escucharte. Hay un elemento de la representación que es la receptividad que tienen que tener las instituciones frente a lo que se está moviendo en la calle, y en España eso no existe. Eso crea frustración y surge la necesidad de tener que entrar en las instituciones para que te hagan caso. Es un poco “no, si tendremos que hacerlo nosotros al final”. Por otra parte, hay una esperanza de victoria que es real. Cuando ves que es posible ganar no es lo mismo que partir con la idea de que el partido que vas votar va a sacar 4 ó 5 escaños, porque entonces no piensas ni en levantarte para ir a votar. Ese efecto, que en un principio era un arma a favor del bipartidismo, de los partidos grandes, ahora mismo se vuelve en su contra y abre una ventana de posibilidades a gente que de momento no está tachada de régimen, que no tiene corrupción a sus espaldas, que intentan hacer las cosas diferentes desde el principio. Es normal que ilusione.

Pero los problemas que el 15M le veía a lo institucional continúan ahí, ¿no?

Es cierto que las instituciones tal y como están ahora mismo son una trampa. Lo electoral es una trampa. Pero eso no quita que haya un momento en el que veas que el caldo de cultivo ya está hecho. Ha habido una labor de concienciación y de creación de red todos estos años. El trabajo hecho por los movimientos nos ha conducido a la siguiente etapa, que es el asalto a las instituciones, a pesar de partir con mucha desventaja por la legislación electoral, la financiación de las campañas, por la utilización de los medios de masas…

Sostienes que las reglas de la nueva política institucional son diferentes a las de antes. Indicas, por ejemplo, que en la lucha interna entre partidos se ha evolucionado de la lógica competitiva a una más colaborativa.

En primer lugar ha cambiado el que no se cierren las listas en despachos, que se abra la posibilidad de elaborar un programa o se permita la participación independientemente del carnet que tengas, si tienes carnet o si no tienes carnet de ningún partido. Eso ya es un cambio fuerte y deja de plantear cosas como la creación de listas como una competición. Cuando esto se plantea dentro de la lógica competitiva, puede darse un juego de suma cero en el que todos pierden, que era lo que solía pasar antes. Sin embargo creo que en la elaboración de listas en las nuevas formaciones no hay, al menos manifiestamente, una competición entre candidatos. Hay un ofrecimiento, cierto, pero no se desprestigia al contrario, se propone lo que puedes hacer y entonces es la gente la que decide quien quiere que sea. Eso demuestra una estrategia dominante donde hay menos el afán competitivo y más colaborativo. La competición se deja para las elecciones donde sí que es verdad que los partidos van a ganar y a que no ganen los otros.

Al inaugurarse una nueva gramática, ¿puede pasar que organizaciones más tradicionales tengan la tentación de usarla retóricamente pero sin cambiar sus planteamientos?

Sí, obviamente hay una oportunidad política a través de un discurso y a través de unas fórmulas que están funcionando ahora. El otro día leí que el PSOE quiere hacer asambleas con sus militantes para saber lo que piensan. Están viendo que se empieza a funcionar de una manera y sería de muy necios obviarlo directamente. De muy necios no porque depende del electorado que tengas. Por ejemplo el PP no va hacer eso nunca porque sabe que su electorado no simpatiza con este método.

Según eso, ¿podemos decir que la nueva política tiene más tirón entre personas de izquierdas?

No, no termino de estar de acuerdo con eso. Porque creo que hay mucha gente que no se identifica de izquierdas o de directamente se define como de derechas y que están de acuerdo en más participación o más transparencia. Esos objetivos, que podríamos considerar neutros o un poco asépticos, son los que más mella están haciendo porque son una cuestión de funcionamiento democrático en general, que mucha gente que podría ser votante de UpyD, de Ciutadans o del PP también ve bien.

Otra de las evoluciones que se han vivido en los últimos años ha sido la de pasar de la comunicación unidireccional a las redes. Sin embargo últimamente parece que, de repente, la televisión ha tomado otra vez protagonismo. ¿Cómo analizas esto?

Creo que es cuestión de oportunidad. Cuando nos volcábamos más en las redes era porque la tele no nos hacía ni caso. Realmente, para nosotros, en Democracia Real Ya, era un triunfo si cualquier medio hablaba de nosotros cuando estábamos preparando el 15M. Nosotros hacíamos Trending Topic llegar a la prensa de alguna manera que de partida nos ignoraba y nos consideraba relevantes. Ahora mismo la situación es que de alguna manera el 15M se hizo mainstream. Podemos es super mainstream y tiene un espacio en televisión o en los mass media que antes no tenía. Realmente internet no prescinde de los medios de comunicación porque está lanzando todo el rato noticias a periódicos, vídeos… Simplemente es que, ahora, al tener espacio en el otro medio, pues tampoco se renuncia a él porque sabemos que sigue teniendo un impacto bastante fuerte. No es tener que elegir entre esto o lo otro, sino seguir usando esto pero aprovechar los minutos que nos dan en el otro sitio también.

Del Parlamento a la calle… y de la calle al plató.

Es muy normal que los platós marquen la agenda. El cambio es que antes eran invulnerables a que les modificasen la agenda y ahora son vulnerables. Para que ahora estemos hablando de casta y que “casta” sea un término que todo el mundo usa e identifica ha tenido que pasar que estalle un acontecimiento como el 15M, que estalle el “no nos representan”, que se señale a los corruptos, que se machaque esa idea una y otra vez, que una gente coja esa idea y monte un partido, que vaya a unas elecciones y a partir de ahí lleguen al plató. Ahora es posible. Hace 30 años no hubiéramos podido hacerlo y seguía existiendo corrupción y habiendo crisis. Pero ahora tenemos muchas más probabilidades de influir en eso. De ahí que haya un avance, aunque no sea totalmente democratizador. Hay más capacidad de influencia en tiempo real.

¿El buen resultado que sacó Podemos tiene que ver con la televisión?

Sí, entre otras cosas. En mi artículo '¿Por qué Podemos?', publicado en ElDiario.es, describía 3 capas: Hicieron muy bien la calle con los círculos, hicieron muy bien las redes e hicieron muy bien la tele. Digamos que para cada público hay un medio. Otra de las cosas de nuestra bendita inmadurez del 15M fue que al mismo tiempo que desechábamos las instituciones desechábamos los medios. Creíamos que los medios nunca iban a contar la revolución y por eso el 15M tuvo un impacto pero no llegó a todo el mundo y es verdad quehay una gente a la que se llega a través de la tele y eso lo supo aprovechar muy bien Podemos.

Eso entronca con con algo que señalas en el libro que es la pluralidad de voces en un grupo con los mismos objetivos, que en Podemos se está viendo bastante.

Sí, en Podemos puedes encontrar a Pablo Echenique que habla diferente a Pablo Iglesias que habla diferente a Íñigo Errejón… Eso a nivel de oferta y demanda, porque al final esto de lo electoral es oferta y demanda, hace que cada elector pueda encontrar un discurso muy parecido a su manera de pensar dentro de esa pluralidad heterogénea que es Podemos. Pueden convivir gente que vienen de anticapitalistas, que tienen un discurso de izquierdas con gente que viene de posiciones de no militancia o de hablar con otros términos que no sea izquierda o derecha o lucha de clases o estas cosas. Y creo que esa diversificación en el discurso, que al final es una materialización de la diversificación que hay dentro del propio Podemos, es muy interesante a la hora de hacer que la gente vaya a votarlos o de transcender lo que eran los guetos de voto izquierdista de antes. Izquierda unida se ha quedado en el gueto izquierdista y es incapaz de trascender porque tiene un discurso mucho más unitario, no se salen de ese guión. Es algo discursivo, no de contenido, porque los contenidos de IU y de Podemos son muy parecidos, pero a nivel discursivo hay un salto brutal entre uno y otro y al final lo que la gente compra es mucho discurso y menos programas que no se los lee nadie.

En un momento del libro te atreves incluso a redefinir algo normalmente tan sagrado como el concepto de clase social. Dices: “Es posible reformular la clase social como el conjunto de personas capaces de aprehender y hacer suyo el mensaje”.

Esto lo escribí y lo hablé mucho con un antiguo compañero de piso y de DRY. La idea es desmontar la categoría de clase social para que no sea una cosa estática, una categoría cerrada donde entras y cumples una serie de condiciones y además te identificas con ella y ya mueres en esa clase social. Creo que el hacer política con bloques cerrados tan amplios, donde tienes que cumplir o aceptar muchísimas características para sentirte parte de esa clase, lo que consigue es fragmentar mucho. Sin embargo, si divides esa clase en sus objetivos, sus fines, y vas viendo cuánta gente apoya cada uno de los fines, vas a encontrar mucha más confluencia o mucha más capacidad de agregación, de autoadscripción de la gente en puntos concretos que en una categoría tan amplia como la de la clase. La idea era decir que estamos un poco cansados de que nos clasifiquen y que nos digan desde fuera “tú eres de esta clase o tú eres de esta otra” y apostamos por una autoadscripción a una clase que sea, por parte de cada persona, en los mensajes, en los contenidos, en los objetivos que le interesen a cada uno. Como desgranar un poco la clase e ir punto por punto, en vez de hacerlo como una categoría muy amplia.

Y en esta idea de desgranar punto por punto entraría la Democracia 4.0, una idea a la que dedicas un capítulo en el libro. ¿Qué es y para que sirve la herramienta Demo4.0?

Básicamente es un trabajo jurídico que utiliza muchas partes del ordenamiento español (muchos artículos, leyes..) para demostrar desde un punto de vista legal que ya tendríamos derecho a votar directamente las leyes en cualquier cámara legislativa, en cualquier Parlamento. Si hoy en día ya podemos hacerlo, y podemos, deberíamos estar haciéndolo ya. Eso es básicamente Democracia 4.0. A partir de ahí se propone un sistema electoral: de los 35 millones de votantes del censo, cada uno tenemos una cuota de soberanía de 1 partido 35 millones. Si hay una votación de un ley y una persona quiere votar directamente lo hacer a través de internet, aunque esto ya se está ampliando a otras modalidades que no sean estrictamente por internet. En ese momento la cuota de soberanía de cada ciudadano deja de estar representada y cuenta independientemente. Sencillo, ¿no?

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