Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

“La izquierda no puede llamar racistas a todos los que votaron a Trump o por el Brexit, tiene que recuperarlos”

Paul O'Connell en la entrevista

Oriol Solé Altimira

El debate sobre las soberanías –municipal, regional, estatal, transnacional...– está vigente en todo el mundo. Expertos internacionales han acudido a Barcelona para debatir sobre ello en las jornadas #ReshapingSovereignty, que terminan este sábado en el auditorio del MACBA.

Charlamos con uno de los participantes en las jornadas, el profesor de derecho de la SOAS University of London, Paul O'Connell (Dublin, 1981). Muy crítico con la Unión Europea, O'Connell cree que, pese a perder las elecciones, Jeremy Corbyn ha transformado la escena política británica, y pide un esfuerzo a la izquierda para no tildar fácilmente de “racistas” a todos los votantes del Brexit o de Trump y debatir sobre soberanía sin considerarlo algo anticuado.

¿Cómo ve la situación política en el Reino Unido tras las elecciones?

Hay que enmarcar las elecciones en un contexto marcado por las consecuencias de la votación del Brexit y de la crisis que empezó en 2008. El resultado de la elección es un cambio en las perspectivas de futuro que la gente tenía tras el Brexit, en especial entre la izquierda. Hubo cierto estado de opinión tras el Brexit que consideró que la mitad de Gran Bretaña era sencillamente racista y reaccionaria y que los conservadores lograrían mayorías masivas durante décadas que les permitirían destruir lo que quedaba de Estado del Bienestar. Ahora creo que esto ha cambiado.

¿Jeremy Corbyn es el responsable de este cambio?

Corbyn no ha ganado las elecciones pero ha logrado transformar la escena política. Y esto pese a que el partido conservador se ha quedado muy cerca de la mayoría absoluta. El programa de Corbyn no es para nada radical si se compara con la socialdemocracia tradicional, pero sí es radical si se compara con lo que hemos tenido en los últimos 30 años.

¿La receta del éxito estaba en la socialdemocracia clásica?

A lo mejor a una persona que hubiera vivido la edad dorada del capitalismo en los 50 y los 60 le sonaba el discurso de Corbyn, pero cualquier persona menor de 25 años no ha conocido otro país que la Gran Bretaña neoliberal que dejó el thatcherismo. De ahí que el hecho de que un político propusiera la nacionalización del ferrocarril o hacer gratuita la universidad fuera casi inimaginable para toda una generación.

En Barcelona ha venido hablar de soberanía y de su transferencia entre los estados y la UE. ¿El Brexit fue una votación por una soberanía ultraconservadora y nacionalista?

El Brexit fue, en primer lugar, un ejercicio de arrogancia de David Cameron. Es verdad que la campaña estuvo marcada por el nacionalismo y el racismo, pero fue tanto para los que estaban a favor como en contra del Brexit. No obstante, no se puede decir que el Brexit haya convertido a la gente en racista. El problema son los 25 años de desindustrialización, gobernanza neoliberal y un sistema en el que la gente cree que puede votar u opinar, pero que no sirve para nada.

¿La izquierda puede sacar algo en positivo del Brexit?

Hay que enmarcar el Brexit en un contexto histórico de fracaso de la socialdemocracia. El referéndum fue una oportunidad para la gente cabreada a la que se había dejado en la estacada durante 25 años y castigado todavía mas en los últimos ocho años de austeridad. Nadie les ofrecía una alternativa desde la izquierda, por lo que apostaron por una de reaccionaria.

Pese al optimismo de Theresa May, parece que salir de la UE implica entrar en una especie de dimensión desconocida.

Hay cierta opinión instaurada basada en que el mundo lo constituyen estructuras transnacionales y solo se puede avanzar por ahí. Pero aún estando en la etapa de la globalización, asuntos políticos fundamentales todavía se deciden a nivel nacional. El estado sigue siendo un centro para la transformación política.

¿Ve posible una reforma de la UE impulsada por sus propios estados miembros?

Pretender reformar la UE implica pasar por alto la naturaleza de la propia institución y también los elementos de poder político que hay en juego. Para empezar, que Alemania no está interesada en acometer la más mínima reforma que convierta la UE en algo mas democrático. El cambio social o económico progresista no es posible en la Unión Europea. La UE ha institucionalizado y constitucionalizado las lógicas del neoliberalismo.

¿No hay reforma posible, ni desde dentro ni desde fuera, pues?

Si la UE insiste en los últimos años en flexibilizar el mercado de trabajo o en la austeridad no es porque sean malos. Se trata de los resultados de su proyecto político: servir a los intereses del capital. El neoliberalismo es estructuralmente antidemocrático y autoritario. Lo tiene que ser porque es un proyecto político para que una minoría que controla la propiedad imponga sus intereses a la mayoría. Para eso quita el poder a los gobiernos, por ejemplo como ha pasado con el Banco Central Europeo. ¿Quién ha elegido a Mario Draghi?

Hace diez años habría dicho que la UE se podía reformar, pero ahora lo veo imposible. Es estructuralmente antidemocrática, lo hemos visto en Grecia con el referéndum y antes con las votaciones sobre la Constitución Europea.

El debate sobre las soberanías, ya sean nacionales, regionales o transnacionales es inevitable.

Hay que enfocar debate sin premisas preestablecidas. La izquierda debe abordar la cuestión de la soberanía y la soberanía nacional caso por caso de forma concreta. Nos equivocamos si partimos de la base que la soberanía nacional siempre implica nacionalismo, exclusión o es algo reaccionario. Igual que tampoco creo que volver al estado nación sea una solución a todos los problemas. Cada caso tiene sus especificidades.

Tampoco creo que seguir en esta senda de estructuras transnacionales como la UE sea positivo. Se puede llevar a cabo un proceso de democratización del estado nacional al mismo tiempo que se tejen redes de solidaridad y alianzas internacionales, que de hecho el proyecto de la UE ha truncado.

Se suele asociar, no obstante, el debate sobre la soberanía con el egoísmo y la insolidaridad. ¿Cómo puede la izquierda cambiarlo?

El internacionalismo es solidaridad entre personas, no la homogeneización de la globalización neoliberal. Habría que preguntarse también por qué la solidaridad en la UE no se extiende a los refugiados ni a la gente que quiere entrar en sus fronteras, e incluso dentro de la UE existe una desigualdad muy importante entre el norte y el sur.

¿La era del conformismo se ha acabado?

Es temprano para decir que se ha acabado. Pero está en camino, habrá que ver que pasa. La gente joven y otros colectivos tradicionalmente marginados tienen claro que quieren tener algo que decir, quieren ser protagonistas, tener un papel activo. Cualquier tipo de organización que busque un cambio social puede aprovechar este estado.

Delante tendrá múltiples obstáculos.

Hay que ser consciente que esto es contrario al sistema imperante y que hay fuerzas conservadoras opuestas al cambio que pueden coartarlo. Es un ejemplo extremo, pero el ayuntamiento de Newcastle, conservador, introdujo presupuestos participativos como había hecho el ayuntamiento progresista de Porto Alegre. Sin embargo, en Newcastle a la gente le daban a escoger qué servicio público quería recortar. Pero no hay que dejar de abordar estos debates por esto.

¿Cuál sería la mejor manera de enfocar estos debates?

La izquierda no puede ser tan vaga para llamar racistas a todos los que votaron por Trump o por el Brexit y quedarse tan ancha. En especial porque parte de estos votantes lo hicieron por un fracaso de la izquierda. Hay que ir a buscar a esos votantes y recuperarlos para la izquierda, instar a que se afilien en un sindicato y llamarles a participar de la vida política de la que el poder les expulsó.

Etiquetas
stats