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“La industria del tabaco es pionera en hacer lobby en el peor sentido de la palabra”

Carlos Escolà, autor del libro "Licencia para matar. Un historia del tabaco en España"

Caralp Mariné

El tabaco mata entre cinco y seis millones de personas cada año, y unas 60.000 son españolas. En total el consumo de esta sustancia ha causado la muerte de un millón de personas en todo el estado en los últimos 30 años. Este producto ha sido aceptado a lo largo de la historia por muchos ciudadanos y algunos gobiernos, que a veces han ayudado a impulsar una industria que cuanto más crecía más afectaba la salud de la ciudadanía. Carlos Escolà, periodista y autor de Licencia para matar. Una historia del tabaco en España, analiza en este libro el recorrido histórico que ha tenido el tabaco en España. Escolà habla del poder de la industria del tabaco y explica cómo el sistema político y judicial español ha protegido en muchas ocasiones el enorme poder económico que representan las grandes multinacionales de la nicotina frente a los miles de enfermos que pedían justicia en los tribunales por sentirse engañados.

El tabaco mata a más personas en un año que el sida, el alcohol, las drogas ilegales, los accidentes de tráfico y los homicidios juntos. En cambio parece que la controversia sea menor cuando se habla del tabaco. ¿Hay una visión social sobre el tabaco opuesta a la de los accidentes o los homicidios?

El hábito de consumir tabaco es algo ancestral, que ha cambiado nuestra cultura y la europea. Al ser un hábito que tiene tantos años ha estado siempre socialmente muy aceptado y asumido. Pero las regulaciones que se han hecho han contado siempre con el apoyo de la población. Porque a la vez que se ha aceptado históricamente el hábito también se es muy consciente, y cada vez más, de las consecuencias que tiene fumar. Es una gran contradicción.

Hubo una época en la que fumar era algo que aportaba prestigio, una moda. En 1980, explica en el libro, el 68% de la población fumaba. ¿Seguimos igual?

Podemos decir todo lo contrario, fumar se ha pasado de moda, se ha quedado antiguo. Aunque muchos jóvenes se enganchan al tabaco cada día y sigue siendo un problema gravísimo, hay menos jóvenes que fuman que antes. De hecho, en la última década en España hay un millón menos de fumadores. Antes de la ley Salgado (2006), un 30% de los mayores de 16 años fumaba a diario, y hemos bajado al 24-25% a nivel español. Esto no quiere decir que el problema no sea de primera magnitud, porque todavía fuman siete millones de personas en España.

¿Se mantiene esta lucha contra el tabaco iniciada en 2006 y potenciada con la ley de 2011?

En los últimos años creo que ha habido un cierto freno de las políticas contrarias al tabaquismo, sobre todo en la última etapa del gobierno del PP. No se ha hecho ni una sola campaña de prevención, no se ha hecho ninguna regulación nueva, incluso ahora hemos tenido que transponer la directiva europea del tabaco y el ministro dice que no ha habido tiempo. Hay una cierta desidia.

También he detectado que hay una cierta reorganización por parte del lobby tabaquero en España a través de la Mesa del Tabaco, en la que está la industria, productores, cultivadores y con una mayor aceptación por determinadas instituciones. Estamos en un momento delicado. También hay una pequeña relajación en cuanto al cumplimiento de la normativa. Mientras que España llegó a tener un punto de cierta innovación y cierto liderazgo de las políticas contra el tabaquismo, ahora nos hemos quedado otra vez atrás.

De hecho, España fue la sede de la Primera Conferencia Europea sobre tabaco y salud, ¿qué representó esto y por qué se hizo en España?

Fue muy importante, porque se dio dentro de un contexto de modernización del país en general. Tuvimos un ministro que no ha sido suficientemente reconocido en las políticas sanitarias en este país, Julián García Vargas. Fue el ministro que tuvo que transponer las primeras grandes directivas europeas del tabaco en España que prohibieron la publicidad, y ponían las primeras advertencias en las cajas de tabaco. Todo esto hizo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidiera que el primer gran congreso para la lucha contra el tabaquismo se celebrase en Madrid. Fue un momento importante de reconocimiento y de impulso de las políticas contra el tabaquismo en España, que era uno de los países que más preocupaba a la OMS porque era uno de los países donde más se fumaba, junto con Grecia.

¿Una de las razones por las que cuesta tanto hacer frente a la industria es el hecho de que muchos de sus dirigentes estén estrechamente relacionados con el poder? Habla del caso de un alto directivo del sector del tabaco que fue eurodiputado del PP.

Creo que la industria del tabaco es pionera en hacer lobby en el peor sentido de la palabra. Y es pionera con la práctica de puertas giratorias. En este caso hablamos de puertas giratorias de 180 grados: gente que viene de la industria del tabaco, después pasa a un partido político, trabaja por ejemplo como eurodiputado en el Parlamento europeo y cuando termina vuelve a su lugar de trabajo en la industria.

¿Esto sigue pasando? ¿Cuáles son las estrategias hoy de la industria?

Hoy en día es más difícil hacer esto, pero la industria sigue haciendo su actividad de lobby. Ellos luchan para que se pueda vender un producto que tiene la contradicción de que cuanto más beneficio tiene a más gente mata. Es decir, cuanto más dinero gane Philip Morris querrá decir que a más gente habrá matado. El truco del tema está en hacer una constante regeneración del consumidor: a medida que se van muriendo los clientes, tomar otros nuevos. Y sobre todo ir orientando el negocio hacia los países del tercer mundo donde hay menos regulaciones y por tanto pueden encontrar con más facilidad más consumidores y con menos problemas de regulación y de limitaciones para consumir su producto.

¿Las dos leyes más recientes, la de 2006 y la de 2011, son las acciones más relevantes para poner barreras a esta industria?

Las dos grandes regulaciones son éstas. Yo le doy mucha importancia a la de 2006, aún así se aprobó de una manera un tanto fallida porque no prohibía fumar en la hostelería, obligaba a los locales pequeños a escoger si eran para fumadores o no y a los grandes separar los espacios. Esto fue un grave error, dicho por la propia ministra Salgado, porque no fue una ley completa. Pero sí que supuso el gran cambio cultural en España. Supuso sacar el tabaco de determinados espacios comunes, como por ejemplo en las zonas de trabajo.

¿Fue en ese momento cuando la sociedad empezó a tomar conciencia de las repercusiones de consumir tabaco?

La administración debe velar por la salud de sus ciudadanos y cuando un gobierno lleva adelante una medida como ésta siempre genera polémica y por tanto salen muchas informaciones para justificar y argumentar el motivo de la medida. Esto hace que los medios hablemos y que la gente se conciencie más del problema. Todas las encuestas que realizó el CIS en su momento contaban, siempre, con un grandísimo apoyo de la población hacia las políticas contra el tabaco.

¿Piensa que los fumadores son conscientes de los efectos reales que tiene esta práctica para su salud?

Los datos son muy fríos. La mayoría de gente se engancha al tabaco a los 13 años y en esa edad uno ve muy lejos cualquier posibilidad de que le pase nada, siempre piensa que no le va a pasar. Cuando uno ve tan lejos la posibilidad de que le toque una enfermedad hace que se relaje y no sea consciente. La decisión de empezar a ser fumador se toma a una edad en la que uno no tiene toda la información o si la tiene no la madura lo suficiente para valorar los pros y los contras. Cuando uno es suficientemente maduro ya se ha convertido en un adicto. Fumar o no fumar es algo mucho más subjetivo.

¿Qué información tiene el consumidor?

La industria sabe desde los años 50 que fumar provoca cáncer, pero no reconoció públicamente que lo sabía hasta finales de los 90. Ahora nos están volviendo a engañar con los aditivos. La industria no informa de lo que pone en los cigarrillos para que la gente pueda estar informada. Saben que les provocará muchas enfermedades pero a ciencia cierta no saben lo que están tomando, ni los médicos saben lo que están tratando. El cigarrillo se ha convertido en un producto de ingeniería química y nadie conoce todos los aditivos porque la industria no informa.

¿Cómo se debe combatir esto?

El futuro es seguir por la vía de la regulación, ganar espacios sin humo, prohibir fumar en los coches con menores o en espacios comunes naturales como las playas. El Instituto Catalán de Oncología (ICO) informaba recientemente que fumar en las puertas de los centros hospitalarios o en las puertas de oficinas hace que entre el humo en las instalaciones a través de la corriente de aire y termina perjudicando la calidad de el aire, por lo tanto todavía se pueden hacer muchas más cosas para proteger el fumador pasivo. También se puede incrementar el precio del tabaco, en España cuesta la mitad que en el Reino Unido. Está demostrado que el incremento del precio del tabaco es una de las cosas determinantes para que los adolescentes no se enganchen.

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