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El Sant Jordi confinado desploma un 95% la venta de rosas pese al reparto a domicilio

Rosas blancas frente al Hospital Clínic de Barcelona

Oriol Solé Altimira

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No habrá bullicio, ni rosas ni libros en las calles este 23 de abril. El confinamiento provocado por el coronavirus ha relegado la Diada de Sant Jordi a una versión hogareña por obligación, a lo sumo con algunas rosas y libros a domicilio. Pese a las alternativas de los floristas para establecer encargos y repartos de rosas, el sector calcula que las ventas de este Sant Jordi, tradicionalmente el día más fuerte del año, se desplomarán un 95%.

El presidente del Gremio de Floristas de Catalunya, Joan Guillén, explica que la iniciativa #rosadesantjordiacasa ha desbordado a las 200 tiendas que repartirán la rosa a domicilio. “El esfuerzo y la colaboración entre floristas ha sido enorme”, destaca Guillén. Muchos floristas han tenido que decir que 'no' a clientes porque la oferta de rosas se ha agotado. La demanda ha sido tal que se enviarán a las casas de los catalanes 300.000 rosas, una cifra importante por el cierre de la mayoría de mercados exteriores y los efectos en forma de ERTE en las floristerías que ya ha provocado el virus, pero muy lejos de los siete millones de rosas que se llegaron a vender el año pasado.

El sector se ha organizado en tiempo récord. “El whatsapp no para. Nunca habíamos colaborado tanto entre nosotros. Si se pregunta '¿alguien puede llevar una rosa a Sant Just?, rápidamente otro contesta. Nos ha marcado una línea de trabajo para el futuro”, explica Guillén. Lo más habitual por Sant Jordi es comprar la rosa en la calle. Una minoría la encarga en una floristería de confianza y la pasa a recoger, y el reparto a domicilio era muy poco frecuente, pero Guillén cree que crecerá debido a la pandemia.

Antes de decidir si se sumaban a la iniciativa de rosas a domicilio, las floristerías han tenido que poner en una balanza los costes de la medida, tanto meramente económicos como más sentimentales y de modelo de negocio. Esto ha hecho que la mayoría de floristas que repartan a domicilio sean de grandes ciudades y capitales de comarca catalanas, con la excepción de Girona, cuyos floristas han decidido no enviar rosas “porque no son un bien de primera necesidad”. Con todo, el reparto a domicilio de rosas no ha generado entre los floristas la división interna que sí se ha producido entre los libreros.

Una de las floristas que ha declinado sumarse a las rosas a domicilio es Eva Travessa, de Ca l'Ungé de Santa Maria de Palautordera. “Me ha dado mucha pena tener que decir que 'no' pero era inviable. Estoy yo sola en la floristería, sigo haciendo encargos pero no quería tener que cobrar seguramente un precio excesivo por una rosa de Sant Jordi debido al transporte ni tener que decir a ningún cliente que se me habían acabado”, expone.

“En la tienda o en la calle es más directo y humano, es lo mejor de la Diada de Sant Jordi. Con un transportista que la traiga a casa es distinto”, agrega. Los precios consultables en la tarde de este miércoles por Internet, con arreglos que rondan los 25 euros, dan cuenta del aumento de precios provocado por la restricción de la oferta y la añadidura de los gastos en transporte. 

Los mercados mayoristas de la rosa en Catalunya son Mercaflor de Mercabarna y el Mercat de la Flor i la Planta Ornamental de Catalunya, en Vilassar de Mar también han tenido que distribuir en tiempo récord las rosas a las tiendas, ya que tanto sus recintos como los gardens están cerrados. En un mercado que depende de las importaciones –solo quedan tres grandes plantaciones de rosa el Maresme que apenas producen 200.000 rosas–, el cierre de fronteras por el virus se ha hecho notar: frente a los 5 millones de rosas de Colombia que llegaron el año pasado, este año solo han aterrizado medio millón.

Para el sector, en especial el de la planta, la crisis del coronavirus ha sido “la ruina total”, en palabras de Ignasi Ruiz, mayorista y portavoz del Mercat. “Hemos estado cultivando todo el invierno y el cierre obligado de la distribución ha llegado a mediados de marzo, cuando se empieza a vender y distribuir. Y las plantas del Maresme no se pueden guardar, o se venden o se tiran”, asevera. El sector prevé pérdidas mínimas de 125 millones al no poder dar salida al producto y a la inversión ya realizada.

En el sector incluso sobrevoló la idea de poder abrir las floristerías excepcionalmente por Sant Jordi y que los clientes fueran a buscar la rosa haciendo colas como en el supermercado o en la farmacia, pero se descartó porque la normativa del estado del alarma no lo permitía. Los floristas además este año estarán doblemente atentos a que ni los supermercados ni las gasolineras, tradicional competencia desleal del sector de la flor por Sant Jordi, no puedan vender rosas porque lo tienen vetado por el estado de alarma.

Las malas perspectivas para este año se podrían ver en parte matizadas por el Sant Jordi del 23 de julio, pese a que en verano la rosa aguanta mucho menos que en primavera. “Por poco que pueda poner un puesto en la calle, lo haré”, confía Travessa, al igual que el resto de floristas de Catalunya. Pero las sucesivas anulaciones de festivales y eventos previstos para el verano ha hecho que crezcan las espinas alrededor de la propuesta de libreros y floristas de un Sant Jordi veraniego. “El 23 de julio es un deseo, pero cada vez se ve con más dificultad”, constata Guillén.

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