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“Sólo volveré a España jubilado o en un ataúd”

Manifestación de trabajadores del CSIC contra los recortes en ciencia en Barcelona, el pasado mes de junio. / Jaume Capell

Materia

Nuño Domínguez —

La crisis se ha cebado con la ciencia, y los recortes en ciencia se han cebado, especialmente, con los programas dedicados a investigadores jóvenes. El mayor centro público de investigación en España, el CSIC, ya ha anunciado que no podrá convocar sus becas JAE este año, y la continuidad del programa Ramón y Cajal, destinado a repatriar cerebros emigrados, está en el aire. Ante esta situación, a los jóvenes investigadores les quedan pocas opciones que no signifiquen emigrar o dejar la ciencia. Tres de ellos explican aMateria cómo afrontan una de las mayores crisis que ha vivido la ciencia española.

El bioquímico abulense David López, de 37 años, se fue de España con una beca Erasmus en 1999 para realizar el último curso de carrera en Heildelberg (Alemania). Allí le fue tan bien que pasó 11 años investigando en centros como el Instituto de Farmacia y Biotecnología Molecular de la Universidad de Heidelberg, donde realizó su doctorado sobre la trazabilidad de la carne de vacuno (eran los años de las vacas locas). Después cambió al centro Max Planck de Antropología Evolutivapara responder preguntas más clásicas, “¿quiénes somos, de dónde venimos y adonde vamos? desde el punto de vista de la genética de poblaciones”, relata el investigador. En 2010 López se decidió a volver a España y aterrizó en el GENyO, siglas del Centro Pfizer-Universidad de Granada-Junta de Andalucía de Genómica e Investigación Oncológica.

“Fue inaugurado oficialmente en noviembre de 2010, y cuando toda la corte mayor de la Junta de Andalucía, incluido el presidente [José Antonio] Griñán, se personó en el salón de actos, no dejaron asientos libres para los científicos ni otros trabajadores del propio centro y curiosamente sí se reservaron para periodistas”, recuerda con sorna. A pesar de sus 11 años de experiencia todo lo que pudieron ofrecerle fue un contrato por obra y servicio con una duración máxima de dos años para que investigase el origen de enfermedades del sistema inmune como la artritis reumatoide o el lupus.

En 2012 la Helmholtz Society de Leipzig le ofreció un puesto fijo de coordinador científico para trazar nuevos programas de investigación. López aceptó en junio y allí trabaja desde entonces. “¿Qué fue lo que me empujó a salir de España de nuevo? Nuestro rancio sistema jerárquico, su endogamia, el bajo nivel de la ciencia, que hay muchos ineptos e ineptas con altas responsabilidades, cuando no vendidos a sus intereses políticos y personales, y la falta absoluta de perspectivas de futuro si hubiese apostado por continuar en España”, enumera el investigador. López, que ahora planea un gran proyecto europeo para detectar contaminantes en reservas de agua, considera que la ciencia es un sector en el que la movilidad es esencial. Hay que estar dispuesto a marcharse a otro país, dice, y asegura que él no se fue por dinero. “Prefiero ganar menos y trabajar en España, que es un país precioso, pero ya no creo que vuelva si no es jubilado o en un ataúd”.

La astrónoma Mercedes López-Morales era una afortunada dentro del sistema de I+D español. En 2011 consiguió un contrato Ramón y Cajal, una plaza muy competitiva que le daría un contrato durante cinco años y una plaza fija como investigadora después. La astrónoma cumplía los requisitos de excelencia e internacionalización que son esenciales para ganarse un puesto de cajal: había estudiado más de seis años en el extranjero con estancias posdoctorales en centros como la Institución Carnegie para la Ciencia, en Washington.

“Volví a España en octubre de 2010 y estaba como una moto por hacer cosas. Me pegué una gran torta contra la pared porque aquello era la cultura del 'no”, recuerda López-Morales. Hasta que logró el contrato como cajal, estuvo trabajando en el Instituto de Ciencias del Espacio, en Cataluña, con lo que aún le pagaban en la Carnegie y con una beca posdoctoral JAE del CSIC. “En Barcelona cobraba como investigadora menos que los becarios posdoctorales que tenía a mi cargo en EEUU”, recuerda López-Morales, que añade: “nadie trabaja en ciencia por el dinero pero hay que llegar a fin de mes y yo a penas lo hacía”, recuerda.

Esta astrónoma es experta en exoplanetas y su objetivo entonces era poner en marcha nuevos proyectos para confirmar la existencia de planetas como la Tierra fuera del sistema solar y estudiar sus atmósferas, un campo en auge desde la última década en el que aún se está rifando un premio Nobel. López-Morales quería poner en marcha su propio grupo de investigación, es decir, convertirse en investigadora principal, o PI, en sus siglas inglesas. “Al llegar quería encontrar gente y presupuesto, usar el Gran Telescopio de Canarias para pedir un proyecto de investigación, pero me dijeron que con el tipo de contrato que tenía no podía ser investigadora principal”. Ni siquiera al lograr el contrato como cajal pudo montar su grupo, ya que la dotación de este programa no lo permitía.

En diciembre de 2011, durante un congreso, la Universidad de Harvard le hizo una oferta para que se fuera a trabajar a EEUU. “Tengo 39 años y a esta edad comienza el pico de tu carrera, que como mucho durará 10 o 20 años. Veía que la Ramón y Cajal en realidad no te garantiza nada y además no veía una solución a los problemas en España a corto plazo”, recuerda López-Morales. En abril de este año aceptó la oferta y renunció a su puesto como cajal.

La investigadora cree que la falta de oportunidades para que los investigadores jóvenes puedan desarrollar sus ideas y liderar proyectos es el mayor cáncer del sistema español de I+D. “En EEUU te ven como una persona que han entrenado y el país intenta retener a los científicos en los que ha invertido. En España estás de prestado”, lamenta. El problema, opina, no es de formación, ya que los españoles salen al mercado muy bien preparados.

“La mitad de los jóvenes que hay en Harvard no son mejores que los que hay en la Universidad Complutense, por ejemplo, el problema es que estos últimos tienen muchas más trabas”, opina López-Morales. “Mi mensaje para los investigadores es que se queden fuera de España”, sentencia. Ahora la astrónoma va a trabajar como coordinadora dentro del proyecto HARPS-North, un telescopio para cazar y confirmar exoplanetas en el que colaboran Suiza, Italia, Reino Unido y EEUU. El instrumento estará instalado en el Telescopio Nacional Galileo, construido por Italia en la isla de La Palma (Canarias). También prepara experimentos para estudiar la atmósfera de exoplanetas que podrían albergar vida dentro de un proyecto radicado en EEUU.

Este mes, la Agencia Europea del Espacio (ESA) elegirá una nueva misión de investigación que se lanzará en 2017. Entre las 10 finalistas está Planet Vision, una especie de telescopio espacial para cazar planetas extrasolares liderado por España y Bélgica. Uno de sus responsables es el astrofísico Andrés Moya, que trabaja en el Centro de Astrobiología, en Madrid. Su misión compite con CHEOPS, que parte como gran favorita y que también está dedicada a la deteccción de exoplanetas. Entre sus creadores está Didier Queloz, que codescubrió el primer exoplaneta en 1995.

Moya es el director científico de la misión, que ha logrado una financiación total de 115 millones de euros, 50 de ellos de la ESA. Es licenciado en Física Teórica por la Universidad de Granada y doctorado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía asociado al proyectoCoRoT. Después de pasar dos años investigando en el Observatorio de París regresó a España con un contrato Juan de la Cierva, un programa similar al Ramón y Cajal pero dedicado a aportar un contrato de tres años a doctores jóvenes.

Aquellos tres años pasaron, y ahora Moya tiene un contrato asociado a un proyecto de la Comunidad de Madrid que se acaba en octubre de 2013. El astrofísico ha pasado meses organizando la plataforma Investigación Digna, surgida de entre investigadores que ya pasaron la treintena hace tiempo y que reclamaban al Gobierno que parase los recortes en I+D. “Ahora ya me he cansado y estoy pensando en dejar la investigación, tal vez para irme a la empresa privada. Me voy a quedar en España y sé que soy tonto por hacerlo”, confiesa.

Una información de Materia.

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