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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Un país con Ciencia: reacción y resistencia en el Brasil de Bolsonaro

Estudiantes mantienen su desafío a Bolsonaro con una segunda jornada de protestas

“…it was the spring of hope, it was the winter of despair,

we had everything before us, we had nothing before us,

we were all going direct to Heaven, we were all going direct the other way ...“

Apertura de Historia de Dos Ciudades (Charles Dickens, 1859)

En nuestroartículo de la semana pasada resumíamos sucintamente los brutales ataques y recortes que ha sufrido la ciencia y la educación superior desde la llegada del Gobierno Bolsonaro a Brasil. Sin embargo, no todo son sombras en este tiempo oscuro. Como expresa muy bien la referencia a la “filosofía de los opuestos” de Heráclito con la que abre Dickens su “Historia de dos Ciudades”, tenemos más claridad –aunque no necesariamente más bienestar o beneficio– cuando estamos expuestos a grandes contrastes, cuando nos asomamos aterrados al peor de los mundos. De manera similar a los éxitos electorales de Trump, el Brexit o Vox, el Gobierno de Bolsonaro ha sacado a la luz lo peor de la sociedad brasileña, legitimando y exponiendo la actitud egoísta y depredadora, las opiniones absurdas y los prejuicios dogmáticos de muchas personas cuya ignorancia permanecía oculta bajo un conveniente silencio. Actitudes y opiniones a las que no somos ajenos en nuestro país y que también amenazan con colarse en nuestras instituciones.

La exposición pública de personas y actitudes contrarias a la realidad permite entender la dimensión de los problemas culturales y educativos, e incluso de civismo, de la sociedad brasileña. Es particularmente grave el alarmante aumento de los casos de racismo, homofobia, feminicidio, asesinato de líderes indígenas y sociales, y la desmesurada agresividad contra quien es u opina diferente. En el caso particular de la ciencia, esta crisis moral ha puesto en evidencia el grado preocupante de implantación de algunas falacias anticientíficas en la población brasileña. No se trata tan solo de que las iglesias evangélicas brasileñas hablen abiertamente de creacionismo, una negación fundamental de los principios básicos de la biología cuyo afianzamiento social parecía pequeño y anecdótico, especialmente tras la aceptación de la evolución darwiniana para explicar el origen del hombre por parte del Vaticano. Ahora sabemos que el 7% de los brasileños cree que la Tierra es plana, algo que nadie se imaginaba hace tan sólo dos años. Recordemos que la astronomía helenística de Eratóstenes estableció la esfericidad de la Tierra como un dato físico ya en el siglo III a. C., un hecho que se corroboró de forma práctica gracias a la expedición de circunnavegación del mundo de Magallanes y Elcano (1519−1523).

Desgraciadamente, el sector más reaccionario del gobierno Bolsonaro no solo promueve el negacionismo y la pseudociencia a través de noticias falsas por las redes sociales. El propio Ministerio de Educación y Cultura promueve el “revisionismo histórico” de Olavo de Carvalho y sus seguidores. El último capítulo de la crisis institucional en este ministerio tuvo lugar hace muy poco, con ladesignación de Benedito Aguiar como presidente de la agencia de apoyo a la investigación y estudios de postgrado más importante de Brasil (CAPES). Benedito Aguiar, exrector de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, es un ingeniero eléctrico de confesión evangelista, y ferviente defensor de la enseñanza de la “teoría” del diseño inteligente (una versión pseudocientífica del creacionismo) al mismo nivel o por encima del de la teoría evolutiva. Literalmente, han puesto a un lobo supersticioso y agresivamente ignorante a cuidar de la investigación y formación avanzada que hacen los corderos.

Quizás sea pecar de optimistas, pero es posible que ser consciente de todos estos problemas pueda ser parte del inicio del “mejor de los tiempos”. Parafraseando al Arte de la Guerra de Sun Tzu, o de la interpretación que de él hacen Rage Against the Machine, conocer a tu enemigo es el principio para derrotarlo. Y ver las orejas al lobo también proporciona una motivación muy importante para plantarle cara y enseñarle los dientes, una actitud que puede no ser natural entre la apacible comunidad académica, pero que quizás sea el único camino para escapar a un futuro distópico. Un buen ejemplo de este cambio de paradigma en la reactividad social de los científicos lo ha dado la fuerte reacción de la comunidad académica contra el nombramiento de Benedito Aguiar, que ha generado una gran exposición mediática del problema de la enseñanza del creacionismo en la prensa no especializada.

Después de un año de gobierno ultraconservador ya hay pequeños logros interesantes y esperanzadores. Existen algunos movimientos que demuestran que muchos brasileños entienden la época oscura en la que se adentra su país y están dispuestos a luchar contra lo absurdo. En términos políticos y sociales, algunas (aunque pocas) acciones del Congreso Nacional y el Poder Judicial han contrarrestado la agenda ultra del gobierno de Bolsonaro. Esto demuestra que a pesar de su cooperación en el golpe de estado contra Dilma Rousseff como reconoció el propio presidente Temer, estas instituciones todavía merecen algo de confianza. Y por lo tanto, Brasil continúa siendo un Estado razonablemente democrático, o al menos esperamos que continúe siéndolo hasta las próximas elecciones.

Entre las acciones más destacables de la comunidad científica está la actitud y coraje de Ricardo Galvão, ex director del INPE y profesor de la Universidad de São Paulo (USP), por su defensa de los datos científicos que muestran el alarmante problema de la quema en el Amazonas frente a las presiones del presidente Bolsonaro y su ministro de Medio Ambiente, Ricardo Sales. Su denuncia le ha valido la nominación como uno de los científicos más importantes de 2019 por Nature, pero también sudestitución y reemplazo por D.P. Damião, un militar especializado en aeronáutica que, podemos estar seguros, no discrepará con el gobierno en su ninguneo de la escala y efectos de la deforestación en el Amazonas.

También se ha establecido una serie de movimientos en defensa de las universidades y la educación en todo Brasil desde principios de 2019. Los profesores, estudiantes e investigadores han salido a las calles y están utilizando las redes sociales y otros medios para mostrar los resultados de su trabajo de investigación, concienciando a la sociedad de la importancia de la ciencia y la universidad pública. Al mismo tiempo, las principales sociedades científicas de Brasil, especialmente la Academia Brasileña de Ciencias (ABC) y la Sociedad Brasileña para el Avance de la Ciencia (SBPC), han hecho una importante campaña de sensibilización y presión en el Congreso Nacional, en un intento de garantizar los recursos financieros necesarios para finalizar 2019 y frenar los recortes presupuestarios previstos para 2020 (ver por ejemplo aquí y aquí). Aun es pronto para saber cuánto éxito va a tener esta estrategia de presión sobre el poder legislativo, pero es de esperar que la movilización y el compromiso sigan creciendo si los recortes no remiten.

En resumen, tras el “invierno de desesperación” de un año negro de recortes, acoso y ataques directos por parte de las fuerzas ultraconservadoras en el poder, la comunidad científica brasileña no solo está en alerta, sino que es plenamente consciente de su precaria situación, y se está empezando a organizar. Se ha roto la visión idealizada, ingenua y, quizás, autocomplaciente de que la sociedad brasileña entendía el papel de la ciencia y la tecnología, incluso sin conocer los detalles de lo que se hace en la Universidad en la vida cotidiana. Este año ha arrojado un auténtico jarro de agua fría que ha permitido ver claramente que hay fuerzas muy poderosas trabajando y cultivando la ignorancia de la población brasileña. Lamentablemente, esas fuerzas no sólo se extienden al calor de las supersticiones evangelistas por América de norte a sur; también hacen estragos en Europa, al calor de supersticiones similares, provocando el auge de partidos populistas y el resurgir de idearios anticientíficos que creíamos ya ampliamente superados.

Es el momento de tomar lo mejor de la tradición científica de observación de la realidad y reflexión acerca de los procesos subyacentes y utilizar los ataques a la ciencia brasileña para comprender mejor la naturaleza y extensión real de las amenazas que se ciernen sobre el sistema científico y el librepensamiento en todos los países afectados por este nuevo auge de la ultraderecha anticientífica. Es tiempo de reivindicar, frente al nacionalismo de la ignorancia, el internacionalismo del conocimiento y la cultura. Frente al objetivo del Gobierno Bolsonaro de desmantelar el sistema de investigación y educación superior, es necesario que los científicos brasileños tomen con fuerza la iniciativa frente a la sociedad, planteando cómo se podrían mejorar las instituciones académicas del Brasil. Para ello, es imprescindible aprovechar el efecto indirecto que estos ataques están teniendo sobre los científicos y docentes: la creación entre ellos de un mayor sentido de unión y pertenencia a un elemento esencial para la sociedad moderna que ahora está súbitamente en peligro. También cabe preguntarse críticamente si la universidad está cumpliendo con su tarea de mejorar continuamente tanto la investigación que realiza como la educación superior que imparte, o puede mejorar su desempeño.

Frente a los escándalos crecientes que involucran a Bolsonaro y sus ministros en escándalos de corrupción 'sin complejos', es necesario trabajar para que, en 2020, la primavera caiga del lado de la esperanza.

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