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Arquitectura popular manchega: anónima, sostenible y sin protección

Venta de Borondo, Daimiel

Francisca Bravo Miranda

En 2012, el arquitecto David Cejudo inició su proyecto Arquitectura Popular Manchega. El objetivo era claro: darle un nuevo enfoque a la arquitectura de este tipo que se puede encontrar en la zona de La Mancha. Fue “un reto personal”, explica, al no tener experiencia en comunicación, y también al no existir realmente un punto de encuentro que muestre de forma “amena y didáctica” las construcciones más propias de la tierra. “Se trata de una arquitectura muy cercana, en sintonía con el paisaje, nuestra historia y los materiales de la zona”, explica el profesional.

Cejudo advierte que este tipo de edificaciones son “tan frágiles” que pueden llegar a pasar “desapercibidas” ante los ojos de los ciudadanos. “Además no está protegida y así es muy sencillo que se hunda o se sustituya. Esto es lo que queremos transmitir”. Se trata de un tipo de edificación que es anónima, con autoría que se ha ido “perdiendo en el tiempo” y que utiliza materiales del entorno y que se integran con el uso específico de la vivienda. “Es lo que ahora llamamos arquitectura bioclimática, sostenible y con criterios para toda la vida”, afirma el profesional.

Cejudo será el encargado de abrir el curso de verano 'Rehabitar el paisaje III: La Mancha, arquitectura de excepción' de la Universidad de Castilla-La Mancha con su ponencia 'Una mirada actual de la arquitectura popular en La Mancha'. En ella expondrá principalmente el contenido de su proyecto como parte de la difusión del patrimonio a un público mucho más amplio que el especializado. “Se trata de enganchar a quien no es arquitecto, a las personas de pie que puedan tener consciencia sobre el valor que tiene este patrimonio. Eso queremos hacerlo de manera amena y divertida, para lograr también que esta arquitectura deje de ser desapercibida”, explica el arquitecto.

De este modo, explicará las distintas tipologías o iniciativas iniciadas en el blog, así como materiales y sistemas constructivos que afectan a este tipo de edificaciones. “La unidad básica sería la casilla o la quintería”, explica el arquitecto. Se trata de una construcción “muy sencilla”, de planta rectangular, de campo y que sirve para que el agricultor pase ahí la semana, un lugar donde poder comer, dormir y estabular animales. “Es la pieza base de la arquitectura tradicional manchega, con muros de tapial de tierra, con cubierta de madera, con tejas curvas”, explica Cejudo.

Falta de protección

A partir de este tipo de edificios, surgen otras tipologías como caseríos más grandes, casas de labor, ventas o bodegas. Cejudo pone como ejemplo la Venta de Borondo, en Daimiel, uno de los casos que sí están protegidos como bien patrimonial. La protección de este tipo de edificaciones es uno de los problemas a los que apunta David: “Hay elementos protegidos, pero la mayoría de ellos como la casilla, las cuevas de quintería, son elementos que pasan muy desapercibidos, muy pequeños y que escapan a la mayoría de catálogos de protección del patrimonio”.

Los estudios que ha realizado Cejudo se basan en proyectos de los años 70' y 80' que ya se acercaron a este tipo de edificaciones en España, investigadores que incluso llegaron a realizar un catálogo de la arquitectura popular española. El problema, señala, es que siempre ha estado en manos especializadas, lejos de la difusión general. “No se ha logrado llegar, entonces, a la consecuencia efectiva que sería la conservación de estos edificios. Tenemos ejemplos que sí y con la máxima categoría, como un castillo, que de todos modos se están hundiendo porque es un patrimonio difícil de conservar”, afirma.

En el caso de las construcciones que no están catalogadas, la falta el cuidado implica un abandono que puede ir desde a una construcción “desvirtuada” hasta llegar a ser “arrasados”. “Tenemos estos escenarios: abandono, el arrase, una restauración inadecuada y luego, en el menor de los casos, una restauración efectiva”, explica el arquitecto. En poblaciones como Almagro o Infantes, señala, se ha logrado conservar la arquitectura propia, mientras que en otras, se ha ido perdiendo, como en Daimiel o Manzanares.

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