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Fab Lab: fábricas donde todo es posible

La arquitecta Noelia Manzano busca financiación para un Fab Lab en Toledo

Alicia Avilés Pozo

Un sitio donde se puede fabricar casi todo. Es posible ya en muchos lugares del mundo gracias a los denominados Fab Lab (Fabrication Laboratory), espacios que albergan máquinas de fabricación digital manejadas por personas con conocimientos sobre las mismas, y donde cualquiera puede acudir para que el diseño de una idea propia se haga realidad. Todo es posible en estas fábricas, que casi alcanzan la veintena en España y que la arquitecta toledana Noelia Manzano ha estado investigando con la intención de promover la instalación de una en Toledo.

Manzano, que ha presentado su proyecto en el Matadero LAB que acoge el IES Sefarad, comenzó a interesarse por este tema durante su proyecto de fin de carrera y descubrió todo un mundo en torno a estos laboratorios. Lo primero y más esencial: que cualquiera puede acudir a ellos con un diseño, introducirlo en el programa y comprobar cómo una máquina lo materializa y convierte en realidad.

Para esta joven arquitecta no hay duda sobre la generalidad de su uso: “se pueden utilizar a nivel usuario para objetos personales, pequeños o que puedan montarse por piezas”. Para ello tan solo hace falta pagar una cuota mensual o anual a través de la cual se puede disponer del espacio y de los materiales, que no suelen ser muy caros.

Pero estas instalaciones también están al servicio de grandes estructuras, como casas solares o viviendas de emergencia hechas con hormigón para víctimas de catástrofes naturales, entre otros muchos usos. “Se puede hacer de todo siempre que sean cosas que no hagan daño a otras personas ni se ponga en peligro la vida de las personas”, detalla la arquitecta.

Trabajando en red

Además, se trata ya de espacios de carácter universal. Manzano ha localizado un total de 150 Fab Lab en todo el mundo que además trabajan de forma conectada, para que cualquier usuario pueda hacer uso del diseño de un objeto que se haya fabricado en otra parte del mundo. Esa conexión en red se rige por las normas reguladoras de la Fab Foundation, organismo internacional que además establece los requisitos para poner en marcha estos espacios.

Una cortadora láser, una fresadora digital, una impresora 3D y una cortadora de vinilos son las cuatro máquinas que necesita cada laboratorio para empezar a funcionar. Deben manejar estas máquinas y materializar los diseños técnicos especialistas en su funcionamiento, pero en cada espacio de este tipo se pueden organizar cursos y formación para que los usuarios aprendan su manejo y terminen por controlar todo el proceso (diseño y producción).

Los Fab Lab han llegado a tener tanta repercusión que sus promotores ya se denominan a sí mismos ‘Generación Makers’, unidos por la pasión de fabricar cosas pero sobre todo bajo la idea de que cada laboratorio es un punto de encuentro entre personas. Así sucede en los 18 espacios que hay actualmente en España, “toda una revolución”, en palabras de Manzano, que “es necesario dar a conocer a la gente”. La principal traba para ello es la financiación. Son máquinas muy caras (van desde 1.000 hasta 20.000 euros), por lo que es necesario una elevada inversión inicial que no siempre es fácil de conseguir.

Fórmulas de financiación

Las fórmulas de financiación para hacerlo posible son “infinitas”. Por ejemplo, el Fab Lab de Sevilla está vinculado a la universidad, “lo que resulta mucho más fácil”; el de Madrid procede de la inversión personal que realizaron un grupo de amigos, que ahora se dedican a fabricar para el sector privado; y el de Barcelona pudo ponerse en marcha gracias a la ayuda estatal.

Ahora el objetivo de Noelia Manzano es luchar para conseguir un Fab Lab en Toledo. Quiere unir fuerzas con todos aquellos que estén interesados y aunque sabe de lo complicado del recorrido, está convencida de que puede lograrse. “Hay que trasladar la idea de que es asequible y de que se trata de usar la tecnología para hacer la vida más fácil a todo el mundo. Hay que dejar claro que se trata de generar negocio pero sin perder ese espíritu inicial de encuentro entre personas”, destaca.

“Ha llegado el momento de que conviva la producción industrial con el hecho de poder diseñar tu propia silla”, añade, porque a la luz de lo que ya se ha podido comprobar en todo el mundo, sería incluso “más sostenible” y también inclusivo para sectores tradicionales como la artesanía o la carpintería, ya que el conocimiento de todos estos trabajadores podría ponerse al servicio de estos laboratorios.

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