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Instrucciones para náufragos

El veterano actor y director Robert Redford.

David Parages

En época de crisis, cualquier atisbo de esperanza es bienvenido. Por eso resulta paradigmático que en pocos meses se hayan estrenado dos películas como “Gravity” y “Cuando todo está perdido”, auténticos manuales para sobrevivir en diferentes medios. Ambos films pretenden insuflar aliento y demostrar que, por muy mal que vayan las cosas, es posible encontrar una salida.

Casualidad o tendencia, el caso es que J.C. Chandor cambia radicalmente de registro en su segunda película como director y guionista. Si “Margin Call” contaba con un guión verborreico y una acumulación importante de personajes, en “Cuando todo está perdido” hay una ausencia total de diálogos y un único personaje encarnado por Robert Redford.

El septuagenario actor pone a prueba sus capacidades físicas en un trabajo esforzado y muy exigente, una verdadera prueba de resistencia. No sólo porque carece de compañeros de reparto en los que apoyarse y debe cargar él solo con el peso de la película, sino también porque consigue dotar de humanidad a un personaje del que ni siquiera llega a conocerse el nombre. Qué hace en mitad del Índico el viejo marinero que interpreta y cuáles son las circunstancias vitales que le han llevado hasta allí, son informaciones que el espectador nunca sabe. El argumento se centra exclusivamente en los problemas que debe afrontar desde el momento en que un contenedor a la deriva choca contra el casco de su embarcación.

La película podría haberse parecido a una versión catastrofista de “El viejo y el mar”. En lugar de eso, Chandor prescinde de voces en off, flashbacks y demás recursos narrativos para aliviar la trama, y opta por lo directo. Todo cuanto sucede en la pantalla está encaminado a mostrar la lucha por la supervivencia en alta mar de este hombre anónimo. Aunque parezca lo contrario, Chandor no llega a realizar una película estrictamente muda: además de las pocas palabras que se pronuncian durante el metraje, está el elaborado diseño de sonido como paisaje del film. La riqueza sonora de “Cuando todo está perdido” funciona como un personaje más, es el aliento de la naturaleza que lo mismo amenaza que reconforta según la intención de cada escena.

J.C. Chandor tiene la habilidad de no intervenir demasiado en las acciones que se van sucediendo, y concentra el foco de su cámara en el rostro avejentado de Redford. Los surcos labrados por el tiempo y las arrugas del actor son el mapa que guía la película, iluminada por el brillo de una mirada que todavía no se ha apagado. Reconocemos el eco de Jeremiah Johnson es este navegante del que no tenemos más noticias que su tenacidad y sufrimiento.

Lo curioso es que siendo una película de acción, “Cuando todo está perdido” no se recrea en planos espectaculares ni en elaborados movimientos de cámara o grandes efectos. Hay algo ascético en la mirada que Chandor aplica sobre el relato, en las imágenes que transpiran serenidad y comedimiento. Es de agradecer que el director no se distraiga con elementos que no sean los necesarios para que la trama avance con emoción y con la incertidumbre de un desenlace abierto a interpretaciones.

En definitiva, se trata de una película que puede ser vista bajo diferentes ángulos: el de la acción sin condimentos o el de la alegoría de esta época difícil en la que sólo los que resisten logran mantenerse a flote.

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