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Julita Salmerón y el castillo que vino del agua

Fotograma del documental 'Muchos hijos, un mono y un castillo', de Gustavo Salmerón

Pepe Alfaro / Las Noticias de Cuenca

La pasada edición de la Semana de Cine de Cuenca ofreció una panorámica verdaderamente acertada y representativa del mejor cine español del momento, programando los títulos que han resultado triunfadores en la reciente entrega de los premios Goya, como la producción vasca Handia (vencedora absoluta con diez estatuillas) o El autor (mejor actor protagonista y actriz de reparto), además de los premios al mejor cortometraje de ficción (Madre, de Rodrigo Sorogoyen) y de animación (Woody y Woody, de Jaume Carrió). Pero entre tanto título relevante, el público de Cuenca se quedó prendado con la naturalidad y el desparpajo de un sensacional personaje llamado Julita Salmerón, retratada durante catorce años por la cámara de su hijo pequeño, un actor que hace dos décadas alcanzó cierta popularidad y posteriormente ha desarrollado una irregular carrera. Gustavo Salmerón decide pasar al otro lado de la cámara para debutar con esta especie de catarsis familiar titulada Muchos hijos, un mono y un castillo, que acaba de ratificar su gran éxito de público con el goya a mejor documental. Una cita ineludible con el cine para quienes no la pudieron disfrutar durante la Semana de Cine, o quieran disfrutar la experiencia de nuevo.

Cuando la película se proyectó en Cuenca casi nadie conocía la vinculación de la protagonista con nuestra tierra. Por esas fechas, madre e hijo se encontraban en Amsterdam, cuyo festival había programado la película; no pudieron venir a la presentación pero tuvieron la deferencia de enviar un saludo con un guiño personal que destapaba cierta curiosidad en los espectadores. Las referencias expresas a las raíces conquenses de Julita apenas se reflejan en un par de escenas, la primera sobre el puente de San Pablo, donde hace referencia a esa estampa de belén navideño que ofrece la parte antigua de la ciudad, y otra frente a la polémica cruz situada en la fachada lateral de la catedral en recuerdo de José Antonio Primo de Rivera, figura de la que se reconoce devota enamorada.

El título de Muchos hijos, un mono y un castillo hace referencia a los tres objetivos en la vida de esta conquense de 82 años. Aunque en la película no se informa al respecto, el castillo que da cumplimiento al tercer deseo de Julita es una impresionante fortaleza palaciega situada en la localidad de Perafita, a cien kilómetros de Barcelona, que pudo ser adquirido por la familia gracias una herencia de la que tampoco se ofrecen más datos. Ahora sabemos que el castillo vino del agua, a través de un personaje llamado Baldomero Sanz Sanz, propietario de Solán de Cabras, circunstancia que permitió al marido de su nieta Julita, Antonio García Cabanes, ocupar el cargo de presidente de la compañía durante varios años, hasta que en los albores del siglo XXI la empresa fue vendida a una multinacional.

El acierto de Gustavo Salmerón es centrar la cámara en la figura de su madre, personaje que articula la narración desde su frescura y naturalidad, con esa capacidad en ocasiones casi surrealista para provocar situaciones de lo más hilarante. El macguffin utilizado por el director para abrir los armarios y cajones al objeto de ventilar los fantasmas familiares acumulados a lo largo de toda la vida, es la búsqueda, entre tanto objeto que haría las delicias de Diógenes, de la vértebra de la abuela Julia Mombiedro, asesinada en Cuenca en los albores de la guerra civil.

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