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Micho: la cartilla de lectura conquense que traspasó fronteras

Saúl García

Nuria Lozano

Las Noticias de Cuenca —

Hay reportajes especiales que te hacen volver a la infancia y recordar ‘aquellos maravillosos años’. Yo fui alumna de la primera promoción que aprendió a leer con la cartilla Micho en el entonces Colegio Público ‘Primo de Rivera’, en la actualidad ‘La Paz’. Nunca hasta hoy, hasta que lo ha destapado el suplemento Verne del diario El País, supe que nuestras maestras habían sido las creadoras de esa familia de gatos o “michos” cuyas aventuras nos enganchaban y con las que pronunciamos nuestros primeros fonemas. Ni mucho menos que la cartilla había traspasado fronteras y había llegado a centros de toda España, a varios países de Hispanoámerica e incluso a Londres.

Me reúno con Pilar Martínez y María Isabel Sahuquillo. Felisa García, la tercera de las autoras, no ha podido venir por estar fuera de Cuenca. Maribel reconoce que este revuelo mediático tras conocerse que tres maestras conquenses dieron vida a la cartilla Micho “no lo esperábamos. Hemos pasado desapercibidas durante muchos años y ha sido una sorpresa, aunque por supuesto que estamos orgullosas de haber enseñado a leer a tantos niños y niñas”.

La primera cartilla Micho se editó en 1981 por la editorial Bruño. Años antes, estas tres docentes, junto a Emilia Canga-Argüelles, la más veterana y la que fue precursora del método, ya usaban en sus clases el sistema onomatopéyico para enseñar aunque cada una lo aplicaba a su manera. “Además era un método que funcionaba muy bien con los adultos pero los niños no veían lo que leían, no había conexión, por lo que decidimos adaptarlo a los alumnos de 4 años y hacerlo muy visual”.

Idearon así aventuras muy cortas y cotidianas cuyos protagonistas eran Morito, Canelo y Michín y Mamá Gata con Papá Micho. Felisa García realizó las ilustraciones y Pilar Martínez las letras, mientras que Maribel Sahuquillo lo pasaba todo a máquina. Todo ello lo hacían por la noche. Ya tenían su primera cartilla casera con la que lograron unificar sus enseñanzas. “No teníamos más pretensiones que enseñar jugando”, cuentan.

Hasta que un día una inspectora de Educación las vio en plena acción y las animó a editar este material. Probaron en la imprenta de la Diputación, pero solo imprimía en blanco y negro, y el color era fundamental puesto que cada gato y cada fonema estaba asociado a un color. Así, las letras que se pronuncian fuerte iban en un color fuerte, mientras que las suaves se representaban con colores suaves.

En cuanto a la grafía, se optó por la cursiva para evitar las confusiones de las letras de imprenta y los problemas de dislexia.

El paso por la editorial

Fue el marido de Pilar, representante de libros escolares, el que les presentó en Madrid al gerente de una de las editoriales nacionales con las que trabajaba, Bruño. “Yo le canté las canciones y le conté los cuentos que contaba en clase, hice todos los ruidos de los fonemas y le gustó”, recuerda Pilar.

El método tuvo que pasar un examen a cargo de pedagogos y psicólogos de la editoral y, tras superarlo con nota, la cartilla salió al mercado. Con su impronta conquense, eso sí. Porque no faltaba la “g” de gachas y la “ch” de Chillarón. Las canciones las grababan en un magnetofón y después pasaban las cintas a la editorial.

Las propias maestras fueron las encargadas de dar a conocer el Micho no solo en otros colegios de la ciudad y de la provincia, sino viajando por toda España.Lo cierto es que fue el principal método utilizado en los años 80 y principios de los 90 y todavía aún se utiliza en algunos lugares y se sigue vendiendo. Curiosamente, fue en Cuenca donde primero se dejó de utilizar.

Se tradujo incluso al catalán, donde se llamaba ‘Moix’ y llegó a varios países latinoamericanos. Se hicieron varias cartillas para adaptarlas a las distintas edades y capacidades, así como fichas, guías para los maestros, y una caja con los números y el abecedario en formato plástico para fomentar la motricidad. En total, más de 30 libros con las renovaciones incluidas. “Se vendió muchísimo y nosotras lo pasamos muy bien”, comentan.

“Lo importante del Micho es que los niños aprendían jugando. El fonema que más les gustaba era la ‘r’ porque tenían que hacer la moto y moverse por el aula. Yo no encontraba niños que no aprendieran a pronunciar”, señala Martínez.

Sahuqillo asegura que “salían de Párvulos leyendo completamente. Interiorizaban los sonidos a través de los cuentos y tenía una gran importancia la acción y el movimiento porque un niño no puede estar quieto más de 10 minutos, como decía la compañera Aurora Medina”.

Esta maestra asegura, ante la expectación suscitada en las últimas semanas, que están dispuestas a seguir explicándoles este método de enseñanza- aprendizaje a todos aquellos compañeros que se lo pidan. “De hecho, muchos han venido a nuestra casa o algunos opositores nos pedían que se lo contáramos para llevar un referente del método a los exámenes”.

Son conscientes de que hoy en día hay muchos otros métodos más modernos e innovadores. “Micho lleva ya mucho tiempo y la gente quiere cosas nuevas, pero lo cierto es que ha sido de los mejores que se han editado nunca”, defiende Sahuqillo. “Profesionalmente, nunca me ha pasado nada mejor que esto”, añade.

“Para nosotras fue un orgullo que nuestros alumnos pasasen a Primaria sabiendo leer”, apunta Pilar. “Con eso nos quedamos”.

“Algunas historias estarían mal vistas hoy pero recuerdo el método con cariño”

Marta Muñoz fue de las primeras alumnas que estudió con el Micho y se da la circunstancia de que en la actualidad es maestra de Primaria e Inglés en el CEIP ‘La Paz’, donde surgió todo.

Según explica a Las Noticias, “viéndolo con la perspectiva de los años te das cuenta de lo bonito que fue”. Recuerda perfectamente a los personajes, a Morito, Canelo, Michín, Mamá Gata y Papá Micho, así como las canciones y que cada letra iba asociada a una historia. “Me acuerdo por ejemplo que con la ‘j’ uno de los gatos se había atragantado con una espina y nosotros repetiámos ese sonido”.

Su maestra de Parvulitos fue doña Pilar- porque entonces todos llevaban el don y el doña delante- “y me acuerdo de esta etapa con mucho mucho cariño”, subraya Marta.

Hoy, en calidad de docente, reconoce que otros compañeros que sí han aplicado este sistema de lectura le han trasladado que se aprende rápido aunque indica que “sí es cierto que algunas de las historias estarían en la actualidad mal vistas, como que la mamá sea la que se dedica en exclusiva al hogar, por lo que habría que actualizarlas”.

El periodista Luisja García aprendió a leer también con el Micho, en este caso en el Colegio ‘Ramón y Cajal’. “Recuerdo que las cartillas estaban en casa y en especial recuerdo la roja y la verde. Mis padres me enseñaban los distintos sonidos y me acuerdo de los colores de cada una de las letras”. En su memoria guarda también los nombres de los gatos o como la ‘g’ iba asociada a una mujer con bufanda y la mano en el cuello, o la ‘r’ con el manillar de una moto. “No supe que las creadoras eran de Cuenca hasta que lo vi en El País”, dice.

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