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El triste deterioro del histórico Palacio de los Gosálvez, un “pequeño Versalles” a caballo entre Cuenca y Albacete

Palacio de los Gosálvez

Carmen Bachiller

Arquitectura industrial y patrimonial venida a menos tras el esplendor de siglos. Es la historia de tantos y tantos edificios repartidos por Castilla-La Mancha ( Venta de Borondo, en Daimiel, estación de Chinchilla en Albacete, el Alcázar Real en Guadalajara, la Casa Rincón y la Casa Palacio de Borox o el convento carmelita de Budia...). La lista es interminable.

Uno de los protagonistas en este mes de agosto es el Palacio de los Gonsálvez y su entorno. Un enclave situado entre las provincias de Cuenca y Albacete que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 1994. Abandonado en la década de los 60 del pasado siglo, en la actualidad se encuentra en un estado de total deterioro.

Fue en la primera mitad del siglo XIX cuando el industrial alcoyano Santiago Gosálvez y Gosálvez adquirió unos terrenos procedentes de la desamortización en Casas de Benítez (Cuenca), pero muy cerca de Villalgordo del Júcar (Albacete). 

Allí instaló una fábrica de harina, otra de hilados y una tercera de papel continuo, que funcionaban gracias a la fuerza proporcionada por las aguas del río Júcar, según detalla el Archivo Histórico Provincial de Toledo que  conserva una interesante colección de fotografías de este palacio, realizadas por el albaceteño Luis Escobar, cuando estaba en todo su esplendor. 

El complejo industrial lo completó su viuda, Alejandra Barceló, quien llegó a levantar una presa. Ya en 1887 se hizo cargo de las empresas su nieto Enrique Gosálvez-Fuentes y Álvarez, que además montó una fábrica de luz, de manera que Villalgordo, explica el archivo, “fue quizá la primera localidad española en disfrutar de luz eléctrica”.

Enrique Gosálvez moriría en 1938 y, pese a haber tenido once hijos, no llegó a tener ningún nieto. En una fotografía se aprecia probablemente a parte de esta familia antes de una comida, en 1931, en el jardín del palacio.

Todos estos negocios, y algunos más que la familia tenía en otros lugares, hicieron de Enrique Gosálvez una persona muy influyente y acaudalada, y decidió construirse un palacete junto a sus fábricas para su disfrute y el de su familia. Encargó el proyecto al arquitecto Luis Sanz de los Terreros en 1902, y las obras se prolongaron durante cinco años.

Se ideó un edificio ecléctico, con influencias del manierismo francés, muy del gusto de la época. Consta de un cuerpo central rectangular, a cuyos lados más cortos se adosan dos alas perpendiculares, formando una U. Tanto el interior como el entorno fueron decorados con lujo e incluso la zarina de Rusia regaló una fuente, hoy desaparecida. Una fotografía fechada en 1928, muestra el jardín posterior, el más lujoso y donde estaba dicha fuente, aunque en la foto no se aprecia.

Durante la guerra civil el edificio se utilizó como maternidad y también como albergue de niños desplazados, por lo que parece que no sufrió excesivos daños. Así lo sugiere una fotografía fechada en 1940 y dedicada a un partido de fútbol local celebrado en las inmediaciones del palacio.

A la muerte de Enrique Gosálvez las propiedades familiares, incluyendo el palacio, pasaron a su hijo Modesto, quien viviría allí pero manteniendo una vida discreta hasta su muerte en 1964.

Su viuda y su hermano serían los sucesivos propietarios, pero el edificio entró en rápida decadencia. En 1994, estando ya muy deteriorado, fue vendido, y ese mismo año declarado Bien de Interés Cultural, incluyendo todo su entorno. 

Según consta en el decreto para su protección con categoría de Monumento, era “un palacio de estilo francés que podría enclavarse como un pequeño Versalles de estructura clásica en cuyos jardines se encuentran especies de gran valor ecológico”, según se detallaba en aquella fecha.

Tenía 365 ventanas y el mismo número de puertas, 20 habitaciones, baños con las últimas comodidades de la época, salones con plata y cristal “traídos de lejanos países” y hasta una capilla. Todo era poco para estar a la altura de las visitas de los políticos del momento como lugar de “vacaciones y cacerías”.

En 2006 una empresa hotelera inició un proyecto de recuperación del edificio que no ha llegado a realizarse y hoy es una ruina que la Asociación 'Amigos del Palacio de los Gosálvez' quiere revertir. 

Hace unos días organizaba una marcha reivindicativa para pedir su restauración además de concienciar sobre “el lamentable estado de este monumento y sus alrededores”. También se solicitaba a la Diputación Provincial no anular “la única inversión aprobada en 26 años para la recuperación del Palacio y su entorno”.

Y es que el pasado mes de mayo, antes de las elecciones municipales, el entonces presidente de la Diputación de Cuenca, Benjamín Prieto, anunciaba una inversión de 11,3 millones de euros, procedente del superávit de la Institución, para ser destinada entre otras cuestiones a este palacio. El objetivo, decía, es “sacarlo de la lista roja” de patrimonio amenazado y convertirlo en un enclave turístico en la ribera del Júcar.

El coste de recuperar el inmueble rondaría el millón de euros, según la asociación y el objetivo es hacerlo visitable, a la vez que garantizar su protección y conservación. 

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