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Regar mejor, retrasar la vendimia... ¿por dónde pasa la mitigación del cambio climático en el viñedo?

Vendimia

Alicia Avilés Pozo

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Mencionar el regadío siempre es una cuestión controvertida en una región seca como Castilla-La Mancha. Sin embargo, la mejora y optimización del riego forma parte de las múltiples medidas que el sector vitivinícola debe poner en marcha para luchar contra el cambio climático y sus nefastas consecuencias en el campo. Así se ha puesto de manifiesto en la IV Jornada Técnica de Divulgación “Oportunidades de la lucha contra el cambio climático en el sector vitivinícola” organizada por la Denominación de Origen Uclés en el Monasterio de Santiago de esta localidad conquense.

Fue Amelia Montoro, Jefa de Servicio de Asesoramiento de Riegos del Instituto Tecnológico Agronómico Provincial de Albacete (ITAP) de la Diputación provincial, la que abordó muchas de estas cuestiones durante su intervención, partiendo del hecho de que la comunidad autónoma castellano-manchega tiene una mayoría de clima semiárido con amplias zonas en riesgo de desertificación, elevándose con ello los niveles de evaporación del agua.

“Esto va a más”, advirtió la experta, aportando datos concretos sobre usos no correctos de los regadíos. Así, puso como ejemplo que un cultivo de vino tempranillo en espaldera consume unos 5.000 metros cúbicos de agua por hectárea, “mucha cantidad” para zonas secas. Según apuntó, desde el ITAP se han realizado proyectos de investigación aportando mucha menos cantidad en determinados periodos, llegando a la conclusión de que con 1.500 metros cúbicos se consiguen “unas producciones fenomenales con una calidad estupenda”.

En el viñedo “hay margen para reducir el agua de riego”

Se da la circunstancia de que en cultivos como el del maíz esta reducción produciría efectos negativos en el beneficio económico, pero no así en el viñedo donde “hay margen para reducir el agua de riego”. Según resaltó, con esa cantidad de agua se podría abastecer también a cultivos herbáceos como el azafrán y leñosos como el olivo, el pistacho y el almendro. “Todos serían rentables para el agricultor”. La conclusión es que regando únicamente con un tercio de la demanda se puede duplicar la producción y a la vez “capturar” CO2, es decir, luchar contra el cambio climático.

A la hora de manejar el riego con eficacia, Amelia Montoro apeló también a la necesidad de cuidar la raíz de la vid en la misma medida que el fruto, detallando por otra parte prácticas muy novedosas como las bombas a presión o el análisis de los zarcillos, que indican la humedad del suelo y establecen cuándo se debe regar o no. “No por regar con mucha más agua se obtiene mejor producción y hay que tener cuidado con los riegos de pocas horas y muy seguidos, donde se pierde mucha cantidad”.

Con carácter general, el ITAP conoce futuras líneas de investigación que servirán para mitigar el efecto del cambio climático en los cultivos y que se centran en cuestiones fundamentales como retrasar la fecha de la vendimia, mejorar el riego con prácticas más eficientes, mantener la hoja de la vid “fotosintéticamente activa” (verde) durante más tiempo y estudiar diferentes variedades.

Por otra parte, aunque enlazada con el objeto de la jornada, también intervino Alfonso Rodríguez, de la Oficina del Cambio Climático de Castilla-La Mancha, quien desde el principio apeló a los esfuerzos de adaptación en el viñedo “si queremos seguir teniendo producciones óptimas”. Dicho esto, resumió algunas de las medidas concretas centradas a la agricultura que contiene la Estrategia contra el Cambio Climático de esta comunidad autónoma, y que van desde la renovación y mejora de maquinaria y equipos, hasta la implantación de energías renovables (solar, biomasa, biogás); el fomento de los biorresiduos como abono, el registro de la huella de carbono, el ‘autosombreo’ (cambios en la orientación de las calles de cultivos), la aerobiología o las cubiertas vegetales, entre otros muchas.

Además, uno de los factores más destacados en la jornada fue la necesidad de fomentar la investigación y las nuevas tecnologías de mitigación de emisiones en el sector agrario. Sobre esta cuestión incidió especialmente el gerente de la Plataforma Tecnológica del Vino en España, Mario de la Fuente. Este colectivo, pionero en el país, nació en 2010 y actualmente cuenta con más de 950 asociados, desde productores hasta universidades y todo tipo de empresas. Ha llevado a cabo varias iniciativas de adaptación al cambio climático para la gestión sostenible en el sector agrario, destacando sus estaciones meteorológicas para que los agricultores sepan cómo y cuándo regar. 

Su intervención se centró sobre todo en la necesidad de mejorar técnicas tanto en la vendimia como en la bodega, y partir del hecho de que la sostenibilidad no es solo medioambiental sino también económica y cultural. “El cambio climático también nos traerá oportunidades y nuevas variedades de uva, y debemos aprovechar todos los recursos, porque incluso habrá regiones sin tradición vitivinícola que puedan intentar serlo”.

La economía circular en la viticultura

Finalmente, los participantes pudieron conocer la experiencia de la empresa Alvinesa de Daimiel (Ciudad Real), una antigua destilería que ahora se dedica a la economía circular aplicada al viñedo. Elena Moliterni, su directora de Calidad, destacó la necesidad de sustituir la palabra “residuo” por “recurso”, en ese objetivo, no solo de ampliar la vida útil de un producto, sino también de devolverlo a la cadena de un sistema de producción.

Los proveedores de esta empresa son bodegas y cooperativas a las que compran el orujo (el alcohol procedente del hollejo de uva) que lavan en una planta únicamente con agua, y posteriormente convierten en orujo seco de donde se obtiene, por un lado, la pulpa de la uva (para su uso en el sector energético y en fabricación de piensos) y, por otro lado, la semilla (para aceite crudo utilizado en la industria alimentaria y para alimentación animal). De la planta de orujo obtienen también un colorante natural y elementos para el sector de la enología.

Todo el proceso se realiza únicamente con fuentes de energías renovables, con total independencia de combustibles fósiles, y por tanto con un balance nulo de emisiones CO2. Actualmente, esta compañía está trabajando en nuevos proyectos como antioxidantes de la vid, polímeros verdes de la vid (para fabricar por ejemplo tapones de botellas de vino frente a sintéticos obtenidos de petróleo) y también un futuro parque fotovoltaico.

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