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Ruta del vino de La Mancha: de la “arqueología industrial” a la bodega más grande de Europa

Dos bodegas que pueden visitarse en la Ruta del Vino de La Mancha

Pilar Virtudes

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Como un túnel del tiempo, algo así como un salto en la historia, es la sensación que se tiene cuando se visita Tomelloso (Ciudad Real) para iniciar la nueva Ruta del Vino de La Mancha. Un “lugar de la Mancha” donde se pueden ver en apenas unos cientos de metros la tecnología ultramoderna para poner el vino manchego en el mercado mundial y la “arqueología industrial” de principios del XX cuando hacer vino era pura artesanía.

Esta ruta, que ya existió hace unos años para caer luego en el olvido, ha vuelto a remontar con el impulso de los ayuntamientos de la zona y de 47 empresarios del sector vitivinícola, para ofrecer una nueva experiencia turística y para poner en valor el patrimonio de esta extensa comarca.

Según la presidenta de la Ruta del Vino de La Mancha y segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan, Rosa Cruz Campo, “esta ruta viene a llenar un vacío”, ya que no se puede olvidar que La Mancha es el primer viñedo del mundo y esta ruta era necesaria.

El objetivo es “dar visibilidad” a la tierra del vino y ofrecer a los viajeros alternativas para que consideren esta zona a la hora de programar viajes con estancias más largas, para poder disfrutar no sólo del vino, sino de los paisajes de esta comarca, las vides en otoño, los atardeceres sobre esta tierra del vino, y la gastronomía, todo ello ligado al enoturismo.

En la ruta se han implicado seis ayuntamiento: Tomelloso, Villarrobledo, Socuéllamos, Campo de Criptana, El Toboso o Alcázar de San Juan, pero además entre las bodegas que van a participan como paradas en esta ruta está también Finca La Antigua de Los Hinojosos y Campos Reales de El Provencio. Al final, la ruta comprende localidades de Ciudad Real, Albacete y Cuenca y “eso enriquece mucho la ruta”. Según Rosa Cruz, es también una forma de “vertebrar un territorio” que tienen “vocación de crecimiento, de expansión”. Y la ruta se revela como “esa puerta abierta al mundo”.

La Ruta desde Tomelloso ofrece en el mismo pueblo una panorámica de lo que fue y es el vino, un verdadero salto para contemplar cómo ha cambiado la forma de hacer vino en tan sólo 50 años. En apenas unos cientos de metros podemos visitar la bodega más grande de Europa con tecnología punta, y reliquias de un pasado vinícola, lugares como la bodega Perales que conserva las antiguas tinajas y el sabor de los 120 años que tiene tras de sí.

La Cooperativa más grande de Europa

En Tomelloso está la Bodega Cooperativa Virgen de las Viñas, una verdadera ‘ciudad del vino’ con unas instalaciones de última generación que ocupan 170.000 metros cuadrados en constante expansión.

Esta cooperativa se fundó en 1961. Quince hombres la pusieron en marcha. Ese primer año procesó 300.000 kilos de uva en el antiguo lagar que aún conservan como museo. El año siguiente ya procesaba 6 millones de kilos de uva.

En la última vendimia se procesaron 260 millones de kilos de uva que llevan hasta la cooperativa sus 3.000 socios, y que producen más de 150 millones de litros de vino y mosto cada campaña.

Las instalaciones impresionan al visitante. Los laboratorios con la última tecnología parecen los de un avanzado centro de investigaciones, la zona de recepción de uva llega a dar entrada a 10 millones de kilos en un solo día y, en los mismos remolques en los que llega, la tecnología es capaz de analizar en segundos el grado y el estado de los frutos.

Todo está perfectamente informatizado y organizado para que todas las uvas lleguen a su lugar, para que no haya ningún tipo de transferencia entre las distintas variedades. Allí se procesan la blanca airén, las más tradicional en la zona, la sauvignon blanc, viognier, verdejo, chardonay, moscatel, macabeo y las tintas como la cencibel, tempranillo, cabernet sauvignon, syrah, petit verdot, entre otras. Todas ellas llevan su proceso diferenciado y su destino.

85 depósitos con una capacidad cada uno de 1.750.000 litros de vino acompañan al visitante como si de gigantes se tratasen durante la ruta por la Cooperativa. Estos depósitos acogen los mostos antes de que se destinen al embotellado o a la crianza en barrica.

De aquí, el preciado líquido se dirige a la planta de embotellado que puede sacar cada 9.000 botellas a la hora y que ahora se está ampliando para llegar a las 25.000.

El vino que se quiere envejecer se va a la zona de barricas para crianza donde 30.000 acogen cada una 250 litros de vino que se embotellarán cuando pase el periodo decidido dependiendo de si es un crianza, un reserva o un gran reserva.

Son varias las marcas que Virgen de las Viñas pone en el mercado, a parte del vino a granel que también comercializa, la más conocida Tomillar, pero hay otras como Fidencio o Monte Rodrigo.

Bodegas en las entrañas de la tierra

Y cuando, tras visitar Virgen de las Viñas, el visitante tienen la sensación de que elaborar vino, quizá, ha perdido parte del romanticismo de antaño, la Ruta de la Mancha hace un viraje brusco y te sumerge en las entrañas del pueblo para ver cómo se hacía hace apenas un siglo. 2.000 bodegas subterráneas esconden las calles de la localidad. En el siglo pasado cada casa tenía su bodega excavada en el subsuelo donde dejaban fermentar el vino y curaban los embutidos de las matanzas y los quesos manchegos. Algunas de ellas, entre ellas la de la familia Perales, se conservan tal y como eran.

Es precisamente las bodegas Perales otra de las paradas obligadas de esta ruta, donde sin duda el enoturista puede imbuirse en cómo se hacía el vino antaño. Fundada en 1900 a las afueras de Tomelloso, aunque hoy que quedado integrada en la localidad, fue una de las más importantes de la zona, donde se hizo vino de uva airén hasta el año 1986.

El dueño de las bodegas, Antonio Perales, la ha conservado como si el tiempo no hubiera pasado. Recorriendo las distintas salas, se ve toda la maquinaria con la que se recibía la uva, la zona de prensado, las cubas de fermentación y algunas barricas donde todavía queda algo del preciado líquido.

Era, según dice Antonio Perales, una de las más importantes de la zona, con un total 10 tinajas de barro traídas de Villarrobledo en la sala principal y una cueva con 31 tinajas de cemento que tuvieron que construirse dentro de la bodega, con una capacidad de mil arrobas cada una.

Conservan intactos la maquinaria más moderna que había a principios del siglo XX, la báscula para pesar lo remolques llenos de uva, las prensas de usillo, una estrelladora, un rudimentario laboratorio, “arqueología industrial” como las llama Antonio Perales, de la que no ha querido deshacerse pese a que hace años que estas instalaciones no se utilizan.

El visitante sale de esta bodega con la sensación de que ha visitado un templo del vino, una reliquia del pasado, historia de La Mancha, la intrahistoria de Tomelloso.

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