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El arzobispo de Toledo defiende que la Iglesia ha cometido “menos fraudes y corrupciones” que otros

EFE

elDiarioclm.es

  • También tiene espacio para hablar de género: “muestran la complementariedad entre hombre y mujer oponiéndose a la violencia contra la mujer, pero sin ideología de género

El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, ha concedido que dentro de la Iglesia Católica se han cometido “fraudes, corrupciones y malversaciones”. Eso sí, “menos” que los dirigentes de otras instituciones. Es éste uno de los argumentos que defiende el prelado en su escrito semanal, en el que advierte que “no va a discutir las estadísticas”. “Que tenemos pecado sin duda, pero que hay en la Iglesia Católica muchas, muchísimas personas que se preocupan de los demás, que se acercan a los pobres, que atienden a enfermos, empobrecidos o sin hogar en una proporción mucho más grande que los que pertenecen a otras instituciones sociales”, recalca Rodríguez.

Además, señala que estas instituciones “van a solucionar todos los problemas y no empiezan nunca” mientras que hay “tantos católicos ejemplares en su matrimonio, en su trabajo, en vivir la justicia, entregados a hacer el bien, a perdonar, a cumplir con su deber en tantos campos de la actividad humana”. De este modo concede que la Iglesia “es débil sin duda; sus hijos somos pecadores”. Pero “Cristo genera siempre vida nueva, capacidad de arrepentimiento, energías nuevas para volver a empezar, posibilidad de renacer”.

De este modo, también puntualiza que la comunidad católica “somos fuertes no por nuestras fuerzas, sino porque estamos acompañados por Jesucristo, el Santo, el que ha vencido, aunque estuvo muerto, el que es capaz de regenerar corazones. Jesús resucitado recrea cada día nuestras comunidades cristianas, también para el bien común de nuestra sociedad, que sin su concurso serían mucho más pobre en tantas cosas”.

El arzobispo toledano señala que “no le extraña” que haya críticas duras a la Iglesia, incluso que “nos calumnien y tergiversen lo que hacemos” o que “nos digan que hemos pecado en esto o en aquello”. “Sabemos, además, que hay en nuestra sociedad quienes no nos perdonarán nada; también están aquellos que no cambian, que siguen teniendo nulo o bajo aprecio por el hecho religioso que supone la fe cristiana y la existencia de la Iglesia. Como si estuviéramos 100, 70 ó 40 años atrás”, ironiza.

De todos modos, explica, que estas acusaciones “casi nunca responden a la realidad” y que esto no se debe a “defenderse” sino a “ encarar las críticas sin desanimarnos”. “¿Por qué? No precisamente porque no nos preocupen las críticas o nos dé igual ser peores o mejores cristianos, discípulos de Cristo. No. Pero sucede con mucha frecuencia que tantas estadísticas, en las que aparecen cifras poco agradables para la Iglesia Católica, se utilizan como armas arrojadizas y que se muestre de este modo lo mala que es esta Iglesia”, recalca. Esto, “en realidad pretende desanimar a tantos buenos católicos para que tengan una especie de losa encima, que los aplaste por falta de autoestima”.

Entre estos datos, señala los jóvenes que abandonan la Iglesia, que no acuden a la parroquia a la Misa dominical, o que rechazan el matrimonio cristiano, o que aunque estén casados por la Iglesia que se divorcian, o tantos que no siguen la moral cristiana. “Tantos, tantos, ¡y por culpa de la Iglesia!”, ironiza. Pero esto, concluye, “no trata de hacer una crítica más o menos justa. Se quiere mostrar que la Iglesia va a acabar pronto, que no es digna de confianza, que hagamos lo que fuere los hijos de la Iglesia las estadísticas están ahí. Los culpables: sobre todo los obispos y los sacerdotes y toda una serie de personas anticuadas, no abiertas al progreso, conservadoras a ultranza, que sólo quieren privilegios (¿) y fastidian a los demás.

Finalmente concluye: “La presencia de Cristo en su Iglesia nos capacita para pedir perdón, para ir de la mano con los demás ciudadanos en la consecución del bien común cuando anuncian a Jesús, enseñan a vivir el Evangelio, a esclarecer la verdad, ir contra la mentira y el olvido de la dignidad humana, cuando muestran lo que es el ser humano, la complementariedad entre hombre y mujer oponiéndose a la violencia contra la mujer, pero sin ideología de género, cuando ponen de relieve la doctrina social de la Iglesia, cuando abogan por la libertad, toda libertad, también la de mostrar la fe en el ámbito público”.

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