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La brujería “nos habla entre líneas de la esencia regional”

'El aquelarre' de Francisco de Goya

Carmen Bachiller

Leyendas negras, superstición y brujería formaron parte del acervo cultural en la provincia de Guadalajara desde finales del siglo XV y hasta bien entrado el XVIII. Pero más allá de las hechicerías, los conjuros, las pociones mágicas o la propia quema de brujas en la hoguera a instancias de la Inquisición, despierta interés en antropólogos como Javier Fernández Ortea. Estudioso de estas prácticas, cree que desde el punto de vista científico permite adentrarse en “la esencia del pueblo alcarreño”.

Lo ha contado en una conferencia en el Museo Provincial de Guadalajara. ¿Para qué se utilizaba realmente la hechicería? “Se trata de conjurar a los elementos de la naturaleza, por ejemplo, para evitar el pedrisco en las cosechas. O el hecho de utilizar productos autóctonos como la miel, espliego o el romero para curar enfermedades. Eso es lo interesante, ver la génesis cultural de una región...Aquello de lo que nos hablan la superstición y la hechicería, ni más ni menos”.

Sostiene que “la hechicería es un recurso prácticamente universal pero hay que rascar un poco para documentar”. Por eso ha buceado en su investigación en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y en el Archivo de la Inquisición de Cuenca. Abunda la documentación sobre la comarca de la Alcarria. Esta primera investigación se centra en 41 procesos por brujería. “Es interesante porque denota que la sociedad rural en este ámbito cambió muy poco en casi tres siglos”.

El fenómeno mágico y sus prácticas quedaron reflejados en los pleitos de la época. En el proceso de instrucción, en el llamamiento a los testigos y a los protagonistas implicados. En algunos casos se hace constar hasta la tortura para que el reo facilitase información.

Uno de los ‘casos’ más famosos fue el ocurrido en la localidad de Pareja, hoy más conocido por ser uno de los municipios de la cabecera del Tajo, afectado por los trasvases a Levante. Pero en 1527 sus habitantes vivían pensando en cosas muy distintas y, sobre todo, “amedrentados”, relata el antropólogo, por Juana 'La Morillas', una ‘bruja’ que fue encerrada en la torre de la casa del gobernador local. “Ella se lanzó al vacío y como la gente la temía tanto cogieron su cadáver y lo llevaron a quemar a una era. Allí hubiera acabado todo si no fuera porque se procesó a todo su entorno”. Los documentos recogen el testimonio de una amiga, Francisca Lanzarona, que cuenta “cómo ambas iban volando, cada una con su demonio, hasta el campo de Barahona, en Soria para celebrar un aquelarre y regresar en la misma noche”.

Fernández Ortea explica que los episodios se repiten en otras zonas de la provincia. “Mi intención es documentar otros dos focos interesantes. La zona de Molina de Aragón, en el entorno de la laguna de Gallocanta que es donde se producían las reuniones o conventículos de brujas y la zona de Sigüenza y Atienza. Aunque en ambos casos la documentación es más reducida”.

La “abundante” tipología de figuras demoníacas

En cuanto a las prácticas más frecuentes, el antropólogo señala que “la tipología es abundante”. Y es que no hablamos solo de brujas o hechiceras sino también de curanderos o de figuras tan curiosas como los ‘saludadores’, es decir, personas que usaban la saliva como elemento curativo. “En esa época se tenía mucha fe en esas cosas. No todos tenían el don. Se le adjudicaba a quienes, por ejemplo, habían nacido en la noche de San Juan y tenían gracia divina, según sus propias palabras”. O los ‘loberos’. Aquellos que usaban supuestos pactos demoníacos para decir que tenía control sobre las bestias, en este caso los lobos. En aquella época la ganadería era una habitual forma de vida y tener a buen recaudo el ganado era fundamental. Había que estar a bien con estas figuras“.

Fernández Ortea estudia también las costumbres supersticiosas. “Honradamente no creo que hubiera más superstición en La Alcarria. Era necesaria para hallar la certidumbre en una época de incertidumbres. Tenían que recurrir a rituales que les daban confianza en su día a día o que les permitían explicar ciertas cosas”.

El investigador asegura desconocer si las brujas también dejaron una herencia visible en nuestros días. “Lo que sí puedo comentar es que en La Alcarria, cuando se quiere asustar a los niños se les dice ‘¡Llamamos a las brujas de Peñalén! Y curiosamente es uno de los sitios donde no he encontrado documentación de brujas”.

Sus investigaciones también pueden conocerse en el Museo de las Brujas de La Alcarria, con sede en el Monasterio de Monsalud (Guadalajara) que acaba de cumplir un año. Javier Fernández Ortea, que ejerce también de dinamizador cultural del yacimiento de Ercávica (Cuenca), cree que estas propuestas son alternativas al turismo más clásico aunque cuando se le pregunta por la conservación y difusión del patrimonio regional responde que “como en sanidad o en educación, en lo que se refiere a la inversión en patrimonio, todos queremos más. Lo que hace falta es tener interés y motivación” y lo considera “necesario” por una mera “cuestión de identidad”. Es, dice, una manera de “saber quiénes somos. Es como la hechicería, que nos habla entre líneas de la esencia regional”.

A la espera de iniciar la excavación en la ciudad romana de Caraca

Este antropólogo trabaja además como arqueólogo y es codirector del que, de confirmarse, podría ser uno de los descubrimientos más importantes para región: la ciudad romana de Caraca, en Driebes (Guadalajara).

El proyecto está a la espera de una subvención para iniciar la excavación tras la prospección realizada con georradar que han detectado indicios de lo que podría ser una ciudad romana. “Está previsto que se resuelva como tarde a mediados de junio”, comenta, para empezar los trabajos este mismo verano y que la excavación confirme los datos del georradar. Antes de avanzar hay que resolver algunos interrogantes. El primero: saber si realmente se trata de una ciudad. “Haremos catas especialmente en el foro, la zona que denota el carácter de municipio romano. Es fundamental empezar por ahí”.

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